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Dos Dimensiones

Dos Dimensiones

Status: Terminada
Genre:Completas / Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Dejar escapar al amor / Juego del gato y el ratón / Amor-odio
Popularitas:2.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Miguel Antonio Alba La O.

La juventud es la etapa de nuestros mayores miedos, pero también de nuestros más escandalosos amores.
¡Ven y acompañame en esta historia donde la religión y el amor hacen estragos!

NovelToon tiene autorización de Miguel Antonio Alba La O. para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Nuevos amigos

La siguiente semana, Diana quedó sorprendida por las revelaciones de su pequeño grupo de amigos. Pertenecían a la misma iglesia

-¡No deberías estar sorprendida! Siempre te sentabas en los primeros bancos lejos del Ministerio Juvenil – le tuteó Elizabeth

-Yo… yo estoy tan apenada – dijo Diana con las mejillas enrojecidas

-Eso es parte de tu encanto – dijo Gabriel con una sonrisa dulce – siempre te estuvimos observando y cuando nos enteramos que éramos del mismo grupo…

-¡Nos alegramos mucho! – concluyó Naomi tomada de la mano con Daniela.

Los cinco se habían reunido en el receso cerca del campo de fútbol para conversar de muchas cosas. La siguiente clase era Educación Física.

En el mismo momento en que tocaba el timbre, Samuel salía de los baños cambiado con ropa de deporte y con una sonrisa de suficiencia. Con pasos firmes y masculinos se dirigió hacia el pequeño grupo de cristianos, pero posó la mirada sobre una chica en particular…

-¿¡Ahora qué quieres!? – le preguntó Diana con una mirada de desprecio

-Sois patéticos, en verdad… - dijo Samuel tratando de no escupir las palabras – pensáis que vuestro Dios puede resolver sus problemas de la noche a la mañana.

-¿Qué sabes tú de nuestro Dios? – dijo Elizabeth indignada

En cambio Diana trataba de no sacar su ira a flote. Ese chico petulante, grosero y muy a su pesar sexi, se estaba pasando treinta cuadras.

-Sé muchas cosas de vuestro Dios, por ejemplo: no está cuando más le necesitan, no responde en los momentos exactos del sufrimiento y te deja a tu suerte pasando desiertos… -

-¡Estás equivocado! – gritó Diana alzando la voz

-¿Perdóname? No te he escuchado – sonrió Samuel con desdén

-Nuestro Dios es compasivo y amoroso, Nuestro Dios ha decido darnos lo que no nos merecemos. Él ha demostrado ser nuestro mejor amigo, llora con los que lloran, ríe con los que ríen – respondió Diana tomando las manos de sus nuevos amigos

-¡Lo que tú digas! – Respondió Samuel dándose la vuelta – pronto te darás cuenta de que vives en un cuento de hadas -

Diana regresó al aula a cambiarse después de su enfrentamiento, a su lado iba Elizabeth con un rostro pensativo y serio. Diana no quiso molestarla así que se mudó de ropa lo más rápido posible, pero Elizabeth la detuvo

-¡Ten cuidado con ese chico, esconde cosas, es un peligro para ti que comienzas a caminar en estos caminos! –

- No te preocupes Elizabeth se controlarlo a la perfección – le respondió Diana con una total y certera convicción.

Ya en la cancha las hembras fueron obligadas a jugar vóleibol y los varones se vieron más que dispuestos a jugar fútbol. Por mucho que Diana tratara de unir sus manos para darle a la pelota y defender su lado, los intentos resultaban nulos.

Samuel la observaba desde el otro lado y no pudo contener la rabia de verla haciendo el tonto…

Le ordenó a su compañero que tomara su lugar en el juego. Dando trotes se acercó hacia Diana que todavía intentaba obtener la pose correcta. Sorprendiéndola se puso detrás y abrazó sus manos. Diana quiso soltarse pero el habló por encima de su oído

-Dobla las rodillas – le dijo Samuel y ella obedeció –junta las manos en un puño con los pulgares juntos…

Samuel no quería reconocerlo, pero lejos de odiarla más comenzaba a sentir punzadas en el pecho. Algo se derretía en su interior al sentir el dulce perfume de rosas en el cuello de la chica cristiana.

Por su parte Diana se encontraba en un dilema entre empujarle o apretarse más a su pecho. El olor varonil que desprendía Samuel le nublaba los sentidos y la estaba consumiendo

¡Señor ayúdame!…

De repente la pelota fue hasta ellos y los dos empujaron hacia arriba, el balón tomó impulso y fue hacia el otro lado de la red.

Diana comenzó a saltar y gritar de alegría, pero Samuel se retiró como la misma sombra hacia su lado de la cancha donde estaban los varones.

Tomó su lugar en la banca, no tenía ya ánimos para jugar

-¿¡Qué diablos fue eso!? – le preguntó Gabriel furioso y poniéndose en frente de él

- ¿¡Acaso eres su novio, cristianito!? – le dijo Samuel parándose y chocándole el hombro con el suyo. Era un gesto que indicaba superioridad

Gabriel contrajo los dientes y se acercó hasta Samuel tanto que sus frentes chocaron

-Conozco a los tipos como tú y sé de qué son capaces, aléjate de Diana o tendré que recurrir a otro método que no sea el habla – amenazó Gabriel

-Vaya el gatito saca las garras y se convierte en el león – dijo Samuel y le empujó el pecho

Justo cuando se iban a ir a los puños intervino uno de los muchachos que se había convertido en el mejor amigo de Samuel

-Venga chicos, el profesor os está mirando, elegid otro lugar para pelear –

-¡No te metas Carlos, tengo que golpear a este imbécil que se cree mucho porque lleva Biblia bajo el brazo! – gritó Samuel

-Por última vez, es que tienes retraso, ¡no nos creemos mejores que nadie! – Gabriel también alzo la voz queriendo pasar a Carlos para golpear a Samuel

Era una guerra lo que iba a comenzar…

Elizabeth observaba desde su posición en el juego la pelea de los dos jóvenes. Luego miró a Diana que por lo visto no se enteraba de nada o es que era lela.

Así como el arcoíris lucha contra la tormenta, comenzaría un círculo de intriga y confusión. El detonante para esta lucha era un trofeo: una chica que por lo visto no se daba cuenta de que su inocencia era un imán para los dos chicos que se despedazaban más allá.

Elizabeth era prudente pero no dejaría que las cosas se salieran de control. En secreto amaba a Gabriel, pero no podía obligar a nadie a quererla. Aun así, si algo atentaba contra la cordura de su querido amor lo arrancaría de raíz, aunque fuera la misma Diana.

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