Siempre nos hemos preguntado qué sucede después de la muerte. No sé qué le ocurre a los demás, pero para mí fue una oportunidad única: regresar y hacer justicia. Mi muerte no fue un accidente; alguien acabó con mi vida, y ahora he vuelto para descubrir la verdad detrás de ese secreto. He regresado para reclamar lo que es mío y para enfrentar a aquellos que me hicieron daño.
¿Lograré cumplir con mi misión? Acompáñame en esta emocionante historia y descubramos juntos lo que el más allá tiene reservado
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Capitulo XVI Atracción
Sabiendo el nombre de su padre, Elena busco en la computadora de la empresa cualquier información que le ayudará a recordar su pasado. Había muchos artículos que hablaban de Augusto Del Castillo, era un hombre exitoso, casado con Ester Moncada, también proveniente de una familia adinerada, se dedicaron a obras benéficas después de la muerte de su única hija, Elena Del Castillo.
Una foto de Elena se mostró en la pantalla de la computadora, no podía creer que al fin había encontrado información sobre ella misma, emocionada continua leyendo, hasta que llegó a un artículo el cual decía que ella estaba a punto de casarse con el heredero de la familia Miranda, Diego Miranda y que el día de su boda había perdido la vida a manos de uno criminal que había entrado a la casa para robar, llevándose con él algunas prendas de valor, incluyendo el anillo de compromiso.
El sonido del reloj en la pared interrumpía el silencio incómodo que había quedado tras esta revelación. Ella y Diego se iban a casar, era por eso que tenía tantos sentimientos cuando él se encontraba cerca, como se ponía nerviosa, como se sonrojaba, como se erizaba su piel con tan solo escuchar su voz. Entonces su jefe era ese muchacho al que ella recordaba teniendo intimidad. Ahora que iba a hacer con esos recuerdos que estaban llegando a su mente. Como podría permanecer tan cerca del hombre que amo en su otra vida. Un remolino de emociones se apoderó de la joven, ahora que haría, tenía que volver a enamorar al amor de su vida, tenía que lograr que él se fijara en ella, sabía que no la tendría fácil, pues tenía que luchar contra su propio pasado, pero era una lucha que valdría la pena.
Diego la vio concentrada en la computadora, estaba como en trance, así que la llamo a su oficina, ya que tenían algunos trabajos pendientes. Elena atendió a su llamado, debía calmar sus nervios, no podía mostrarse nerviosa, si lo hacía podía perder la oportunidad de estar cerca del hombre que amaba.
Elena entró a la oficina con pasos firmes, camino hasta la silla que estaba frente a Diego y se quedó mirándolo por unos instantes.
“Aquí tienes estos informes, necesito que los digitalice y saqué varias copias”, dijo Diego pasando el documento.
“¿Algo más señor?”, pregunto Elena con voz temblorosa.
“Sí, está noche tenemos una cena importante, así que trabajaremos hasta tarde, por si tiene que informarle a su novio”, comento Diego recordando la conversación que escucho el primer día de trabajo de Elena.
“¿Novio?, yo no tengo novio, solo tengo a mi amiga Inés, en este mundo solo somos las dos”, Elena se apresuró a responder.
Internamente, Diego sonrió ante lo que había dicho su secretaria, él había malinterpretado las cosas. “Entonces avisale a su amiga, para que no se preocupe por que llegara tarde”, Diego estaba más relajado y su expresión facial lo delataba.
“Ok señor. Permiso”, Elena salió de la oficina, su corazón estaba acelerado y su cuerpo pedía a gritos una caricia de ese hombre.
El día pasó rápido y la hora de reunirse con el cliente había llegado, Diego salió y le pidió a Elena que lo siguiera, ella fue tras de él, al entrar en el ascensor pudo sentir su olor tan masculino, esa fragancia la estaba volviendo loca, quería poder abrazarlo y decirle que era ella y que como se lo dijo en aquel momento, «si llegó a morir, volveré solo por ti».
Llegaron al restaurante y una vez ahí el cliente llamo para decirle que no podría llegar, ya que se le presentó un problema familiar. Diego entendió, pero ya estaban ahí, así que aprovecharía para cenar de una vez.
Cansados de tanto trabajar y aprovechando que era fin de semana, Diego invito a su secretaria a ir a un bar, ese tiempo que habían pasado juntos sirvió para que compartieran y se hicieran amigos, así que no le vio nada de malo que fueran a beber algo.
Elena no estaba acostumbrada a tomar licor, pero si quería enamorar de nuevo a Diego, ella debía pasar el mayor tiempo posible con él.
Estando en el bar Diego pidió unos cuantos tragos, Elena no quería tomar demasiado, no sabía cómo reaccionaria este cuerpo ante el alcohol, sin embargo, disfruto mucho de la noche. Era tarde Elena quería irse a descansar, así que le dijo a Diego que pediría un taxi para que la llevara a casa, pero él estaba demasiado ebrio y no se atrevió a dejarlo solo. Ese día no los había llegado el chófer, así que Elena tomo las llaves del auto y ayudó a su jefe a subir a su auto. Condujo hasta el apartamento de Diego, lo ayudo a subir y cuando estaba por retirarse, el la tomo de la mano y le pidió que se quedará un momento más.
Diego, tenía la mirada fija en ella, sentía que el aire a su alrededor se volvía denso, como si cada instante que pasaban juntos estuviera cargado de algo que no podía nombrar.
“¿Te encuentras bien, Elena?” preguntó Diego, rompiendo el silencio. Su voz era suave, casi un susurro, como si temiera romper el hechizo que los mantenía unidos en ese momento.
Elena lo miró a los ojos y, por un instante, olvidó la tensión que sentía debido a todo lo que estaba viviendo. En esos ojos oscuros había una chispa que la hacía sentir viva y vulnerable al mismo tiempo. “Sí, solo... es solo que tengo mucho para procesar”, respondió, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban.
Diego dio un paso más cerca. “Entiendo. A veces las cosas no son fáciles de manejar”, dijo, su voz resonando con una empatía que la sorprendió. “Pero hay algo entre nosotros, ¿no crees? Algo que no podemos ignorar”.
Elena tragó saliva y asintió lentamente. “Sí… pero no estás en condiciones para hablar de esto”, confesó, sintiendo una mezcla de confusión y emoción.
“Quizás tienes razón, pero ahora que tengo la confianza de decirte lo que siento”, sugirió Diego, acercándose aún más. “Contigo cerca siento que recupere lo que perdí hace mucho tiempo”.
Elena sintió un cosquilleo en su estómago al escuchar esas palabras. La atracción era innegable; cada vez que él estaba cerca, su corazón latía más rápido y su mente se llenaba de pensamientos desordenados. Pero también había miedo: miedo a lo desconocido y a la posibilidad de ser herida, al fin de cuentas el no sabía que el alma de su amada vivía en este cuerpo.
“Tal vez deberíamos explorar eso”, dijo Diego, rompiendo el silencio nuevamente con una sonrisa tímida.
“¿Explorar?” Elena levantó una ceja, sintiendo que la conversación tomaba un giro inesperado pero emocionante.
“Sí”, respondió él con sinceridad. “Sin presiones ni expectativas. Solo... ver a dónde nos lleva esta conexión”.
Elena sintió cómo su corazón se aceleraba ante la propuesta. Era un riesgo, pero quizás valía la pena arriesgarse por algo tan único. Se mordió el labio inferior, considerando sus palabras mientras la tensión entre ellos crecía.