La vida nunca es lo que parece, vivimos en un mundo de apariencias, donde lo único que importa es el que dirán, viví por mucho tiempo de las apariencias, hasta que tuve que enfrentarme a la cruda realidad, en ese momento entendí que una debe vivir para ser feliz y no para ser feliz a los demás y mucho menos a un hombre, esta es mi historia y espero que no me juzgues por lo que hice.
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Capitulo IV Primer día de trabajo
Una vez Catalina tuvo un minuto libre, llamo a la niñera de su hija y le contó que había obtenido el trabajo y que no regresaría a casa hasta la tarde, también le pidió que preparara algunas cosas que se mudarían ese mismo día a otra residencia, no podía permitirse que alguien se enterará de donde quedaba su verdadero hogar y es que ese apartamento estaba a nombre de su hija, así si a ella le pasaba algo Isabel quedaría con un techo seguro.
— Hora de almorzar, alistarse, que veremos a unos clientes fuera de la oficina. — ordeno Enzo siempre con voz autoritaria.
Catalina asintió con la cabeza y busco su cartera y su agenda electrónica, ella aún no tenía acceso a la información de la empresa, pues en su primer día no le darían esos datos tan fácilmente, ella primero debía ganarse la confianza de todos.
Catalina no era tonta, ella tenía sus propios planes, cuando se enteró de que las personas que solicitaban la información no eran otros que sus familiares supo que la hora de hacerlos pagar por dejarla sin nada había llegado, y es que ese dinero del cual estaban viviendo era de ella, su abuelo así lo había dispuesto, pero sus padres haciéndose de tratas lograron quitarle todo y la abandonaron a merced del peligro sin nada y embarazada, si bien es cierto que ella fácilmente podía quitarles todo, también era cierto que acabarlos lentamente era más gratificante, y esa era la razón por la cual ideó un plan de autodestrucción que ya había puesto en marcha, lo que ella no sabía era que la vida le estaba preparando otra sorpresa.
Ese día Catalina y Enzo fueron a un restaurante cinco estrellas, a Catalina no le gustaba este mundo de apariencias, a ella le resultaba estúpida las personas que solo vivían del que dirán, pero por ahora no le quedaba de otra que seguirles la corriente.
— Enzo March, que gusto verte. — dijo el cliente que fueron a ver.
— El gusto es mío Leonardo Albarrán. — contesto Enzo amable cosa que le extrañó a Catalina.
— Enzo es bueno volver a verte. — saludo, la mujer que estaba al lado del tal Leonardo, era obvio que esa mujer y Enzo se conocían muy bien.
— Daniela, lo mismo digo. — ambos eran unos descarados, pero así es esta sociedad.
— No vas a presentar a tu acompañante?. — pregunto el tal Leonardo mirando de arriba abajo a Catalina.
— Si claro, ella es Catalina, mi nueva asistente. — Enzo la presento sin darle mucha importancia, como si se tratara de cualquier persona, cosa que molesto a Catalina, pues ella merecía respeto.
— Señorita, por favor siéntese. — Leonardo empezó a coquetear con Catalina descaradamente.
— Gracias señor Albarrán, pero le agradecería que mantuviera su distancia.
Leonardo se había acercado demasiado a Catalina y ella sintió que este hombre la besaría en cualquier momento, cosa que le causo mucha repugnancia, pues él solo hecho de imaginarse esa situación la lleno de asco.
— Lo siento, no pensé que la incomodaba. — respondió Leonardo apartándose de Catalina.
Catalina solo con una mirada transmitía poder y dominio, así que para ella era fácil alejar a quien no quería ver cerca, Enzo sonrió al ver aquella escena, pues había conseguido un nuevo reto y este era llevar a su nueva asistente a la cama, hasta ahora ninguna mujer se le había escapado y está no sería la excepción.
Leonardo al ver la expresión en la cara de Enzo, supo que estaba pensando así que decidió no insistir con Catalina, además la mujer parecía ser una fiera y lo menos que quería eran problemas.
Enzo dejo de coquetear la acompañante de Leonardo y se centró en el negocio que Leonardo le estaba proponiendo, Catalina escucho atentamente cada palabra y empezó a analizar cada propuesta, llegando a la conclusión de que ese no era un buen negocio, tenía muy altas probabilidades de fracasar y estaba todo tan bien elaborado que ni siquiera si jefe podía descubrir la trampa.
— Me parece un buen trato — dijo Enzo confiando en su supuesto amigo.
— Sabía que lo ibas a aprobar, eres un duro en los negocios. — eligió Leonardo hipócritamente.
— Entonces donde firmó?. — pregunto Enzo sacando su bolígrafo.
— No esperará a que su abogado lea el documento?. — intervino Catalina extrañada.
— No, no es necesario, Leonardo nunca me traicionaría, él sabe que si lo hace lo acabaría en cuestión de segundos. — explico Enzo seguro de sí mismo.
— Señor, su "amigo" ya lo traicionó!. — aseguro Catalina mirando a Enzo seriamente.
— De qué hablas?. — pregunto Enzo conmocionado.
Catalina empezó a explicar a detalle cada párrafo del contrato, remarcando los puntos donde la empresa de Enzo perdería millones si algo pasaba, y era obvio que algo pasaría, pues el tal Leonardo eso era lo que buscaba.
— Estás segura de lo que me estás diciendo?.— pregunto Enzo frunciendo el ceño.
— Completamente señor, este no es mi fuerte, pero sé que algo no está bien ahí. — respondió Catalina segura.
— Leonardo, este contrato lo revisará mi abogado y ruega que Catalina se esté equivocando porque si no lo está acabaré contigo. — amenazó Enzo aterrando a Leonardo y a su acompañante.
Ahora Catalina entendió el por qué de la presencia de esa mujer en este almuerzo, claro la intención era mantener a Enzo distraído mientras se hablaba del contrato, los hombres son tan básicos, pensó Catalina mirando a Leonardo quien estaba pálido y aterrado del miedo.
— Nos vamos!. — dijo Enzo poniéndose de pie y mirando a Catalina.
Catalina se levantó de su silla con mucha clase y asintió con la cabeza a Enzo, quien ahora más que nunca quería conocer a esta mujer.
— Pásate al siguiente nivel solo en un día. — menciono Enzo mientras conducía su auto de regreso a la empresa.
— Solo hago mi trabajo, eso es todo. — respondió Catalina sin expresión en su rostro.
— Hiciste mucho más que eso, mis antiguas asistentes solo se limitaban a sonreír y decir que si a todo lo que yo quería. — confesó Enzo sin quitar la vista de la carretera.
— No soy de las que andan moviendo la cabeza como perrito, yo tengo criterio propio y si algo no me parece simplemente lo rechazo. — aclaro Catalina sabiendo a lo que Enzo se refería.
— Creo que tú y yo seremos buenos amigos. — contesto Enzo riendo.
Para Catalina este hombre resultaba ser un misterio, en un momento estaba riendo al siguiente se portaba como un verdadero ogro, igual a ella no le importaba, lo único que ella quería era lograr recuperar lo que su familia le había quitado y para eso usaría las empresas March, en este proceso hasta se podría enemistar con sus verdaderos jefes, pero para estas alturas ya no había vuelta de página.