Siempre Has Sido Tú

La semana paso rápido y mi papá al fin me dio el permiso de ir a la fiesta de nuestro amigo Camilo, con la condición de que no llegaría tarde a casa y mucho menos estaría cerca de Adolfo, me tocó prometerle eso a mi papá, Miranda llegó por mi a las siete de la noche y fuimos a la dichosa fiesta, Miranda iba emocionada pues creía estar enamorada de Camilo, bueno ella se enamoraba de todos.

— Qué hacemos aquí, Miranda? — Le pregunté a mi amiga pues habíamos llegado a una discoteca.

— Olvide decirte que Camilo a última hora cambio el lugar de la fiesta, ahora la hará en este lugar. — Explico sin darle importancia.

— Sabes que si mi papá sabe que vine aquí me matara. — Le dije molesta.

— Tranquila amiga nadie le dirá, mejor relájate y vamos a divertirnos. — Dijo Miranda saliendo del auto.

Entramos a la disco, el ambiente estaba muy animado, ya habían algunos conocidos ahí, empezamos a saludar a todo el que nos encontrábamos, llegamos a una mesa y nos sentamos ahí, un rato después Miranda vio a Camilo y se fue a saludarlo dejándome sola en la mesa, muchos muchachos se acercaban a invitarme a bailar, pero yo los rechazaba, estaba entretenida tomando algo cuando vi a Adolfo entrar en la disco, me puse muy feliz, desde el día que discutimos no había sabido nada de él, decidí acercarme a saludarlo, pero lo vi agarrado de mano de una chica, él me miró a los ojos y luego tomo de la cintura a aquella chica y le planto un beso en la boca, no sabía que estaba pasando, que pasó con mi novio de toda la vida, hasta hace una semana estábamos bien, cuando se enamoró de esa otra chica, mi corazón se detuvo por el dolor salí corriendo de la disco, y en la salida tropecé con alguien, me sentía mareada y el calor se esparcía por todo mi cuerpo, estaba muy mal además de Adolfo algo más pasaba conmigo.

Sentí unos fuertes brazos levantarme del piso, todo me daba vueltas, estaba muy asustada, no sabía quién era este hombre que me llevaba en sus brazos, me subió a su auto y nos alejamos de la discoteca, llegamos a un apartamento, bueno al menos eso me parecía, me dejó en un sofá y luego llegó con un vaso de agua.

— Tranquila Mía, ya viene el doctor. — Lo escuché tan distante.

—Qué me pasa? — Logré pronunciar.

— Creo que te drogaron, pero tranquila yo te voy a cuidar. — Fue lo último que logré escuchar.

Al día siguiente desperté en la cama de un hospital, mis padres estaban junto a mí, mi papá se veía molesto y preocupado, mi mamá al darse cuenta de que había despertado llamo a las enfermeras.

— Hija al fin despiertas, como te sientes? — Pregunto mi mamá tocándome la frente.

— Qué me pasó mamá? Qué hago aquí? — Pregunté preocupada.

— Yo te voy a decir que pasó, eres una irresponsable, si no fuera porque te encontraste con una buena persona quién sabe que te habrían hecho, sabes que Mía Isabella Castillo, esto se acabó no te quiero ver más junto a la tal Miranda y mucho menos con Adolfo. — Grito mi papá.

En ese momento recordé lo que vi la noche anterior, mi corazón volvió a doler, las lágrimas salieron de mis ojos, tenía mucho dolor, yo tampoco quería saber nada de él, no quería volver a verlo.

— No te preocupes papá, lo mío con Adolfo termino y bueno lo que me pasó no fue culpa de Miranda, yo fui la que me descuide. — Trate de controlarme para no seguir llorando.

Mi papá estuvo a punto de decir algo cuando llegó el doctor.

— Muy bien Mía, revisemos tus signos vitales, si todo está bien hoy mismo podrás irte a tu casa. — Dijo el doctor revisando unos papeles y mirando los aparatos que monitorean mis signos vitales.

— Qué me pasó doctor? — Pregunté más tranquila.

— Al parecer te drogaron, era una droga muy fuerte, si no fuese porque te trajeron a tiempo estarías muerta en este momento. — Respondió el doctor.

— Doctor tengo que hacerle una pregunta, es muy incómodo para mí, pero necesito saber si anoche pasó algo más, digo si alguien me...— No pude terminar, ya que mis padres estaban ahí.

— Tranquila niña, no paso nada la persona que te encontró, te trajo sin lastimarte, al parecer él se encontró contigo de pura casualidad, ya no existen las buenas personas como antes, pero anoche tú te encontraste con una de las pocas que quedan. — Dijo el doctor con una sonrisa.

Sentí el alma volver a mi cuerpo, era increíble que no me lastimaran anoche, un completo extraño me trajo al hospital, nadie sabe quién es así que no podré agradecerle, ya por la tarde mis padres me llevaron a casa, una vez en ella subí a mi habitación, me metí al baño y fue cuando me derrumbe, empecé a llorar sin control, sentía mi mundo venirse abajo, Adolfo me había lastimado mucho, yo lo amo no entiendo por qué me hizo algo así, seguramente esto era una pesadilla, si eso era una pesadilla, salí del baño y me acosté en mi cama, mi teléfono empezó a sonar lo agarre y al ver que era Miranda contesté.

— Mía estás bien? Lo siento amiga no debí dejarte sola. — Dijo Miranda.

— No te preocupes no fue tu culpa, yo fui la que me descuide.

— No Mía yo debí estar contigo, además también vi al hijo de pxxx de Adolfo con otra, por eso fue que saliste corriendo de la disco?

 — Si amiga yo lo vi, pero no vale la pena hablar de él, mejor nos vemos mañana en la uni y hablamos te parece, ahora voy a descansar. Hasta mañana.

Colgué la llamada e intente dormir, me fue difícil, pero lo logré, en mis sueños escuché la voz de aquel hombre que me ayudó, no recuerdo su cara, pero si sus palabras, tranquila yo te voy a cuidar, fue muy amable conmigo, me abrazaba y acariciaba mi rostro, su tacto era tan suave, como me hubiera gustado verle la cara.