Rubí huye a Nápoles buscando escapar de Diego Salvatore, un pasado que la asfixia con su enfermiza obsesión. En Italia, creyendo encontrar un respiro, se topa con Donato Valletti, un capo mafioso cuyo poder y magnetismo la atrapan en una red de intrigas y deseos prohibidos.
Donato, acostumbrado a controlar cada aspecto de su mundo, se obsesiona con Rubí, una flor exótica en su jardín de sombras. La seduce con promesas de protección y una vida de lujos, pero la encierra en una jaula dorada donde su voluntad se desvanece.
Diego, consumido por la culpa y la rabia, cruza el Atlántico dispuesto a reclamar lo que cree que le pertenece. Pero Nápoles es territorio Valletti, y para rescatar a Rubí deberá jugar con las reglas de la mafia, traicionando sus propios principios para enfrentarse con el mismísimo diablo.
En un laberinto de lealtades rotas y venganzas sangrientas, Rubí se convierte en el centro de una guerra despiadada entre dos hombres consumidos por la obsesión.
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Capitulo 23
POV RUBY
Llegué a la mesa de bebidas sintiéndome la mesera más torpe del universo. ¡Empapar a un tipo con un traje carísimo! La blusa pegada a mi piel era un recordatorio constante de mi metida de pata.
—¡Ruby! ¿Qué ha pasado?— Camila me abordó con preocupación.
—¡Un desastre!— exclamé. —¡Choqué con un hombre y le tiré el trago encima! Necesito prepararle otro de inmediato, ¡y que quede perfecto!—
Camila asintió, entendiendo la gravedad de la situación. Preparó un trago idéntico al anterior con manos expertas.
—Ve con cuidado— me dijo al entregármelo. —Parece un hombre importante—
Tomé la copa con manos temblorosas y me sequé la blusa lo mejor que pude. Con una respiración profunda, me encaminé hacia el hombre. Lo vi de pie, conversando con otros, pero su mirada me encontró al instante. Era una mirada intensa, que me hacía sentir intimidada.
Me acerqué con cautela.
—Señor, le ofrezco mis más sinceras disculpas nuevamente por el accidente— dije, extendiéndole la copa. —Aqui tiene su copa—
Él tomó la copa sin apartar sus ojos de mí. Y una leve sonrisa se dibujó en sus labios.
Me sorprendió en el momento, pero trate de disimularlo. Ya que el parece un hombre de no sonreír.
—Acepto sus disculpas...— hizo una pausa, esperando mi nombre.
—Ruby— respondí, sintiendo un ligero temblor.
—Donato Valetti— dijo, extendiéndome una mano. —Un placer, Ruby. Y no te preocupe, los accidentes pueden ser... interesantes—
Donato Valetti... El nombre no me decía nada, pero la forma en que lo dijo, y la reacción de los demás a su alrededor... Supe que acababa de meter la pata hasta el fondo. Este tipo era alguien importante, y yo, una simple mesera, acababa de arruinar su noche.
Vi que Donato les dirigió una mirada a los hombres que lo rodeaban, una mirada que bastó para que se dispersaran como hojas al viento. El silencio que quedó a su alrededor hizo que me sintiera aún más expuesta, como un ciervo frente a un depredador.
—Ruby— dijo, rompiendo el silencio con una voz que, a pesar de su suavidad, transmitía una autoridad innegable. —No soy hombre de rodeos, así que iré directo al grano. Quiero invitarte a salir. Quiero conocerte mejor—
Sus palabras me golpearon como un rayo, dejándome sin aliento.
¿Yo? ¿Él quería salir conmigo? Era absurdo.
—Ahora... ahora estoy trabajando— balbuceé, sintiendo el rubor subir por mi cuello.
—¿Y después? ¿Cuando termines tu turno?— insistió, con una mirada que no admitía un "no" por respuesta.
Sabía que debía negarme, que salir con un hombre como él solo podía traerme problemas. Pero algo en su mirada, y en su voz, me hipnotizaba.
—Sí— respondí, casi sin aliento. —Sí, acepto—
Una sonrisa, fría pero innegablemente atractiva, se dibujó en sus labios.
—Perfecto. Y no te preocupes por el trabajo. Ya me encargaré de que te den la noche libre—
Con esas palabras, supe que había entrado en un juego peligroso. Un juego donde las reglas las ponía Donato Valetti, y donde yo, una simple mesera, era una pieza más en su tablero.
POV DONATO
La velada había perdido su encanto hacía rato. Las risas eran forzadas, con las conversaciones vacías... todo me resultaba tedioso. Pero entonces la vi.
Ruby.
Y una idea, una que no debía tener, se apoderó de mí.
Me acerqué a la barra donde ella trabajaba. Estaba distraída, absorta en sus pensamientos. Me deslicé silenciosamente detrás de ella, aspirando el aroma dulce y sutil de su perfume. Era exquisito, como ella.
—Ya podemos irnos— dije, sin preámbulos.
Ruby dio un respingo, sobresaltada.
—¡Dios mío, Donato!— exclamó, girándose rápidamente y llevándose una mano al pecho. La miré fijamente, disfrutando de su sorpresa. —Pero aún no ha terminado el evento— protestó.
—No necesitas que termine para irte. Ya te dije que me encargaría— respondí, con una sonrisa que no llegaba a mis ojos. Hice un gesto con la mano y Luigi apareció al instante.
—Señor—
—Ruby se va conmigo. Encárgate de que sus amigas lleguen a su destino a salvo, ya sabes— dije, sin apartar la mirada de Ruby.
—Sí, señor— respondió Luigi, desapareciendo tan rápido como había llegado.
—¿Nos vamos?— volví a preguntar, con una suavidad que contrastaba con la dureza de mis palabras.
Ella asintió, aún un poco aturdida. Caminamos hacia la salida, donde mi coche ya nos esperaba. Uno de mis hombres abrió la puerta y Ruby entró, seguida por mí. El motor rugió y nos alejamos de la fiesta, dejando atrás un mundo de falsedades y adentrándonos en uno de posibilidades. Un mundo donde yo, Donato Valetti, tenía todas las cartas.
POV DIEGO
La caravana de autos irrumpió en la tranquilidad del lugar, en un despliegue de poder que no pasaba desapercibido. Bajé del vehículo, sintiendo el peso de las miradas sobre mí mientras ajustaba mi chaqueta. Marcos, mi sombra fiel, se posicionó a mi derecha, mientras que mi padre, Rafael, caminaba a mi izquierda.
Entramos al ostentoso hotel, este es un templo de lujo y excesos. Un nido de víboras disfrazado de lujo. Los saludos llovían sobre mi padre y sobre mí, reverencias vacías que no significaban nada. Apreté la mandíbula, ignorando las sonrisas falsas. Asentía con cortesía, pero mi mente estaba en otra parte. Buscaba un rostro en particular, uno que no veía por ninguna parte.
Donato.
No estaba aquí. La frustración comenzó a crecer en mi interior. Habíamos venido hasta aqui para enfrentarlo por lo que hizo. Y él, simplemente, no estaba.
—Tranquilo, Diego— dijo mi padre, notando mi inquietud. —.Ya aparecerá—
Pero yo no estaba tan seguro. Donato Valetti no era un hombre que se hiciera esperar. Su ausencia solo podía significar una cosa: que algo no iba bien. Y en este mundo, las cosas que no iban bien solían terminar en sangre.
—¿Tranquilo?— espeté, con la voz cargada de veneno. —Ese hijo de puta se está burlando de nosotros—
No me importaba el trato, ni las consecuencias. Solo quería verlo, tenerlo frente a mí, y hacerle pagar por la humillación. Donato Valetti iba a aprender que con Diego Salvatore no se jugaba. Lo iba a encontrar, y cuando lo hiciera, iba a lamentar el día en que se cruzó en mi camino.
No estaba aquí. La rabia me consumía por dentro. Había viajado miles de kilómetros, soportado la humillación de ser citado a este maldito lugar, solo para encontrarme con su ausencia. Era una burla, una afrenta directa...