Rubí huye a Nápoles buscando escapar de Diego Salvatore, un pasado que la asfixia con su enfermiza obsesión. En Italia, creyendo encontrar un respiro, se topa con Donato Valletti, un capo mafioso cuyo poder y magnetismo la atrapan en una red de intrigas y deseos prohibidos.
Donato, acostumbrado a controlar cada aspecto de su mundo, se obsesiona con Rubí, una flor exótica en su jardín de sombras. La seduce con promesas de protección y una vida de lujos, pero la encierra en una jaula dorada donde su voluntad se desvanece.
Diego, consumido por la culpa y la rabia, cruza el Atlántico dispuesto a reclamar lo que cree que le pertenece. Pero Nápoles es territorio Valletti, y para rescatar a Rubí deberá jugar con las reglas de la mafia, traicionando sus propios principios para enfrentarse con el mismísimo diablo.
En un laberinto de lealtades rotas y venganzas sangrientas, Rubí se convierte en el centro de una guerra despiadada entre dos hombres consumidos por la obsesión.
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Capitulo 24
POV CAMILA
Me encontraba sirviendo otra copa, intentando mantener la compostura en medio de la vorágine de la fiesta, cuando Sofía irrumpió a mi lado, con el rostro desencajado y la respiración entrecortada.
—¡Camila...!— exclamó, como si acabara de presenciar el mismísimo Apocalipsis.
—¿Qué ocurre, Sofía?— pregunté, sintiendo un nudo en el estómago ante su evidente terror.
—Diego— susurró, aferrándose a mi blusa como si fuera un salvavidas y señalando con un dedo tembloroso hacia la entrada del salón.
Seguí su mirada y el mundo pareció detenerse. Mis ojos se abrieron con horror, incapaces de asimilar lo que veían.
¡Por todos los cielos!
¿Qué hacía Diego aquí?
Su presencia era como la de un ángel exterminador, anunciando la llegada de la tragedia.
—¿Qué demonios hace aquí?— pregunté, con la voz apenas audible, sintiendo cómo la sangre se helaba en mis venas.
—No lo sé— respondió Sofía, con los ojos llenos de pánico. —Pero doy gracias a todos los santos de que Ruby no esté aquí para presenciar esta catástrofe—
Tenía razón. Si Diego descubría la conexión entre Ruby y ese hombre poderoso, el infierno se desataría sobre nosotras. Ruby estaría en peligro, y nosotras no podríamos hacer nada para protegerla. El destino, cruel e implacable, parecía estar jugando con nosotras, llevándonos al borde del abismo.
POV DONATO
Mientras Ruby contemplaba el paisaje por la ventana, yo no podía apartar la mirada de ella. Cada curva, cada gesto... una puta obra de arte. Me serví otro trago, el whisky bajaba como lava por mi garganta, pero lo saboreé como si fuera el último. Con esa vista, hasta el veneno sabría a gloria.
Jodidamente perfecta. Esta mujer me vuelve loco...
—¿Eres de estas tierras?— le pregunté, interrumpiendo su ensoñación. Dejó de mirar por la ventana y me clavó esos ojos que valen más que todo el oro del Vaticano y del que tengo.
—No, no soy de aquí. Vinimos a dar apoyo a la empresa para la que trabajo—
Asentí lentamente, sin dejar de escrutarla.
—Bienvenida a Italia— hice una pausa. —Escúchame bien, bella, porque no soy hombre de repetir las cosas dos veces: me has entrado por los ojos desde el primer momento. Y no soy de andarme con rodeos. Me gustaría tener la oportunidad de entrar en tu vida, de compartir algo sincero contigo. No soy de esos maricones que recitan poemas ni de esas cursilerías baratas. Lo único que exijo es lealtad. Y a cambio, conmigo, tendrás todo lo que puedas desear. Protección, poder, placer... todo. ¿Entendido, tesoro? Porque en mi mundo, las palabras son sagradas y las promesas se cumplen. Y si digo que te voy a dar el mundo, te lo doy. Pero si me traicionas, te juro por mi madre que te arrepentirás de haber nacido. Así que piénsalo bien. La decisión es tuya—
POV RUBY
La voz de Donato resonó en el coche, cada palabra estaba cargada de una intensidad que me dejó sin aliento. No era el halago en sí, sino la forma en que lo dijo, sin rodeos, sin titubeos, como si estuviera acostumbrado a que el mundo se doblegara a su voluntad. Se notaba que era un hombre de poder, un hombre que no pedía permiso, sino que tomaba lo que quería. Y, para ser honesta, eso me abrumó, pero también me atrajo.
Diego siempre había sido calculador, y cuidadoso con sus palabras, como si temiera revelar demasiado. Donato, en cambio, era un torrente desbocado, una fuerza de la naturaleza que no se disculpaba por ser quien era. Y, a pesar del miedo que me provocaba, sentí una punzada de curiosidad, una necesidad de saber qué se escondía detrás de esa fachada de hombre duro.
—No sé qué decirte— respondí, tratando de mantener la compostura. —Es... mucho para procesar—
Él me miró fijamente, con sus ojos oscuros escudriñándome el alma. —No espero una respuesta ahora, bella. Solo quiero que sepas mis intenciones—
Respiré hondo, tratando de ordenar mis pensamientos. ¿Qué tenía que perder? Ya estaba en Italia, lejos de mi zona de confort, rodeada de personas que apenas conocía. ¿Por qué no darme la oportunidad de vivir algo diferente, y algo emocionante?
—Está bien, Donato— dije, con mi voz temblando ligeramente. —Estoy dispuesta a intentarlo. Pero quiero que sepas algo: tengo mis propias reglas. No soy una mujer que se deja llevar por la corriente. Si algo no me gusta, te lo haré saber. Y espero que lo respetes—
Su rostro se suavizó ligeramente, y una sombra de sonrisa se estaba asomando en sus labios. —Me gusta tu carácter. Me gustan las mujeres que saben lo que quieren—
—No espero que me des el mundo— continué, sintiendo una nueva oleada de confianza. —Solo espero respeto, honestidad y sinceridad. Si puedes ofrecerme eso, entonces tenemos un trato—
Donato asintió, con su mirada fija en la mía. —Tienes mi palabra, Ruby. Te daré todo eso y más. Pero a cambio, quiero tu lealtad. Quiero saber que puedo confiar en ti—
—La lealtad se gana, Donato— respondí, sosteniendo su mirada. —Y yo no la doy a la ligera, pero cuando la tengas será la más firme—
POV DONATO
La escuché atentamente, cada palabra que salía de sus labios era como música para mis oídos. Me gustaba su carácter, y su determinación. Era una mujer que no se dejaba intimidar, y eso me excitaba. Pero también necesitaba dejarle claras mis condiciones, y mis reglas.
—Me gusta lo que oigo, Ruby— le dije, acercándome a ella. —Pero quiero que sepas que yo también tengo mis propias reglas. Y la primera es que te necesito. Te necesito para muchas cosas. Para que seas mi compañera, mi confidente, y mi reina. Pero, sobre todo, te necesito para que seas solo mía. Que solo tengas ojos para mí. ¿Entiendes?—
Esperé su respuesta, con mi mirada fija en la suya. Necesitaba saber que estábamos en la misma sintonía, que ella entendía lo que significaba estar conmigo.
—Aparte de eso— continué, —quiero que dejes tu trabajo. Ninguna mujer mía tiene que trabajar en esas mierdas. Yo te daré todo lo que necesites. Y más—
Vi que sus ojos se entrecerraban ligeramente, como si estuviera procesando mis palabras. Sabía que no sería fácil convencerla, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario.
—¿Y qué pasa con mis amigas?— preguntó, con su voz suave pero firme.
Sonreí, sabiendo que tenía la respuesta perfecta. —Tus amigas no son un problema, bella. Les daré una casa aquí en Italia, y todas las comodidades que necesiten. Pero tú tendrás que vivir conmigo. Tendrás que acompañarme a los eventos, a las reuniones. Necesito una mujer como tú a mi lado. Una mujer hermosa, inteligente, que sepa cómo comportarse—
La tomé de la mano, sintiendo su piel suave contra la mía. —Quiero que seas mi reina, Ruby. Y como mi reina, tendrás todo el poder del mundo. Pero también tendrás que seguir mis reglas. ¿Estás dispuesta a hacerlo?—
Le dije lo que quería, ahora solo esperaba que ella aceptará y sabía que lo haría...