toda mi vida vivi una vida donde fui despresiada y sola pero ahora que e renacido en la hija de un duque disfrutaré esta segunda oportunidad como hija mimada del duque William valtorian
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capitulo 24 Matemáticas y dulces?
De pronto, un suave maullido resonó cerca de un roble. Astrix giró y lo vio.
Pero no era el gato.
—¿Anton…? —susurró confundida.
El joven estaba ahí, con el cabello un poco revuelto y una expresión extraña, como si supiera más de lo que decía.
—¿Astrix? que haces aquí en el bosque —respondió con voz tranquila.
Ella apretó los labios.
—Busco a mi gato… se escapó. Tiene un ojo verde y otro rosa, ¿no lo viste?
Anton dudó apenas un segundo antes de sonreír.
—No no ví un gato de esas características .
Astrix iba a replicar cuando escuchó pasos acercándose.
—¡Astrix! —la voz firme de Alexander rompió el silencio—. ¿Qué haces aquí? Papá está furioso y preocupado, todo el personal te está buscando.
Él se detuvo al ver a Anton y arqueó una ceja.
—¿Tú Aqui? por qué no me dijiste nada cuando viniste por qué nadie me avisó.
Anton, rápido como siempre, inclinó la cabeza con falsa calma.
—entre con un hechizo. Vine a traerle unos apuntes de matemáticas… nada más ya sabes por las clases .
Astrix hizo un puchero, cruzándose de brazos.
—Y yo que pensé que eras mi gato…
Anton sonrió apenas, inclinándose un poco.
—Entonces supongo que tengo competencia —dijo en voz baja, divertido.
Alexander suspiró y tomó a Anton del hombro.
—Anda, vamos adentro antes de que papá te vea.
Pero era demasiado tarde.
Cuando entraron al vestíbulo, William bajaba por las escaleras, con su porte imponente y los ojos fríos de duque en modo protector.
Anton se quedó quieto. Una gota de sudor recorrió su sien.
Apenas vio a William, un escalofrío recorrió su espalda.
—Anton Thurder... —dijo William, con voz baja y firme—. Qué sorpresa verte aquí.
—Duque Valtorian —Anton forzó una sonrisa—. Vine por... asuntos académicos.
Astrix lo miró con ternura divertida, sin entender por qué Anton parecía tan tenso.
Alexander, por su parte, disimulaba una risa contenida.
William se cruzó de brazos.
—Ajá... ¿académicos? En el bosque, y con mi hija. Interesante método de enseñanza.
Anton tragó saliva.
—Sí, señor. pe-perdón señor no fue mi intencion encontrar a su hija en el bosque —balbuceó.
—Claro —respondió William con una sonrisa amenazante—. La próxima vez, encuéntrala en del ducado. Donde haya... menos árboles.
Astrix miró a su padre y luego a Anton, y susurró:
—Pobre de ti, gato o no gato, papá da más miedo que cualquiera...
Alexander no aguantó más y soltó una carcajada.
—Bienvenido al ducado, Anton —le dijo al oído—. Sobrevivir al duque ya cuenta como examen aprobado.
Anton suspiró resignado.
Mientras tanto, Astrix lo observaba aún con ese gesto de niña ofendida.
—mi gatito —murmuró con tristeza.
Anton la miró y sonrió con suavidad.
—Tal vez el gato regrese cuando menos lo esperes, Astrix.
Astrix estaba sentada con la cabeza recostada sobre el brazo, mirando el cuaderno como si fuera un jeroglífico.
Frente a ella, Anton sostenía una tiza y señalaba el pizarrón.
—Entonces, si despejamos la incógnita, tenemos que dividir ambos lados por la raíz cuadrada de cuatro quintos —explicaba con paciencia fingida.
Astrix lo miraba sin parpadear, pero no entendía ni una palabra.
“Raíz cuadrada de… ¿qué? ¿Por qué no simplemente dicen mitad de mitad?”, pensó, haciendo un puchero.
Anton se dio cuenta del silencio.
—¿Astrix? —preguntó, cruzando los brazos.
Ella levantó la vista con una sonrisa torpe.
—Eh… sí, claro. Dividir los lados del cuadrado por la quinta raíz del cuatro. Lo tengo clarísimo.
—Eso no tiene ningún sentido. —Anton apoyó la tiza con fuerza en la mesa—. ¿Qué estabas pensando?
Astrix parpadeó, nerviosa.
—Nada importante… solo que… si los números tuvieran sabores, el siete sabría a limón.
Anton se llevó la mano al rostro.
—Astrix, estamos hablando de fracciones, no de postres.
Ella infló las mejillas, ofendida.
—¡Bueno, es que tus números no tienen lógica! En mi mundo los números se comportaban bien, no se mezclaban con letras ni raíces raras.
Él la observó con interés.
—¿Tu mundo? —preguntó, acercándose un poco.Ella lo pensó un momento y respondió con convicción:
—Depende de qué tarta sea.
Anton suspiró.
—Eso no importa.
—¡Claro que importa! —replicó ella, dándole un golpecito con el lápiz en el pecho—. Si es de manzana, me la como toda. Si es de zanahoria, la dejo.
Anton la miró intentando mantener la seriedad, pero una sonrisa se escapó de sus labios.
—Astrix, esto son matemáticas, no cocina.
—¿Y por qué no pueden ser las dos cosas? —dijo ella, levantándose y corriendo hacia la cocina del ducado.
Minutos después volvió con una bandeja: galletas redondas, cuadradas y una gran tarta partida por la mitad.
—Mira, lo vamos a hacer a mi manera —anunció con orgullo—. Cada galleta es una unidad. Si parto esta por la mitad, son dos medios. Si me como tres medios, ¿cuántas me quedan?
Anton la observó, divertido.
—Te queda media galleta y un problema de azúcar.
—Exacto, pero entendiste —dijo ella con una sonrisa traviesa.
Anton apoyó los codos sobre la mesa y la miró con una mezcla de ternura y desconcierto.
—Nunca había visto a alguien convertir fracciones en postres.
—Pues deberías probarlo —respondió Astrix, acercándole un pedazo de tarta—. Las matemáticas con sabor son mejores.
Anton aceptó el trozo, y por primera vez en toda la lección, no corrigió nada.
La miró en silencio, mientras ella seguía cortando galletas en fracciones desiguales, riendo cada vez que una se rompía.
Y en un instante, él pensó que tal vez, solo tal vez… aprender con Astrix era más dulce que cualquier fórmula.
La cocina del ducado olía a mantequilla y vainilla.
Sobre la mesa, Astrix había armado un desastre de harina, cuadernos de cálculo y cucharones de madera.
—Bien, profesor Anton —dijo ella con una sonrisa traviesa—, si tengo cuatro huevos y uso dos, ¿cuántos quedan?
—Dos —respondió él distraído, observando cómo el sol se enredaba en las coletas de Astrix.
—¡Exacto! —rió, alzando una cuchara—. Ves, la cocina también tiene matemáticas.
Anton arqueó una ceja, conteniendo una sonrisa.
—No sé si mezclar harina cuenta como álgebra, duquesa.
—Claro que sí —replicó ella—. Cada pastel tiene su ecuación perfecta. Y para comprobarla… el maestro debe probarlo.
Le ofreció un trozo de pastel recién horneado.
Anton lo tomó sin mucho interés, pero al probarlo… el mundo pareció detenerse un segundo.
El sabor le resultó extrañamente familiar, como un eco suave de algo que no debía recordar.
Astrix lo observaba expectante.
—¿Y? ¿Está rico?
—Está… muy bueno —respondió él, con voz baja.
Ella cruzó los brazos, satisfecha.
—¿Viste que aprendiste?
Anton la miró unos segundos más de lo necesario. Sin pensarlo, las palabras escaparon de sus labios:
—…Vi…
—¿Vi? —repitió Astrix, frunciendo el ceño.
Anton parpadeó, volviendo en sí, incómodo.
—Quise decir… vi que tenías razón —improvisó rápidamente, intentando sonreír
—No te hagas el serio, sé que te gustó —le guiñó un ojo—. Ahora sí, pasaste la clase con honores.
Él desvió la mirada, fingiendo interés en la receta.
—Tendré que venir más seguido… para asegurarme de que entiendas bien las fracciones.
—O para seguir comiendo, ¿no? —rió Astrix, mientras el horno empezaba a oler a pastel recién hecho.
Y entre risas y ecuaciones cubiertas de harina, las matemáticas nunca habían tenido tanto sabor. 🍰
🦋Dato de hoy🦋
Anton es conocido por ser un genio en todos Pero en la cocina nunca aprobó todos tiene miedo cuando cocina por eso no entiende a Astrix