La Princesa Doma Al Villano

...⚘...

—Maldita mujerzuela.

Vio a la mujer rechinar los dientes y; despilfarrando todo tipo de polvos cuando tiró los frascos al suelo.

Se frotó la sien y se afincó contra el tocador; mirándose en un aspecto devastador para sí misma.

Se repuso y se sacó la horquilla dorada que le peinaba el cabello. La cabellera no tardó en desamarrarse y cubrirle toda la espalda; sobrepasando su trasero.

Palmeó la túnica; con un gesto irritado. Con cada palmeada, el polvo blanco se desprendía de la túnica.

Dio un suspiro; tratando de relajar su entrecejo y comenzó a desabotonarse la túnica. La dejó caer hasta sus codos; dejando todo su torso pálido completamente desnudo.

Girar la cabeza fue una gesto en vano para él porque; solo bastó un período de tiempo inútil para que sus pupilas se despegaran por segunda vez de la lectura y volvieran a indagar en ella.

Cerró el libro.

—¿Estás molesta, princesita?

Cai, quien había estado husmeando por ahí, había terminado de alguna forma en la habitación de aquella mujer, y para el colmo, se tomó el tiempo de husmearle los libros y, husmearle el torso desnudo también.

Su voz ronca y en un tono arrogante hizo sobresaltar a la mujer; haciéndola pegar un brinco y, dejar caer aún más la túnica que le cubría la mitad del cuerpo.

En medio del pequeño ataque a su corazón, en lugar de volver a ponerse la túnica, la mujer se tapó los pechos con los brazos.

Cai soltó una risita y dio más pasos adelante.

—¿Quién te ha hecho enojar tanto, princesita?

Ella levantó la cabeza e hizo un gesto austero al mirarlo.

—¿Quién eres?

Cai se miró las manos y jugó con las uñas.

—“El romance de la mariposa”.

La mujer levantó una ceja; haciendo un gesto de confusión.

—¿Disculpa?

—Es un buen libro —sacudió el libro que leía hace unos minutos —La protagonista pisa el hilo colgante; haciendo que se le descosa la túnica y —curvó sus labios en una sonrisa —queda sin nada encima. Justo como tú ahora.

Sus pasos lentos, pero sin titubeos lo hicieron dar al costado de la mujer. Recostó el trasero del tocador; quedando entre el tocador y el cuerpo de ella.

Con una risita dibujada en sus labios; Cai bajó su mirada a los brazos de ella, que aún seguían tratando de tapar su pecho.

Volvió sus ojos a ella, mientras masticaba un palito despreocupadamente.

—He visto —masticó —muchos pechos en mis veintidós años de vida, así que no tienes que taparte.

¿Qué clase de lógica absurda es esa?

La mujer esbozó una linda sonrisa; que lo hizo sorprenderse tenuemente. Entonces se quitó las manos de los pechos; haciendo que él girase la cabeza al instante y, dejara caer el palillo que estaba masticando.

Mientras ella se volvía a poner la túnica completa, se percató de las orejas enrojecidas de Cai.

—Já, no pareces tener mucha experiencia—terminó de vestirse —puedes mirar ahora.

Cai giró la cabeza; mostrándole los dientes, evidentemente avergonzado.

La mujer lo agarró de la mejilla; jugueteando con el lóbulo de su oreja y, como si fuera su punto sensible, él la dejó hacerlo y solo la miró como un perrito embelezado. Cuando la yema de sus dedos solo rozaron el cabello de Cai; su precioso color azabache se tornó en blanco.

—¿Qué le pasa a tu cabello?

Cai lo ignoró todo; su miraba se mantenía en ella; bobamente.

—No tengo idea —respondió.

—¿Quién eres?—le preguntó ella.

—Han.

Decía mentiras sin vacilar.

Él chocó sus frentes.

—¿Han? ¿El nombre del chico del libro?

Alzó una ceja.

—¿Lo leíste?

—Por supuesto —aprovechó y le quitó el libro de las manos —es mi libro después de todo.

Se alejó y guardó el libro bajo llave esta vez. Se levantó y lo miró.

—Eres bastante chismoso.

Cai soltó una risita con eso.

—He caído.

Ella se dirigió hasta la puerta, con la intención de salir y dejarlo ahí solo. Era su habitación, pero no tenía nada más que hacer ahí dentro. Pero cuando ella deslizó la mano para abrir la cortina de perlas,

—Todavía no me dices tú nombre, princesita.

Volvió su cuerpo y lo miró.

—Árob.

Se dio la vuelta otra vez y salió, dejando al chismoso guapo completamente solo.

...⚘...

Súbditos se doblegaron cuando se percataron de mi presencia.

—Princesa Gwshan. La duquesa viuda, el sacerdote Mozi y, el hermano de la emperatriz siguen esperando adentro. El príncipe Cai también acaba de regresar.

¿Regresar?

Asentí.

Ellos sujetaron la cortina de piedras doradas; abriéndome paso a la cámara.

La duquesa viuda y el sacerdote Mozi estaban un poco alejados hablando.

Me senté y, Ting se apresuró a subir al taburete para retocarme el peinado y secarme la frente.

—¿Has dejado salir tu ira con ella?

La voz de Cai me hizo abrir los ojos.

Esbocé una sonrisa de lado.

—Por cierto, ¿Tienes a muchas criadas trabajando para ti?

—No muchas.

Ni siquiera pregunté de dónde salió esa pregunta aleatoria.

Solo lo miré rascarse la nuca y, carcomerse el cerebro.

—¿Hay alguna que se llame 'Árob'?

—¿Árob? ¿Qué clase de nombre es ese?—junté las cejas —No hay nadie aquí con ese nombre.

Caí soltó una risita y relajó su brazo alrededor de mi cuello.

«Guezz~ esa mujer me engañó con esa linda sonrisa».

...La curiosidad mató al gato....