Siempre he pensado que el hombre que nace malo, nunca en su vida vuelve a recuperar la bondad de su corazón, nadie se hace malo porque quiere, la vida, la sociedad y el mundo te obligan.
Pero que haces si a tu vida llega una persona que no te teme y que cambia el rumbo de tus pensamientos.
Soy Jarek y necesito una madre para mi hijo, no importa lo que tenga que hacer para conseguirla.
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Capítulo 23: El Regreso a la Mansión
La Mansión Ortega estaba envuelta en un silencio espeso, a la espera del regreso de la familia Ortega.
Los empleados se movían con cautela, evitando conversaciones innecesarias, como si todos supieran que algo más grande estaba sucediendo y lo más prudente era callar.
Demetrio permanecía en el salón principal, sentado en un sillón de cuero, la copa de whisky entre los dedos.
Su rostro aparentaba calma, pero sus pensamientos hervían.
¿Cómo demonios habían descubierto el escondite? ¿Cómo Dylan y Jarek lograron moverse tan rápido?
Cada vez que le preguntaba a los empleados sobre lo sucedido con Paulina, recibía las mismas respuestas cortas:
—No sé nada, señor.
—Yo no escuché nada, señor.
—Solo cumplo órdenes.
Esa obediencia absoluta por parte de los empleados hacia Jarek era una farsa; él lo intuía, pero no tenía como probarlo.
La furia lo consumía, aunque su máscara debía mantenerse intacta.
Cuando la camioneta se detuvo en la entrada, sus labios dibujaron una sonrisa ensayada. Se puso de pie, alisó su chaqueta y caminó hacia la puerta, adoptando el papel de socio leal y preocupado.
Jarek entró primero, firme, con Paulina protegida tras su espalda.
Dylan y Victoria lo seguían, y Alma traía de la mano a Jacob, quien todavía estaba somnoliento.
Demetrio abrió los brazos como si quisiera abrazarlos a todos.
—¡Por fin! —exclamó, fingiendo alivio—. Estaba muerto de preocupación. Cuando me enteré de lo ocurrido con Paulina… no sabes, Jarek, lo que sentí.
Alma no lograba entender el cinismo de ese hombre que antes habia visto como un hijo.
La mirada del Jerek fue dura, y por primera vez desconfiada.
—Ya está con nosotros. Eso es lo único que importa —respondió con frialdad.
Demetrio fingió no notar la distancia en su voz. Se inclinó hacia Paulina con una sonrisa paternal.
—Mi niña, qué susto debiste pasar… —murmuró, aunque los ojos de la joven bajaron de inmediato, rechazando cualquier cercanía.
Victoria alejo a Paulina y a Jacob de la presencia de Demetrio, al observar como este los miraba.
En el ambiente flotaba algo extraño. Ninguno de los empleados de la mansión se acercó a celebrar el regreso, pero tampoco habían rostros de indiferencia: era un silencio cargado, como si todos compartieran un secreto.
Demetrio lo notó de inmediato; intentó atrapar alguna mirada, alguna palabra suelta, pero solo obtuvo cabezas bajas y labios sellados.
Estos miserables saben algo… y no hablan.
Dylan, atento, observó la actuación de Demetrio.
Sabía leer el lenguaje de los hombres, y esa efusividad falsa era demasiado evidente para él.
Se limitó a cruzarse de brazos, con media sonrisa, como si disfrutara del teatro.
—Lo importante es que Paulina está a salvo —dijo, con voz firme, clavando los ojos en Demetrio—. Y que la familia está completa otra vez.
Demetrio le sostuvo la mirada, pero el gesto de Dylan fue claro: un desafío silencioso.
Esa noche, todos subieron a descansar, protegiendo a Paulina de cualquier recuerdo doloroso.
Demetrio se quedó solo en el salón, apretando los puños. La fachada de socio leal estaba intacta…o al menos eso creía, pero por dentro hervía de rabia e impotencia.
Sabía que debía moverse con cautela: si cometia un error más, toda la máscara que habia construido por años podía derrumbarse en un minuto.