El CEO Odia A Los Omegas

POV Ethan

El día de la fiesta de Elisa finalmente había llegado, y me encontraba ansioso por ver cómo sería la noche. Alexander pasaría por mí a mi casa, lo que me emocionaba demasiado, aunque en parte sentía que me estaba aprovechando de la amabilidad de él.

Alexander tocó mi puerta y cuando la abrí, lo vi parado frente a mí y no pude evitar sentir una oleada de nerviosismo y emoción. Él estaba impecable en su traje, con una elegancia natural que seguramente lo haría destacar entre toda la multitud, y yo, bueno, me había esforzado por lucir lo mejor posible para no avergonzarlo.

-Te ves muy bien.- Dijo Ethan con una expresión neutral, de verdad me costaba imaginarme qué pasaba realmente por su cabeza.

Sus palabras me tomaron por sorpresa, y sentí como el rubor subía a mis mejillas. No estaba acostumbrado a recibir cumplidos de esa manera, y que haya sido Stone quien lo dijo, lo hizo todo mucho más especial.

-Gracias, usted también se ve muy bien.- Dije con timidez, aunque hubiera deseado ser más seguro sobre lo que realmente quería decir, pues estaba genuinamente impresionado por lo elegante que lucía Alexander esa noche.

El viaje hacia la mansión de Elisa comenzó con un silencio incómodo, en el lujoso y elegante auto de Alexander, cada uno estaba sumido en sus propios pensamientos. Pero en un momento, una canción animada comenzó a sonar en la radio, haciendo que no pudiera contener mi emoción.

-Me gusta mucho esta canción, ¿le importa si subimos un poco el volumen?-

Mi entusiasmo pareció contagiar a Alexander, quien asintió con una sutil sonrisa y aumentó el volumen de la música. Pronto, la melodía envolvente llenó el auto, y me encontré cantando alegremente la letra de la canción, olvidando por un momento todas mis preocupaciones y nerviosismo.

Alexander parecía disfrutar verme divertido mientras reía y cantaba. La tensión inicial se disipó, reemplazada por una sensación de calma y felicidad. Aunque él estaba aún muy callado, podía notar su sonrisa y rápidas miradas hacia mí.

A medida que la música seguía sonando y mis risas y cantos llenaban el interior del auto, me di cuenta de lo mucho que podía disfrutar un momento así junto a Alexander. Había algo especial para mí en poder mostrarme así de simple y espontáneo ante Alexander, no me sentía juzgado, estaba agradecido.

Cuando finalmente llegamos a la mansión de Elisa, me tuve que despedir del ambiente alegre y lleno de música que se había creado por un momento en el auto, pero llevaba conmigo la sensación de conexión que había experimentado con Alexander. Me detuve un momento ante la gran puerta de la enorme casa de Elisa, y suspiré preparándome para enfrentar la noche, esperando contar con Stone.

Estaba sorprendido por la modernidad y elegancia del lugar, era hermoso y definitivamente me sentía fuera de lugar entre todas esas personas adineradas, pero debía esforzarme para no hacer pasar vergüenza a Stone, debía mantener la compostura y mezclarme entre la gente, esperando poder pasar un buen rato.