Grace Pons trabajaba en una casa de citas hasta que escapó de esa vida llena de peligros y vergüenza, para acabar dando su consentimiento a un matrimonio de conveniencia. Sin embargo, no viviría mucho tiempo como una mujer respetable si no conseguía mantener su pasado y su corazón bajo siete llaves.
El amor era lo menos importamte en el matrimonio para un hombre que había empezado de cero, y tenía aspiraciones políticas. Bruno Valverde necesitaba una esposa adecuada para garantizar su elección y darle una madre a sus hijos.
Aún así, el deseo hacia su bella esposa comenzó a ser irresistible, hasta que los secretos de su pasado empezaron a descubrirse...
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¿Qué espera Bruno de mí?
Algunas veces, los zapatos de las mujeres no tienen la suela muy firme y el pavimento es de adoquines todo el rato.
Estos botines tienen una buena suela Por ese motivo. Dijo ella.
En realidad, agradecía ese rato para serenarse. Disfrutaría con el paseo y el aire fresco. Bruno le tomó la mano y ella solo pudo pensar en la noche lluviosa que había pasado en su cama. Miró hacia arriba, pero no vio ni una nube en el cielo estrellado.
Una vez en casa de los Villegas, un sirviente tomó el chal de Grace y los acompañó hasta una habitación enorme que ya estaba llena de invitados.
Soy Jimena Villegas, querida, se presentó una mujer sonriente que se había acercado a saludarlos. Él es mi marido, Sergio.
Sergio le tomó la mano y se inclinó cortésmente.
Había oído decir que Bruno se había casado con una mujer muy bella, pero no me imaginaba que lo fuese tanto.
Grace sonrío con educación, pero estaba un poco, ruborizada. No le había gustado como la había mirado, con más lascivia que admiración. Retiró la mano y tomó el brazo de Bruno mientras le entregaba el regalo a Jimena.
Un detalle para ti.
Gracias, querida, ella dejó el paquete en una mesa y Grace se fijó en el montón de regalos. Pueden servirse las bebidas allí.
Bruno entró en la habitación con Grace y le señaló un mueble bar con tapa de mármol.
¿Quieres beber algo?, le preguntó.
Lo mismo que tú, gracias.
Él sirvió un líquido rojo en una copa y se lo dio a ella. Bruno había tenido razón cuando le habló de las flores. Había flores por todos los rincones. Grace le preguntó a Bruno los nombres y él sabía casi todos. No pudo evitar acordarse de Celeste y de lo que le gustaron las flores silvestres que ella le llevó.
Hola, Grace.
Ella se dio la vuelta y se encontró con Kenia.
Me había preguntado qué tal te iría. Visité a Celeste esta semana y está muy contenta con su ranchero.
Me alegro por ella.
Kenia sonrió levemente y miró por encima de su hombro como si esperara a alguien. Un hombre algo mayor se acercó y saludó a Bruno con la cabeza. Bruno le tendió la mano.
Gerardo...
Los hombres se estrecharon la mano.
Mi esposa Grace. Grace, te presento a Gerardo.
Grace intercambió algunas cortesías con el hombre bajo la atenta mirada de Kenia.
¿Te gusta nuestra ciudad en crecimiento?, le pregunto él.
Sí, es muy agradable, contestó ella.
El teatro estará terminado a finales del verano. Habrá óperas y representaciones y tendremos casi todas las ventajas de vivir en el norte.
El teatro ha sido el proyecto preferido de Gerardo, le explicó Bruno.
Estamos intentando cualquier cosa para atraer a más mujeres y familias, siguió Gerardo. ¿Te gusta la ópera? Kenia dice que le gusta.
No he visto ninguna.
Kenia la miró a los ojos y mantuvo la mirada mientras los hombres hablaban.
¿Nos disculpa un momento?, preguntó Gerardo. Quiero que Bruno comente una cosa con un amigo.
Los dos hombres se alejaron.
Parece que te van bien las cosas dijo Kenia cuando se quedaron solas.
¿Por casarme con Bruno? Sí, es un nombre admirable. Es amable con los niños y los empleados y generoso con su tiempo y dedicación.
Y rico, claro, añadió Kenia.
Grace la miró por su tono irónico.
Sí, tiene dinero.
Espero que estés empleando todos tus recursos para tenerlo contento, sería una pena que perdiera el interés.
A Grace no le gustó el comentario y tampoco supo por qué lo hizo. La animadversión de Kenia no tenía ningún fundamento que ella conociera. En Montemorelos vivieron bajo el mismo techo y cenaron juntas, pero no habían intercambiado más de una docena de palabras hasta que se marcharon a Sonora con el grupo. Grace de un sorbo de su bebida y Kenia se mezcló con la multitud. La anfitriona miró a Grace y se acercó a ella.
Ya veo que has encontrado las bebidas, comentó Jimena con las cejas arqueadas.
El Jerez es muy bueno.
Yo también doy un sorbo o dos de vez en cuando, Jimena se inclinó hacia ella. Pero no permitiría que las demás mujeres me vieran.
¿Es impropio de una dama?, preguntó Grace bajando la copa.
Algunas piensan que no es decoroso, contestó Jimena ladeando la cabeza.
Ah... Grace buscó un sitio para dejar la copa, pero Jimena la tomó y la dejó detrás de un helecho. Gracias, estaba preocupada por cometer un error así. No quiero dejar mal a mi marido.
No lo dejarías mal ni aunque quisieras, replicó Jimena con una sonrisa sincera. Eres demasiado encantadora y bien educada. ¿Te gustaría ver mi última obra?
Jimena la llevó a una habitación profusamente decorada que tenía un piano, varias butacas tapizadas, un montón de plantas en macetas y distintas obras de arte sobre mesas de hierro labrado. Todas las superficies estaban cubiertas con paños de encaje, marcos, cajitas enteladas y cuencos de cristal con pétalos y hojas.
He pasado semanas trabajando en este biombo.
El objeto era un biombo plegable con bisagras que tenía un collage con cientos de imágenes de mujeres y flores.
Cubrir los asientos de las butacas durante el invierno.
Grace se fijó en los bordados y en los cojines con flores y no pudo imaginarse el tiempo que había necesitado para hacer todo eso.
¿Has hecho todo esto?
Jimena asintió con la cabeza y mostró a Grace unos adornos hechos con conchas y trozos rotos de porcelana blanca y azul.
Regalé algunos de estos en las Navidades del año pasado.
Grace no supo muy bien que eran, pero asintió con la cabeza.
Son muy originales.
¿A qué te dedicas cuando ha anochecido?, le preguntó Jimena.
Fundamentalmente, se dedicaba a intentar seducir a su marido pero no creyó que Jimena quisiera oírlo.
Bueno, se puede decir que acabo de... desembarcar.
Claro, Jimena volvió a señalarle el biombo. Me quedan estampas y recortes si tienes pensado hacer algo con pegamento. ¿Qué coleccionas?
Grace echó una ojeada a los cuencos y cestas que había en toda las superficies.
Un poco de todo, como tú.
¡Por fin te encuentro!
Una mujer entró y se paró en seco para admirar el biombo.
Es precioso. ¿Cuánto has tardado?, dijo.
Desde febrero, contestó Jimena.
El orgullo de Jimena fue evidente por su manera de levantar la cabeza como si, efectivamente, hubiese sido una proeza. Grace se sintió completamente desorientada porque no sabía nada de las cosas que llenaban el tiempo de esas mujeres. ¿Esperaba Bruno que bordara los asientos de las butacas y pegara estampas en cada espacio vacío? Desde luego, no esperaba que hiciera las tareas de la casa ni que lo satisfaciera sexualmente, ¿qué más quedaba?
