Aunque su corazón se destrozara en mil pedazos tras el dolor que sufrió a causa del padre de su hijo, aún no nato, está dispuesta a seguir adelante por la pequeña vida, aunque su alma aun grite por el dolor.
En la vida a veces comenzamos muchas cosas de la forma equivocada, y el amor no está exento de caer en ese error, pero no por eso deja de ser verdadero.
Esta es la historia de un amor que aunque empezó de la forma equivocada encontró el camino.
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Veinticuatro
Mariana estaba parada junto a Gabriel con el niño dormido en brazos despidiendo al hombre frente a su casa.
- Podemos repetir este paseo en el momento que quieras.- le dijo él tocando la cara de la chica- ¿Estuvo bien para ti?- ella no contestó, simplemente se quedó quieta recibiendo la caricia del hombre y él comprendió que no era el momento para pedir algo más, así que dejó un beso en la negra cabellera y se dirigió a su auto sin que la chica dijera nada.
Se sentó detrás del volante y respiró profundamente, no entendía que le sucedía, le gustaba estar con ellos, con el niño lo comprendía, era su sobrino, pero ella, ella había sido la mujer de su hermano, lo había engañado, había jugado con él y lo dejó solo para que muriera como un perro, él tendría que odiarla no querer estar con ella.
Gabriel golpeó el volante del auto con furia, él no podía querer tenerla, no, ella era solamente su venganza.
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- ¿Como estuvo la tarde con Gabriel y Renato?- quiso saber la francesa al día siguiente.
- Bien.- le contestó secamente.
- ¿Solo bien?¿Bien por ti o bien por ellos?- Mariana suspiró y dejó las rosas que agrupaba sobre una mesa.
- Estuvo bien por los tres y eso me asusta.
- ¿Por?
- Porque no sé lo que estoy sintiendo, porque mi hijo parece muy cómodo con él y porque él parece estar igual de cómodo con nosotros.
- Y, ¿eso no es bueno?
- No se Ninete, él me dijo que vino a Italia solamente por negocios. ¿Qué va a pasar cuando esos negocios se terminen, cuando él decida regresar a su país?
- ¿Y si se queda? Quizás sus negocios puedan llevarse desde aquí sin problemas.
- No lo sé Ninete- volvió a repetir- Es pronto para decir algo, por ahora solo somos unos amigos que intentan conocerse, pero todo parece demasiado perfecto y me muero de miedo.
Ninete miró fijo a su cuñada que jugaba con unas hojas de rosal caídas en la mesa y comprendió de donde venía su miedo, el hombre en verdad le gustaba, ella tenía un sentimiento por él que iba más allá de una amistad y se alegró, lo que una vez le dijo que estaba enquistado dentro de ella se estaba disolviendo para bien o para mal.
- Por favor no le digas a Luigi que he salido con alguien, no quiero empezar una guerra de síes y noes por algo que a lo mejor no se convierte en nada.- le pidió a su amiga.
- No te preocupes, no le diré, te quiero ¿Lo sabes verdad?
Y ella levantó la vista para mirarla y las dos sonrieron.
Ya habían pasado dos días de su último encuentro, dos días sin verla, dos días en los que Gabriel luchaba entre odiarla o seguir con un sentimiento al que no podía ponerle nombre, dos días en los que había recibido otra vez la llamada de Anabel para recordarle lo que ella era y las llamadas de su madre para pedirle que no demorara, dos días en los que el hombre más que vivir parecía arrastrarse por la vida y retorcerse intentando sacudirse un sentimiento que crecía dentro de él.
Al tercer día estuvo desde bien temprano en la mañana sentado en su auto esperando cerca de la floristería para verla llegar y nada más que la chica llegó y abrió la puerta el corrió hacia la tienda.
- Todavía estamos cerrados- anunció ella al escuchar el sonido de que alguien entró y al acercarse a la puerta chocó con el hombre frente a frente.- Gabriel.
Su nombre en la boca de ella, esa era la última cosa que necesitaba para ser arrastrado hasta la locura y sin esperar la tomó de la cintura y buscó sus labios.
Un beso, eso era lo que él precisaba para poder seguir respirando, un beso de su boca, lento, en el que su lengua tocara cada rincón, en el que el sabor de sus salivas se confundieran y se volvieran una, un beso en el que los labios de Mariana bailaran al mismo ritmo de los de él.
- Dios, fue mejor de lo que imaginé. - le susurró con los labios todavía pegados a los de ella y la chica intentó esconder su rostro de él.- No espera Mariana ¿No querías?¿Te ofendí?- el la tomó del mentón buscando juntar su mirada con la de ella.
- No, estuvo bien, perdona si te hice pensar otra cosa.
- ¿Bien?¿Solo estuvo bien?- una sonrisa ladina apareció en él y ella parecía que iba a explotar de roja.
- Estuvo...- se detuvo y pensó un momento apenada- Bien- volvió a decir y escondió la mirada.
Gabriel la apretó contra su pecho y respiró su olor a jazmín.
- Si para ti estuvo solo bien tendré que esforzarme y mejorarlo, pero para mi fue como subir al cielo envuelto en las llamas del infierno.
- Gracias- le contestó y rodeó el cuerpo del hombre con sus manos para abrazarlo ella también.
- Cof, cof- escucharon la tos falsa de alguien y los dos giraron la cabeza para mirar a Ninete parada al lado de ellos con una gran sonrisa el la cara.
Mariana rápidamente quiso separarse del hombre pero él ajustó bien su abrazo y no se lo permitió.
- Buenos días Ninete- le dijo sin soltar su agarre de la chica.
- Buenos, muy buenos, si señor.- la cara de risa de la francesa era digna de una fotografía- ¿Y que lo trae por aquí tan temprano Gabriel?
- Serciorarme de que alguien amaneció bien, necesitaba eso para empezar mi día. - Mariana moría de la vergüenza mientras aquellos dos parecían divertirse- Y ahora que ya lo vi con mis propios ojos ya me voy.- tomó el rostro de la chica por el mentón y muy suavemente lo subió hasta tenerlo frente a él- Vendré por ti para comer. - pegó sus labios al oído de ella y le susurró- Necesito seguir besándote.- y sin más dejó otro pequeño beso en sus labios antes de separarse de ella.
- Hasta luego Gabriel. - se burló la francesa cuando él pasó por su lado.
- Hasta luego Ninete- le contestó poniendo las manos en los bolsillos de su pantalón y saliendo de la tienda con una tremenda sonrisa.
Gracias autora! Felicitaciones!