No soy una mujer que siga reglas o estereotipos, odio que pretendan gobernarme.
A mis cuarenta y tres años soy la soltera más feliz que existe, no tuve hijos por elección propia. No consideré que para sentirme mujer debería ser madre.
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¡Son trece años!
Flor Inés Villamizar
Escucho el sonido de un teléfono, entre abro mis ojos, viendo esos hermosos ojos que me están observando. Sintiendo el calor de su cuerpo, sus brazos abrazándome y mis piernas entre lazadas a las suyas, a duras penas dormimos unos minutos. El resto del tiempo lo hemos dedicado a amarnos y a decirnos lo mucho que nos hemos extrañado.
—Princesa, descansa un poco más. Yo llevo a Gaby al colegio, pero primero voy a darme una ducha, —dice dejándome un tierno beso sobre mis labios. Entre cierro mis ojos y observo sus glúteos y esa espalda ancha que me excita, dirigirse al baño.
Sin pensarlo me levanto y me dirijo a la cocina por dos tazas de café. Al regresar lo encuentro saliendo de la ducha, una pequeña toalla sobre su cintura y otra en sus hombros con la que ha secado su cabello. Se ve tan sexi, tan apetecible.
Coloco el café sobre la mesa y me acerco a él, hambrienta y necesitada de sus caricias, suelto la bata que llevo puesta, la cual es lo único que cubre mi cuerpo.
—Mujer, como negarme a estar contigo si te he extrañado de todas las formas, si mi sueño es tenerte entre mis brazos.
—Te amo René y si este es un sueño, por favor no me despiertes.—hablo tan cerca de su boca, sintiendo el calor que emana de su aliento, apoderándome de sus labios y el de mi ser.
—Somos realidad, Te amo Flor Inés Villamizar. Eres mía y soy tuyo. Entrelazo mis manos alrededor de su cuello, él me toma de mi trasero levantándome, enredo mis piernas a su cadera. Dejando caer la toalla que tapaba su entrepierna.
Siento como se desliza dentro de mi centro, como sus grandes y fuertes manos aprietan mi trasero y su lengua dibuja pequeños círculos sobre mis senos. Mientras mis uñas arañan su piel y mi cuerpo es recorrido por innumerables espasmos que me son imposibles de controlar. Trato de callar mis gemidos, mordiendo su hombro.
—Nena, no te cohíbas, vente y disfrútalo —escucho sus sensuales palabras, dándome la libertad para gozar. Me aferro más a su cuello, sintiendo mi cuerpo estremecerse y mi respiración entrecortarse. Él acelera los movimientos de su cadera, los cuales son acompañados de la mía. Sentir que mi cuerpo se relaja, que la humedad de mi zona lo aclama y lo pide a gritos. Sus arremetidas cada vez más fuertes y salvajes hacen convulsionar nuevamente mi centro y el palpitar de su miembro no se hace esperar derramándose dentro de mí en medio de alaridos, gruñidos y gotas de sudor.
"René fue en busca de Gaby, para llevarla al colegio, me pidió que descansara un rato más. Que necesitaba hablar algo urgente y serio conmigo, lo cual lo haremos en unas horas, ya que nos veremos para desayunar juntos".
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¡Toc! ¡Toc! —Adelante —es Karla ingresando con una charola de comida.
—¿Con quién pasaste la noche? —indaga recorriendo la habitación con su mirada.
Acercándose a los dos pocillos que hay sobre la pequeña mesa. —Esto es algo nuevo en ti, traer personas a tu casa y que ingresen a tu habitación.
—Las cosas cambian, ¿dime que te trae por aquí?
—Te llamé ayer para felicitarte por tu cumpleaños y no respondiste. Llamé a Amalia y me contó lo de tu celular. Hoy te marqué temprano y aún suena apagado, Timbré al teléfono de tu casa y Martha me comentó que no te habías levantado. Asumí que estabas deprimida porque nadie te llamó en tu cumpleaños y como tu gran amiga vine a consolarte.
—Gracias por preocuparte, pero no era necesario. Anoche me reconcilié con René —lo manifiesto sin ocultar mi felicidad.
—Pensé que nunca le perdonarías el haberte engañado y ocultarte la existencia de Gaby, pero veo que me equivoque —frunzo mi ceño.
—¿De qué hablas? —pregunto sin entender por qué menciona a la pequeña.
—No te dijo que Gaby Anderson es tu hija biológica —la escucho y me siento en medio de una burbuja, no logro entender nada, No sé por qué me parece ver una sonrisa de victoria sobre sus labios.
—¿De qué demonios estás hablando?
—Definitivamente, no tuvo el valor para ser sincero y eso que se lo exigí, cuando me entere hace unos días —me siento sobre la cama. Siento mi cuerpo pesado y temblar, aún no razonó. —Amiga, me enteré porque el parecido de la pequeña con Mateo es innegable. Yo me atreví a tomar una muestra de tu cabello y del de ella, para salir de las dudas mira los resultados son 99.9%. Mostrando que tú y Gaby son madre e hija. —me entrega la hoja, la tomo entre mis manos que no han dejado de sudar y temblar. Leo y lo que ha dicho es cierto.
—¿Cómo? —solo alcanzo articular una sola palabra, mis ojos se llenan de lágrimas.
—Flor, él nunca te ha amado, tan pronto le ofreciste el divorcio, lo hizo. Obviamente, tomó lo que siempre quiso de ti. Los óvulos que te pidió guardaran, para René solo eras la genética que necesitaba para tener un hijo. —Cada palabra que pronuncia Karla se siente como si apuntaran una arma cargada con mil balas impactando directamente hacia mi corazón.
—Eso no es posible —Prometí escucharlo, pero me siento tan pérdida, no puedo creer que el hombre que hace unas horas estuvo amándome y jurándome amor eterno, solo me use.
—Lo vas a excusar amiga, ¡son trece años! Y si contamos los nueve meses del embarazo, son casi catorce, lo que te ha engañado y te ocultó la existencia de la niña. Solo regresó porque ella se lo pidió, por él no lo habría hecho. Asumo que volvió a seducirte para controlarte, ¡no es por qué le intereses o te ame!
—¡Cállate ya! Y ¡vete! —grito exasperada.
—No te enojes conmigo, hazlo con René y con la belleza de hermana que tienes, la cual fue su cómplice. Lo más seguro es que hasta sean amantes.
—¡Lárgate! —vuelvo a gritar mostrándole la salida. Karla sale, me acerco a la puerta y me recargo contra ella dejándome caer. Sintiendo que todos los que me rodean me han traicionado. ¿Soy tan mala que lo merezco?