Una noche ardiente e imprevista. Un matrimonio arreglado. Una promesa entre familias que no se puede romper. Un secreto escondido de la Mafia y de la Ley.
Anne Hill lo único que busca es escapar de su matrimonio con Renzo Mancini, un poderoso CEO y jefe mafioso de Los Ángeles, pero el deseo, el amor y un terrible secreto complicarán su escape.
NovelToon tiene autorización de Li.m para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
#18
Al día siguiente, luego del almuerzo, Anne terminó de empacar sus cosas. Su corazón había estado demasiado inquieto, por lo que no pudo conciliar el sueño.
Las cosas iban demasiado rápido. Lo fatal y la esperanza se enredaban en el interior de la joven; tal vez estaba condenada o, tal vez, se salvaría si Justin cumplía su promesa.
—Se paciente, Anne — susurró para sí misma, intentando creer que sería capaz de salirse de ese embrollo.
Pasó media hora y alguien tocó a su puerta. Era Marlene, el ama de llaves:
—Anne, pequeña…Tu padre te llama. Quiere que vayas a su despacho, por favor.
—Oh… Enseguida.
“Que extraño…”, pensó Anne, preguntándose que podría querer su padre.
Dejó sus cosas y salió al pasillo. Paso de largo por el cuarto de Charleen, bajó las escaleras y siguió por un corredor con detalles blancos y caoba. Allí, se topó con Leticia, su madrastra, quien iba en sentido contrario. La mujer la miró de reojo y siguió camino, sin decir nada. Su expresión era tensa.
“¿Qué hace ella aquí? Es obvio que salió de la oficina de papá, no puede venir de otro lado…”, se preguntó la joven.
Sintió un extraño presentimiento, pues su padre no solía llamarla a su despacho, a menos que fuera para comunicarle algo sobre Marino S.A, la empresa de su madre. Pero lo que más le inquietaba era esa expresión que vio fugaz en el rostro de Leticia.
Finalmente, Anne dobló a su derecha y se topó al fin con la puerta del estudio, que era muy alta y de color caoba oscuro; estaba cerrada, por lo que toco tres veces.
—Adelante — se oyó a la voz de Patrick Hill decir desde adentro.
Anne entró y vio a su padre parado junto a la ventana, mirando hacia quien sabe donde.
—¿Me llamaste… papá? — preguntó la chica educadamente por pura costumbre.
—Si. Siéntate.
Anne se sentó en el sillón que daba frente al de su padre, al otro lado del enorme escritorio. Se acomodó la falda y las gafas y se dispuso a oír.
Patrick Hill se acercó, con tono amable:
—Anne, estoy orgulloso de ti, por todo lo que estás haciendo por esta familia.
—Gracias…papá — contestó, insegura y cabizbaja.
El hombre siguió hablando, como si no hubiera oído a Anne. En ese momento, ella se percató de que algo le ocultaba, que las cosas no estaban tan bien como quería hacer parecer con toda esa amabilidad:
—Verás, hija. Debo confesar que Marino S.A no ha estado funcionando del todo bien. Este fue un año difícil. Pero hice todo lo posible para que el mes entrante salgamos de deudas y poder así estabilizar las cosas.
—Entiendo que no es fácil manejar una empresa — dijo Anne intentando aparentar comprensión para poder descubrir a dónde quería llegar su padre.
Patrick se trasladó de la ventana a su sillón junto al escritorio, acomodándose los puños de la camisa. Entonces, siguió hablando:
—Sé que lo entiendes. Y me avergüenza lo que te diré ahora: solo puedo darte 2000 dólares generados por tus acciones, para tus gastos en la finca de los Mancini. Pero no te preocupes, Don Carlo me aseguró que se encargaría de los gastos de tu compromiso con su nieto; él mismo insistió.
“¿2000 dólares? Este vestido que le gané a Charleen vale más que eso. Y lo que gasta Leticia en su apariencia cada mes no se le queda atrás.”, reflexionó Anne para sus adentros, soportando el deseo de preguntarle a su padre de dónde era que ellas sacaban el dinero para sus gastos absurdos.
Anne sintió indignación. Estaba segura que las excusas de su padre no eran del todo ciertas y que esas dos arpías estaban despilfarrando dinero a costa de la empresa que había sido de su abuelo y su madre.
Sin embargo, Anne respondió fríamente:
—Está bien. Me las arreglaré.
—Créeme, para tu matrimonio me ocuparé de todos los gastos. Marino S.A se recuperará.
Creyendo que la conversación había terminado, Anne pretendió retirarse:
—Si no necesitas nada más, papá, debo terminar de alistarme…
—Espera. Solo algo más…
Anne amagó levantarse de la silla y miró a su padre, detectando una extraña expresión tensa. Conociéndolo, ahora venía lo realmente importante de todo lo que tenía para decirle:
—Anne, debo pedirte un favor. Creo que te habrás dado cuenta que, al unirte en matrimonio con un Mancini, su familia tendrá más control sobre las acciones de la empresa de tu madre, puesto que tú heredaste la porción mayor de esas acciones…
—Padre — interrumpió Anne, manteniendo su tono sereno— Esas acciones son mías. Si bien aún no tengo edad para otras cuestiones administrativas, a los 18 años si puedo decidir sobre mis acciones. Y no cedería algo así a mi futuro esposo o a cualquier Mancini; el recuerdo de mi madre es importante para mi.
Anne pronunció aquellas palabras con un convencimiento sincero. Sin embargo, su padre no se atrevió a mirarla a los ojos y tamborileaba con los dedos sobre el escritorio.
—Hija, no dudo de tus buenas intenciones. Pero cuando las personas contraen matrimonio, las cosas cambian. Los sentimientos comienzan a involucrarse y eso podría llevarte a ceder ante tu marido.
“¿A dónde quiere llegar?”, se preguntó por dentro. Su instinto la puso en alerta.
Patrick Hill siguió hablando:
—Creo que, por seguridad, deberías cederle la mitad de tus acciones a tu hermana Charleen—. Patrick carraspeó, buscando de reojo la expresión de Anne— Solo por el bien de tu familia. De esta manera, la familia Hill tendría el 50% de las acciones y los Mancini el otro 50%... ¿No te parece que sería algo más justo? Tu vienes de la familia Hill, Anne, no lo olvides…
“¿Cómo podría olvidarlo? ¡Haber nacido en la familia Hill no es más que la fuente de mis problemas!”, pensó Anne, tratando de no temblar por el enojo.
Esto era demasiado. Anne tenía ganas de soltar tantas cosas…
Como que Charleen solo era su envidiosa hermanastra y que jamás la había querido, lo mismo que Leticia Dubois, que de seguro estaba detrás de todo esto. O que su madrastra se alegraba de su desgracia y que la había drogado. O decirle a su padre que era un necio y qué le importaban más los negocios que su propia hija…
Pero se contuvo. Respetuosamente, Anne respondió:
—Padre, jamás cuestioné tu manejo de la empresa. Mi madre te la confió y yo hago lo mismo. Pero no voy a ceder mis acciones: es lo que me dejó mamá y eso es lo más importante para mí. Además, ella y el abuelo quisieron que sea así. Espero que lo entiendas.
Patrick no se atrevió a responder. Se quedó en silencio mientras su hija mayor se levantaba del sillón y se retiraba de su despacho, dejándolo solo.
Cuando Anne se fue, la mirada de Patrick cambió: el rencor se reflejó en sus pupilas. Resopló molesto y golpeó la mesa.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...