Descubre una historia donde el amor y el peligro se entrelazan en cada página. Katherine, una joven a punto de graduarse en Marketing, nunca imaginó que una noche de pasión marcaría el inicio de un romance tan intenso como peligroso. Areu, un hombre enigmático, millonario, con una seguridad que desarma, esconde un secreto capaz de destruirlos a ambos.
A medida que Katherine se sumerge en su mundo, las dudas crecen: ¿puede confiar en un hombre que nunca muestra del todo quién es? ¿Qué hay detrás de su mirada intensa y sus caricias perfectas?
Una historia cargada de romance, suspenso y giros inesperados, donde cada decisión puede costar más que el corazón. Entre besos robados y verdades ocultas, Katherine descubrirá que amar a Areu no solo es un riesgo… es un desafío contra su propia vida.
¿Estás listo para adentrarte en un mundo donde el amor puede ser el mayor peligro?
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...[No Más]...
No dormí en toda la noche.
Me revolví en la enorme cama, sintiendo la opresión de las paredes, de la situación, de todo lo que había cambiado en mi vida en cuestión de días.
La revelación sobre Areu aún ardía en mi pecho.
Él era un mafioso.
Todo tenía sentido ahora: su actitud dominante, su dinero, la forma en que las personas lo trataban con respeto, casi con miedo.
Y yo había estado ciega.
Me froté el rostro con frustración, obligándome a no llorar. No iba a derramar más lágrimas por esto.
Cuando los primeros rayos de sol se filtraron por la ventana, decidí que no podía seguir encerrada aquí.
Salí de la habitación con pasos decididos y bajé las escaleras.
Areu estaba en la sala, sentado en un sofá de cuero negro, con un cigarro entre los dedos y la mirada clavada en la chimenea apagada.
—Necesito hablar contigo —dije sin rodeos.
Él levantó la vista y sus ojos oscuros me recorrieron lentamente.
—Dime.
No sabía cómo empezar. Tenía demasiadas cosas atoradas en mi garganta.
—No puedo seguir así —solté finalmente.
Areu ladeó la cabeza, como si estuviera esperando más.
—¿Qué significa "así"?
—Significa que no quiero estar aquí, que me trajiste a la fuerza, que me mentiste todo este tiempo y que ahora esperas que simplemente acepte todo como si nada.
Areu suspiró y apagó el cigarro en el cenicero.
—No te mentí.
Solté una risa incrédula.
—¡Por supuesto que lo hiciste! Me hiciste creer que eras alguien más, que llevabas una vida normal, cuando en realidad…
Areu se levantó lentamente, su mirada afilada clavándose en la mía.
—¿Cuando en realidad qué?
—Cuando en realidad eres un mafioso.
La palabra quedó flotando en el aire como una maldición.
Areu no reaccionó. Ni siquiera parpadeó.
—Eso no cambia nada entre nosotros.
—¿Cómo puedes decir eso? ¡Lo cambia todo!
Areu dio un paso hacia mí, su presencia abrumadora haciéndome retroceder.
—No, Stellina. Lo único que cambia es lo que crees saber de mí.
Mis manos temblaban de rabia.
—Sé suficiente. Sé que he estado en peligro todo este tiempo. Sé que me usaste como un peón en este juego.
Su mandíbula se tensó.
—Nunca te usé.
—¡Me secuestraron por tu culpa!
Areu entrecerró los ojos.
—Te secuestraron porque Nikolai quería lastimarme, sí. Pero si crees que yo no habría dado mi vida por salvarte, entonces no me conoces en absoluto.
Mi pecho subía y bajaba rápidamente, mi corazón latiendo con furia.
—No te creo.
Areu sonrió, pero no era una sonrisa cálida. Era fría, letal.
—Entonces no sabes nada, Stellina.
Algo dentro de mí se rompió en ese instante.
—No puedo hacer esto —susurré, sintiendo que mi mundo se desmoronaba.
—No tienes opción.
Su tono fue tan definitivo que me dejó sin aire.
—¿Eso qué significa?
Areu se acercó más, hasta que nuestros cuerpos casi se tocaban.
—Significa que no te voy a dejar ir.
Mi estómago se hundió.
—¿Me estás reteniendo contra mi voluntad?
Areu suspiró.
—No digas estupideces.
—¡Entonces déjame volver!
—No.
Mi desesperación explotó.
—¡Maldito seas, Areu!
Le di un empujón en el pecho, pero él ni siquiera se movió.
Me miró con la misma intensidad de siempre, como si supiera que tarde o temprano me rendiría.
—Terminarás entendiéndolo, Stellina.
No quería entenderlo.
No quería nada de esto.
—Te odio —murmuré con los ojos ardiendo.
Areu no dijo nada.
Solo me sostuvo la mirada, inquebrantable, inamovible.
Me giré y subí las escaleras corriendo, sintiendo que mi mundo se desmoronaba bajo mis pies.
No podía quedarme aquí.
Tenía que encontrar una salida.