Frida Belmont, una madre soltera que trabaja como Guardaespaldas y que por juegos del destino ahora tiene que dar protección a un reconocido actor, que no es otro que el padre de su hija.
Mauricio De la Fuente, un Actor que se ve obligado a recibir custodia ya que se encuentra en peligro por amenazas a su padre.
Luego de este reencuentro, situaciones del pasado y algunas verdades saldrán a la luz.
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UN VIEJO TANGO
HACE 35 AÑOS
Antonieta caminaba por las calles del pueblo de San Fernando, había ido al mercado a comprar víveres, junto con su mamá Rufina y su hermana Carolina tenían una pequeña cocina económica que era muy concurrida tanto por los residentes como por los visitantes, era muy conocida por sus platillos, que decían todos, eran deliciosos, gracias a esto, incluso llegaron a tener gente esperando para entrar, como si fuera un restaurante de ciudad.
El negocio era rentable y les daba para vivir, sin embargo, Rufina le había dicho a sus hijas que ella no estaba dispuesta a pagarles una escuela, “las mujeres solo debemos aprender a leer, a escribir y hacer cuentas, con eso es suficiente” -les decía- “ustedes lo que deben hacer es buscarse un marido que las mantenga”.
Era una joven muy entusiasta y amable, su sueño era ser enfermera y para ello acudía a la escuela nocturna para, en primera instancia concluir su educación básica.
Con las palabras de su madre, Antonieta se convenció de que, si quería seguir estudiando, tenía que hacerlo con sus propios medios. Con esto, decidió buscar alguna actividad que le diera dinero y con un poco de ahorro que tenía por las propinas que los clientes dejaban, compró flores y comenzó a venderlas en el parque local. Esto le permitió pagar un curso de primeros auxilios, no obstante, para ella no era suficiente, quería estudiar enfermería y no iba a parar hasta
lograrlo.
Su mamá sabía que ella estudiaba, pero nunca le pidió dinero, por lo que no puso objeción.
En una ocasión, con su grupo de compañeros de curso acudieron a una ranchería a brindar apoyo a la Cruz Roja para aplicar la vacuna de la polio a los niños del lugar. Allí se encontraba un grupo de militares realizando tareas de reconocimiento.
Fue donde lo vio por primera vez.
El hombre más guapo que había visto en su vida. Era alto, de cabello y ojos café, con el uniforme militar se veía tremendamente sexy. Lo veía dar órdenes al pelotón. Para ella era inalcanzable.
Antonieta, a sus escasos 20 años, se había enamorado.
Samuel Waller solo tenía 28 años, pero gracias a su gran desempeño en campo y acción comunitaria logró obtener el grado de Subbteniente. Hijo de padre argentino y madre mexicana, era el mayor de cuatro varones y el único que se había decidido por el camino de la milicia. ¿Por qué? No lo sabía con certeza, el había nacido y crecido en un pueblo donde se localizaba un destacamento del cuerpo de Aerotropas[13] por lo que desde pequeño observaba sus actividades que le generaron interés.
Sus hermanos consideraron que lo mejor era seguir los pasos de su padre y dedicarse a la farmacéutica. Don Facundo Waller era el boticario del pueblo y solo por eso era muy respetado. No obstante, el joven Samuel decidió que su vocación era el servicio militar, por lo que, tan pronto cumplió la mayoría de edad, se alistó en el Ejército y fue adscrito al Cuerpo de Fuerzas Especiales de las Aerotropas.
Su padre al alistarse, estalló de rabia y le dejó de hablar por mucho tiempo, simplemente no quería que su hijo expusiera su vida. Él había perdido a sus hermanos en combate y por eso había tenido que refugiarse en otro país. No quería que eso le pasara a su primogénito.
Samuel recordaba a su familia todos los días y les escribía con frecuencia y cuando, le era posible, les llamaba por teléfono. Mientras hablaba con su madre, a través de la bocina podría escuchar a su padre cantar aquel viejo tango que conoció desde su niñez.
...“Verás que todo es mentira...
...Verás que nada es amor...
...Que al mundo nada le importa...
...Yira, yira...
...Aunque te quiebre la vida...
...Aunque te muerda un dolor...
...No esperes nunca una ayuda...
...Ni una mano, ni un favor...
...Cuando estén secas las pilas...
...De todos los timbres...
...Que vos apretás...
...Buscando un pecho fraterno...
...Para morir abrazao'...
...Cuando te dejen tirao'...
...Después de cinchar...
...Lo mismo que a mí...
...Cuando manyés que a tu lado...
...Se prueban la ropa...
...Que vas a dejar...
...Te acordarás de este otario...
...Que un día, cansado...
...Se puso a ladrar”[14]...
Así ha sido hasta ahora, que Samuel ya es un hombre.
Ese día, se encontraba comandando a su pelotón que llevaba a cabo labores de reconocimiento en una ranchería y allí la conoció. Ella formaba parte del grupo voluntario de la Cruz Roja para vacunar a los infantes del lugar. Era una chica inocente y alegre, diferente a otras que había conocido, ella era como una mariposa.
La segunda vez que se vieron fue en la cocina económica, cuando el grupo de soldados habían acudido a almorzar al lugar. Miradas y sonrisas intercambiaron entre Antonieta y Samuel sin que nadie se diera cuenta de ello.
Desde esa noche, se envolvieron en un juego de pasión desenfrenada, y al poco tiempo contrajeron matrimonio. La madre de Antonieta vio con buenos ojos la relación “este hombre va a poner en cintura a mi hija” -pensaba-.
Un par de meses después del casamiento, Antonieta descubrió que estaba embarazada, la noticia causó conmoción en Samuel, sin embargo, después saltó de alegría, un pibe estaba por llegar -diría su padre-.
Cuando su esposa tenía cuatro meses de embarazo, Samuel recibió la noticia de que debía viajar por una misión secreta, con mucho pesar y la preocupación por dejarla sola, se despidió de ella diciéndole que haría todo lo posible por regresar para el parto. Sin embargo, el día del alumbramiento llegó y su amado no se presentó. Ella sabía que podía suceder, sin embargo, no perdía la esperanza de que este pudiera
conocer a la recién nacida.
Así pasó un año y Antonieta dejó de tener noticias, Samuel ya no escribía o llamaba por teléfono. La pequeña Frida ya tenía 6 meses y aún no conocía a su padre. Y comenzó a preocuparse, preguntó en su destacamento y nadie sabía algo. Sus padres no habían hablado con él. Antonieta tenía miedo.
Un día, sus temores se hicieron realidad cuando un par de militares llegaron a la casa que su esposo había rentado para que pudieran vivir, la finalidad era informarle que el Subteniente Samuel Waller Alvarado había fallecido en cumplimiento de su deber y le hicieron entrega de sus pertenencias: entre ellas su placa de identificación, su bordado de color morado con su nombre escrito y una fotografía de ella. Los hombres se retiraron y Antonieta quedó en shock y con un dolor profundo en su alma y en su corazón pues no tenía un cuerpo al cual llorar.
En el destacamento le hicieron una ceremonia de honor y en la iglesia las correspondientes exequias. Antonieta estaba destrozada y sentía que no podía seguir viviendo sin su gran amor, trataba de sobrevivir por su hija quien la necesitaba, pero ella se sentía inútil estando sola.
Fue entonces cuando apareció aquel hombre interesado en ella con el que su madre le “sugirió” que se casara “para que tu hija tenga un papá y evites las habladurías”.
Y fue la peor decisión dejar que Pedro Belmont entrara a su vida.
[13]Aerotropas: Llevan a cabo misiones de combate de acción directa e indirecta. Las operaciones de
acción directa son ofensivas y cubren un amplio espectro de operaciones.
[14]Canción “Yira, yira”, Carlos Gardel, 1929.