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Sin Reglas

Sin Reglas

Status: En proceso
Genre:Amor-odio / Diferencia de edad
Popularitas:6.7k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

"Sin Reglas"
París Miller, hija de padres ausentes, ha pasado su vida rompiendo reglas para llamar su atención. Después de ser expulsada de todas las escuelas, sus padres la envían a una escuela militar dirigida por su abuelo. París se niega, pero no tiene opción.

Allí conocerá a Maximiliano, un joven oficial obsesionado con las reglas. El choque entre ellos será inevitable, pero mientras París desafía todo, Maximiliano deberá decidir si seguir el orden... o aprender a romper las reglas por ella.

Una comedia romántica sobre rebeldes, reglas rotas y segundas oportunidades.

NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 23

Narra París Miller

Había algo en aquel rincón olvidado del internado que me hacía sentir libre. Era como si todo el mundo desapareciera y solo quedáramos nosotros dos, Maxi y yo, alejados de las reglas, los uniformes, y la eterna presión de seguir órdenes. Aquí, entre muebles viejos y paredes desgastadas, era fácil olvidarse de todo.

—¿Por qué te gusta tanto este lugar? —preguntó Maxi mientras sacaba otra papita del paquete que habíamos compartido.

—Porque es mío —respondí, encogiéndome de hombros—. Nadie más viene aquí. Es tranquilo, y además, mira, ¿no crees que estas paredes tienen historias que contar? —dije señalando los grafitis y las marcas en el lugar.

Maximiliano sonrió, esa sonrisa suya que siempre me descolocaba, y negó con la cabeza.

—Siempre tan dramática, Miller.

—Es parte de mi encanto —respondí con una sonrisa.

Seguimos comiendo en silencio, compartiendo pequeñas risas y comentarios sobre cosas sin sentido. Todo se sentía tan natural, tan fácil. No había jerarquías aquí. Solo éramos Maxi y yo.

Mientras hablábamos, me di cuenta de que tenía una pequeña mancha de papita en la comisura de los labios. Sin pensar demasiado, me incliné hacia él y la limpié con el pulgar.

—¿Qué harías sin mí? —bromeé mientras él me miraba con esos ojos intensos que parecían ver a través de mí.

—Probablemente viviría una vida tranquila sin que alguien me regañe por comer mal —respondió, aunque su voz sonaba más suave de lo normal.

Nuestros ojos se encontraron, y por un momento, el silencio entre nosotros fue ensordecedor. Mis ojos se desviaron instintivamente hacia sus labios, y noté que los de él hacían lo mismo. Había algo en el aire, algo que no podía ignorar.

—¿Qué pasa? —pregunté en un intento de romper el momento, aunque mi voz sonó más baja de lo que esperaba.

—Nada... —respondió, pero no apartó la mirada.

La conversación sin sentido continuó, pero cada palabra parecía más cercana, cada roce accidental más significativo. Hasta que, sin pensarlo demasiado, sucedió.

Él se inclinó hacia mí, o quizás fui yo la que lo hizo. No lo sé. Pero nuestros labios se encontraron, esta vez con más intensidad, más intención. No había dudas, no había torpeza. Solo él y yo, perdiéndonos en ese beso.

Mi espalda tocó el mueble viejo mientras Maxi se inclinaba sobre mí, sus manos apoyadas a ambos lados de mi cuerpo, atrapándome sin necesidad de hacerlo. Mis dedos se enredaron en su cabello, y por un momento, olvidé respirar. Era demasiado. Todo. Y, al mismo tiempo, no quería que terminara.

El beso se alargó más de lo debido, como si ninguno de los dos quisiera soltar al otro. Mi corazón latía tan rápido que pensé que él podría escucharlo. Sus labios eran cálidos, suaves, y llenos de una intensidad que me desarmaba por completo.

—París... —murmuró mi nombre contra mis labios, con esa voz grave que siempre me hacía temblar.

—Shh... —fue todo lo que pude responder, atrayéndolo hacia mí de nuevo.

El mundo se redujo a este rincón, este mueble viejo y el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas. Pero entonces, su celular empezó a sonar, rompiendo el momento como un balde de agua fría.

—Maldición... —gruñó, apartándose lentamente, aunque sus ojos seguían fijos en los míos.

Sacó el teléfono del bolsillo, y yo aproveché para intentar recomponerme, aunque mis mejillas seguían ardiendo y mi respiración estaba lejos de ser normal.

—Tengo que irme... —dijo después de contestar la llamada, con algo de frustración en su voz.

Asentí, todavía sintiendo sus labios en los míos.

—Está bien, no te preocupes...

Maximiliano se levantó, pero antes de irse, se inclinó una última vez y me dio un beso rápido en la frente.

—Nos vemos luego, Miller. No te metas en problemas mientras no estoy.

Lo vi salir del rincón, y por primera vez en mucho tiempo, no supe cómo sentirme. Algo había cambiado entre nosotros. Y aunque no estaba segura de lo que significaba, sabía una cosa con certeza: no quería que este cambio terminara.

[...]

Narra Maximiliano William

Los deberes de un superior en este internado no eran fáciles. Las responsabilidades se acumulaban, los cadetes requerían mi atención constantemente, y las órdenes debían cumplirse con precisión. Y sin embargo, hoy no podía concentrarme en nada.

Todo lo que hacía me llevaba de vuelta a ese rincón, a esos labios, a esos ojos verdes que parecían leerme el alma. París Miller. La chiquita tenía un efecto devastador en mí, y eso era un problema.

No podía dejar de pensar en esos besos. Eran suaves y, al mismo tiempo, llenos de una intensidad que me hacía perder el control. Nadie me había besado de esa manera antes. Era como si todo mi mundo se redujera a ella, a su risa, a su torpeza y a la manera en que siempre conseguía sorprenderme.

Traté de enfocarme. Revisaba los reportes, organizaba los entrenamientos, daba órdenes con la voz firme que se esperaba de mí. Pero en el fondo de mi mente, estaba París.

—Señor William, ¿todo en orden? —preguntó uno de los oficiales más jóvenes al notar mi distracción.

—Sí, claro, todo bien. Continúe con su tarea —respondí con una seriedad que no sentía en lo absoluto.

Intenté justificarme a mí mismo. Seis años no eran nada, ¿verdad? Yo tenía 23, y ella 17, pero París no se comportaba como una niña. Era madura de una forma que me desarmaba. Y yo, bueno, no me sentía tan mayor como para que eso fuera un problema.

Suspiré, resignado. No podía permitirme estas distracciones, pero tampoco podía evitarlo. Y como si el destino estuviera conspirando contra mí, de pronto la vi pasar.

Estaba caminando por el patio, con ese andar despreocupado que siempre tenía, como si el mundo entero le perteneciera. Su cabello estaba recogido en una media cola, y sus manos estaban ocupadas sosteniendo un libro. El sol iluminaba sus ojos, haciéndolos brillar de una forma casi irreal.

Me descubrí suspirando como un tonto. No podía quedarme quieto. Antes de darme cuenta, mis piernas ya me habían llevado en su dirección.

—Miller —la llamé, y ella se detuvo al escucharme.

Se giró hacia mí, con esa sonrisa divertida que siempre me descolocaba.

—Maxi, ¿qué pasa? —preguntó, como si fuera lo más normal del mundo que un oficial la estuviera buscando en medio del patio.

—¿Podemos hablar? —dije, sin saber muy bien qué era lo que quería decirle. Solo necesitaba estar cerca de ella.

París arqueó una ceja, como si pudiera leer mis pensamientos.

—Claro, pero si esto es otro regaño, te advierto que no me vas a intimidar, ¿eh?

Sonreí, aunque intenté disimularlo.

—No es un regaño, Miller. Solo quería... Bueno, quería saber cómo estás.

Ella me miró con algo de sorpresa, pero rápidamente se encogió de hombros.

—Estoy bien. ¿Por qué no estaría bien?

—No lo sé... —dije, sintiéndome estúpido. ¿Qué demonios estaba haciendo?—. Solo quería asegurarme.

Ella inclinó la cabeza, estudiándome con esa mirada que siempre parecía ver más de lo que yo estaba dispuesto a mostrar.

—¿Seguro que eso es todo? Porque tú no sueles andar por ahí "asegurándote" de cómo están los cadetes.

Me pasé una mano por el cabello, incómodo. Maldita sea, París siempre sabía cómo ponerme contra las cuerdas.

—Mira, solo quería verte, ¿de acuerdo? —admití finalmente, sin rodeos.

Ella parpadeó, claramente sorprendida por mi honestidad. Pero luego, una sonrisa lenta se extendió por su rostro.

—Ah, Maxi, si querías verme, solo tenías que decirlo. No tienes que inventar excusas.

Su tono era juguetón, pero había algo más en su mirada, algo que me atrapaba.

—¿Siempre tienes que tener la última palabra, Miller? —pregunté, intentando no sonreír.

—Siempre —respondió con una sonrisa traviesa.

Y ahí estaba de nuevo, ese tirón que sentía hacia ella, esa necesidad de estar más cerca, de quedarme a su lado aunque supiera que estaba caminando por un terreno peligroso.

Antes de que pudiera pensar demasiado en ello, alcé una mano y le aparté un mechón de cabello que se había soltado de su peinado.

—No sé qué voy a hacer contigo —murmuré, más para mí mismo que para ella.

—Podrías empezar por invitarme un helado —respondió, como si fuera lo más obvio del mundo.

No pude evitar reírme. Esa chica siempre sabía cómo desarmarme.

—Está bien, Miller. Pero después de esto, más te vale no meterte en más problemas.

Ella sonrió, triunfante, y comenzó a caminar a mi lado como si nada hubiera pasado.

Pero yo sabía la verdad: algo había cambiado entre nosotros, y no tenía ni idea de cómo manejarlo.

1
Ambar Morales
me encanta,cada dia se enamoran mas
Sandra Robles
otra enemiga para París.
Sandra Robles
y ahora que va a pasar.
Sandra Robles
con maximiliano, ya están cayendo los muros. cada día más cerca maxi y París.
jorge sisiruca
me encanta y lo q más me gusta es q actualizas rápido
rissel doriannys aguilar aguilar
Normal
Mel yang
Me encantó
Ambar Morales
me gusto
pero quisiera que terminase de otra forma
Graciela Martinez
Excelente
Lucero Lopez
Excelente x favor más capítulos
Favy Salto
la historia es realista, creible y muy romantica ... ATRAPANTE ... QUEREMOS MAS POR FAVOR
Ana Gonzalez
más capitulos 🙏
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