Mariza, una mujer con una extraña profesión, y que no cree en el amor, se convierte en la falsa prometida de William, un empresario dispuesto a engañar a su familia con tal de no casarse.
Por cosas del destino, sus vidas logran cruzarse y William al saber que ella es una estafadora profesional, la contrata para así poder evitar el matrimonio.
Lo que ninguno de los dos se espero es que esa decisión los llevaría a unir sus vidas para siempre.
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capítulo 23
La noche ya había caído completamente sobre la mansión Friedman, y mientras la mayoría de los invitados se relajaban en el jardín trasero con una copa de vino o conversaban en pequeños grupos, William se excusó discretamente y salió en busca de Santiago.
Lo encontró en la terraza, apoyado contra la baranda con una copa de whisky en la mano y la mirada fija en el cielo estrellado.
—¿Puedo acompañarte? —preguntó William, manteniendo la distancia por respeto.
Santiago desvió la vista hacia él, luego asintió.
—Claro.
William se situó a su lado, sin hablar al principio. El silencio entre ambos no era incómodo, pero estaba cargado de cosas no dichas. Finalmente, fue Santiago quien rompió la quietud.
—He alejado a todos —dijo sin rodeos—. A cada tipo que ha intentado acercarse a Mariza por interés, fama, conveniencia... No tienes idea cuántos lo han intentado. Algunos bien disfrazados, otros patéticos. Pero todos tenían algo en común: no la merecían.
William bajó la mirada, reconociendo el peso de esas palabras.
—Lo entiendo —murmuró.
Santiago bebió un sorbo de su whisky, luego giró un poco para mirarlo de frente.
—No te mentiré. Esto es nuevo para todos… pero más para mí. Nunca pensé que llegaría el momento de aceptar a alguien más en nuestra pequeña familia de dos. Mariza y yo lo hemos sido todo el uno para el otro durante muchos años. Ella me dio una razón para seguir adelante cuando todo parecía derrumbarse… y yo me convertí en lo que necesitaba: su hermano, su figura paterna, su guía, su escudo.
William lo miró con atención, notando cómo la dureza habitual de Santiago se mezclaba con una vulnerabilidad poco común.
—Debe haber sido difícil —dijo con sinceridad.
—Lo fue —admitió—. Pero lo volvería a hacer. Por eso… esto no es fácil para mí. Verte a su lado, ver cómo te mira, cómo confía en ti. Me alegra, pero también me asusta. Porque si tú llegas a fallarle, no tendré la capacidad de perdonártelo.
William asintió con seriedad. No como una amenaza recibida, sino como una verdad aceptada.
—Lo entiendo, Santiago. Y no planeo hacerlo. No planeo fallarle.
Santiago bajó la vista un momento y luego dejó escapar una leve risa seca.
—No busco intimidarte, William. Solo quiero que entiendas lo que significa estar con ella. Si tú estás dispuesto a tratarla como se merece… no solo vas a tenerme como cuñado. Me tendrás como aliado.
Hubo una pausa. William sintió cómo algo en su pecho se apretaba. No por las palabras duras, sino por lo injusto que era todo. Porque aunque él deseaba que aquellas promesas se cumplieran, que aquella alianza se forjara de verdad, aún estaban mintiéndoles a todos.
Y sin embargo, por primera vez desde que comenzó aquel acuerdo con Mariza, sintió que el futuro que fingían podría llegar a ser real si ambos lo querían.
—Gracias por decirme eso —respondió con honestidad—. Sé que no era fácil para ti. Y te lo agradezco más de lo que imaginas.
Santiago lo observó un instante más, como sopesándolo. Luego, asintió una vez.
—Haz que valga la pena, William. Por ella.
—Lo haré.
Se estrecharon la mano con firmeza. Ya no como desconocidos, sino como dos hombres que habían trazado una línea de respeto. Quizá no una amistad aún, pero sí el principio de algo más duradero.
Mientras William regresaba al interior de la casa, su pecho estaba lleno de emociones cruzadas: culpa, esperanza… y una pregunta que ya no podía ignorar:
¿Y si esto… ya no fuera solo un contrato?
, no podías ser tan wey, como vas y besas a esa cucaracha mal habida