Doce hermosas princesas, nacidas del amor más grande, han sido hechizadas por crueles demonios para danzar todas las noches hasta la muerte. Su madre, una duquesa de gran poder, prometió hacer del hombre que pudiera liberarlas, futuro duque, siempre y cuando pudiera salvar las vidas de todas ellas.
El valiente deberá hacerlo para antes de la última campanada de media noche, del último día de invierno. Scott, mejor amigo del esposo de la duquesa, intentará ayudarlos de modo que la familia no pierda su título nobiliario y para eso deberá empezar con la mayor de las princesas, la cual estaba enamorada de él, pero que, con la maldición, un demonio la reclamará como su propiedad.
¿Podrá salvar a la princesa que una vez estuvo enamorada de él?
NovelToon tiene autorización de Guadalupe Nieves para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPÍTULO 22
UN MES DESPUÉS...
Diana, la cuarta princesa, seguía preocupada por la situación de sus tres hermanas. Si bien sabía que por fin Anastasia se liberó de la maldición, se había enterado de que la mayor había sido lastimada en una pelea, fracturándose el brazo. Así mismo, tanto Beatrice como Cosett seguían desaparecidas.
No obstante, ella seguía sin ser encontrada por el demonio que supuestamente la mataría y apenas entrarían a la mitad de invierno. Por ende, estaba cada vez más ansiosa, especialmente por ser la única que podía observar el anillo que había en su dedo.
Sin nada más que poder hacer, decide caminar hasta la habitación de la abuela Baba, quien pronto terminaría su recuperación por el ataque sufrido. Observando como había cierto silencio, sabía que algunas personas estaban en descanso, por lo que podría hablar más cómodamente con la anciana.
—¡Oh! ¡Pequeña Diana!—la anciana aún en cama se emocionó al sentir su olor—¿Cómo está la más dulce de las doce hermanas?
Aunque la abuela Baba había quedado ciega hacía tiempo atrás, tenía formas de distinguir a las cuatro primeras hijas de Serena. En tanto que Anastasia era la líder, la que tomaba la batuta, Diana era la que más caminaba con respeto y poseía una forma de hablar con mucha dulzura.
—Un poco cansada, abuela—respondió agachándose al lado de la cama—¿puede acariciar mi cabeza?
La anciana sonrió mientras hacía lo que la cuarta princesa le pidió, recordaba con cariño como la entonces niña le decía que cuando fuera mayor de edad ella misma le propondría matrimonio a su nieto Arthur y que haría a Anastasia la madrina de su primer hijo con él.
Como si estuvieran sincronizadas, Diana también recordaba aquella época de su infancia. Sin embargo, al no poder escapar de las malas lenguas de la sociedad, poco a poco perdió la esperanza, ya que no quería arrastrar a tan distinguido hombre por su maldición. Como consecuencia, su amor quedó solo como un sentimiento del pasado.
—Abuela Baba, tengo miedo...—susurró ocultando su mirada llorosa—no quiero morir, no quiero que nada le pase a mis hermanas, ¿por qué estamos destinadas a morir al final del invierno?
La mujer comenzó a tararear una melodía para calmar a la cuarta princesa, entendía muy bien la preocupación de la chica, en especial porque aún seguían desaparecidas, dos de sus hermanas. No obstante, tenía la esperanza de que todo cambiara, más aún porque Anastasia logró hacerlo.
—Dulce Diana, ¿Qué es lo que siento en tu mano?—preguntó mientras la tocaba.
Diana entonces le explicó que, en la noche en que ella había perdido la consciencia y que no recordaba nada lo sucedido, había aparecido a la mañana siguiente ese anillo. No obstante, no solo no lograba quitárselo, sino que también nadie podía verlo.
—Mmm, entonces es un anillo espiritual—respondió mientras lo tocaba—¿puedes describirme cómo es?
La abuela Baba seguía tocando el anillo mientras Diana se lo describía, concordando con lo que podía sentir. Al parecer era un anillo de protección, pero bastante similar a uno de compromiso. Era de plata y tenía varias joyas del color azul cielo de sus ojos.
"¡Je,je,je! ¡Oh, Arthur! ¿De verdad creíste que podías engañar a tu abuela?"
—¿No te gustaría ser fuerte como Anastasia, Diana?—le preguntó—tener la suficiente fuerza para ayudar en lo que puedas no solo a tus hermanas mayores, sino también a las menores.
—¿Cómo puedo?—cuestionó—no tengo la voluntad de Anastasia, ni la inteligencia de Beatrice o el talento en el arte de Cosett.
La abuela del papa comenzó a mover, como una niñita contenta, su cabeza, mientras sonreía emocionada por lo que pasaría. Si bien era consciente de lo diferente que era Diana, mientras tuviera el deseo de ayudar, sabía que podría hacer grandes cosas como sus hermanas.
Se imaginó a la pequeña Diana en la cama de su nieto, ambos por completo desnudos, mientras Arthur implantaba su semilla en ella, lista para darle los bisnietos que tanto quería.
—La líder de las brujas blancas me debe un pequeño favor—le contó—y, ya que tenemos la potestad de mandar a un representante para cubrir una plaza en la academia de medicina de la iglesia, ¿no te gustaría ir? ¡Puedes ver de nuevo a mi nieto!
Diana estaba un poco confundida, no sabía por qué la anciana dijo lo último sobre el papa; sin embargo, sintió una pequeña emoción al poder seguir la carrera de su padre. En la capital, solo había dos academias de medicina, la financiada por la realeza y la apoyada por la iglesia.
La academia real, que fue donde egresó su padre, no aceptaba a mujeres; sin embargo, la de la iglesia sí. La ventaja era que podría estar bajo protección, ya que la academia de medicina administrada por el vaticano estaba sobre tierra santa. Así que era un poco complicado que el demonio destinado a matarla la encontrara tan fácilmente.
—¡Lo haré!—confirmó la cuarta princesa.
—Entonces enviaré una carta para que acepten tu postulación—respondió con una sonrisa la abuela Baba—Por cierto, princesa, estudiar algo tan complicado como la medicina requiere mucha energía, así que tienes que tomar muchas vitaminas para el azote que se le viene a su cuerpo.
Diana asintió ignorante de las verdaderas palabras de la abuela Baba, quien ya estaba imaginándose como Arthur se devoraría, con el cuerpo de oso que tenía, y sus brazos tan musculosos, a la pequeña princesa que parecía un conejo.
.
.
.
.
En el despacho que la reina Irene le había preparado, mientras Jeremy Jr. seguía ayudándolo en la búsqueda de Beatrice, en lo que los duques se encargaban de buscar a Cosett, Scott se encontraba revisando algunas cosas que había preparado para su recuentro con Anastasia.
No entendía cómo las reglas de la academia militar, pese a que se encontraba en el mismo terreno del palacio, era tan estrictas para alguien como Anastasia, quien era la hermana de la reina. Una semana antes se había enterado de la pelea que esta tuvo con un compañero y de su brazo fracturado, pero no se le permitió ingresar para ayudarla.
Por eso pidió que en ese día, que era el día en que Anastasia saldría de descanso luego de un mes dentro de la academia, ser el custodio que fuera en su búsqueda. Por lo que faltando una hora para que ella saliera, se aseguró de tener todo lo necesario para curarla y aliviar su dolor.