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Eros, ¿Un Dios Distraído?

Eros, ¿Un Dios Distraído?

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Malentendidos
Popularitas:2.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria Esther

Existen muchas probabilidades que la muerte de cada uno de nosotros dé lugar a problemas de orden legal. El fallecimiento de una persona puede implicar el pago de una doble indemnización con cargo a una póliza de seguro. Esta misma póliza puede contener una cláusula en la que se señale que la compañía no pagará un solo centavo si el beneficiario se suicida dentro de los dos años siguientes a la fecha de entrada en vigor del documento.

NovelToon tiene autorización de Maria Esther para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Dos mil dólares.

Esa mujer se llamaba Yesenia Dávila. A continuación, decidió que este nombre podía hacerle el mismo papel que otro cualquiera para sus propósitos.

Una vez en tierra, tomó un taxi viniendo a este hotel. No llevaba ningún equipaje. Probablemente, declaró en el servicio de recepción que su equipaje llegaría aquí en otro avión. Pensó venir de compras mañana, para procurarse las cosas necesarias. Luego iniciaría la segunda etapa de su desplazamiento. Rumbo a México, a Sudamérica quizá. Se proponía seguir al pie de la letra las cláusulas del trato hecho.

Francisco Ramirez intentó hacerle una mala jugada desde el principio. No había hecho usted más que salir de la ciudad cuando el hombre llamó a la policía, comunicándole, que, según pensaba él, usted Había decidido huir.

Le diré para que esté informada que dentro de California la huida constituye una prueba de culpabilidad. Esta prueba es válida en un proceso de tipo criminal, pudiendo ser esgrimida contra la persona acusada.

Se ha lanzado hacia los brazos de sus enemigos. Ha dado usted al fiscal de distrito un motivo justificado para que actúe en contra de sus intereses.

¡Por el amor de Dios!, ¿cómo ha sabido usted todo esto?, preguntó la señora Rodríguez.

Martínez se desentendió de la pregunta.

Lo que yo quiero saber ahora es cuánto dinero sacó usted del banco.

$60,000.

¿En billetes grandes?

En billetes de a $100.

Deme 2000, dijo Martínez no los volverá a ver, téngalo en cuenta. Voy a intentar sacarla del atolladero. Araceli García le dará compañía hasta que yo regrese. Estaré ausente de veinte a treinta minutos.

¿Qué va usted a hacer?

Le he dicho que voy a intentar sacarla del atolladero.

¿Se trata de algún soborno?

No digas tonterías, repuso a Martínez. Soy un funcionario incorruptible. Estoy obligado a comportarme en todo momento de un modo correcto. Ahí abajo se encuentran los miembros de un club internacional. Espero localizar entre ellos algún periodista. También espero que el que yo encuentre, resulte ser razonablemente inteligente.

Martínez consultó su reloj.

Vamos apretados de tiempo, dijo, deme esos $2000.

Kendra Rodríguez abrió su bolso, casi rebosante de billetes y contó la cantidad pedida.

Espérame aquí, Araceli.

Martínez abrió la puerta, perdiéndose en el pasillo.

Kendra Rodríguez preguntó a Araceli García:

¿Qué es lo que se propone hacer?

Araceli García movió la cabeza, contestando:

A mí me parece que dentro de poco va usted a ser entrevistada por la prensa. Es conveniente que cambie de aspecto levemente. Lávese la cara con agua fresca, y maquíllese de un modo discreto. Pediremos al bar algo de beber. Cuando el señor Martínez esté de vuelta todo se encontrará en orden.

Martínez preguntó a uno de los empleados del hotel:

¿Dónde se celebra esa reunión de los miembros de negocios?

Están en el comedor en una de las habitaciones anexas. Abra esa puerta y siga hacia la izquierda.

¿Hay algún representante de la prensa?

Sí. Han venido dos reporteros. Bueno, me parece que uno de ellos se ha ido ya...

Martínez entró a los pocos momentos en una estancia en la que habría unas setenta y cinco personas. Uno de aquellos hombres, puesto en pie, pronunciaba en aquellos instantes un discurso sobre el tema de las relaciones internacionales.

El abogado se plantó en uno de los rincones de la sala, esperando a que el orador terminara de hablar. Sus palabras fueron acogidas con muchos aplausos. Cleofas se fijó en un hombre que parecía llevar allí la dirección del acto. Acercóse a él, diciéndole:

Me llamo Martínez. Soy abogado y ejerzo en Los Ángeles. Me esforcé por llegar aquí antes, pero resulta que perdí mi avión. Tengo que hacer una comunicación importante a estos señores, no necesitaré más de cinco minutos.

¿Es usted el Señor Cleofas Martínez?

En efecto.

El rostro del hombre se iluminó.

He oído hablar mucho de usted, para mí es un gran placer conocerle.

Seguidamente, levantó una mano, imponiendo silencio; después se acercó al micrófono, diciendo:

Caballeros, quiero presentarles a un abogado de Los Ángeles que trae un importante mensaje para nosotros. Creo que todos ustedes habrán oído hablar de Cleofas Martínez, el famoso Cleofas Martínez. El Señor Martínez se había propuesto llegar aquí antes, pero por haber tenido qué ocuparse de ciertas cuestiones en su despacho, perdió su avión, viéndose obligada a tomar otro que salió más tarde. Me ha pedido que le disculpe ante los miembros de esta organización, y que no necesitará más de cinco minutos para darnos cuenta del motivo de su visita.

El orador se volvió extendiendo un brazo para señalar al abogado.

Caballeros: ¡ante ustedes, nada más ni nada menos que Cleofas Martínez!

Martínez fue acogido con una entusiasta salva de aplausos. Uno de los que tomaban parte de en el banquete se puso en pie, y después fueron levantándose sucesivamente los demás. Se produjo una ensordecedora ovación.

Cuando el abogado, siempre sonriente, hubo conseguido que todos se sentaran de nuevo, manifestó:

Caballeros, voy a ser muy breve. He de referirme a una de mis clientes de Los Ángeles, quien no quiere que sea revelada su identidad. Ha tomado, al efecto, muchas precauciones. Puedo decirles que ha venido a esta ciudad utilizando un nombre supuesto, incluso. Es cliente mía, como ya he dicho, y me ha pedido que en esta ocasión sea su portavoz.

Mi cliente piensa que el futuro de la humanidad depende en gran parte, de la comprensión existente entre las diversas comunidades mundiales.

Estamos llegando a una etapa de plena colaboración internacional. La fuerza es un elemento tan destructor que pronto será abolida. La amistad internacional y la mutua comprensión desterrarán de la faz de nuestro planeta el egoísmo mezquino con que las naciones forjaron sus mutuas relaciones en el pasado.

Mi cliente ha realizado un estudio relativo a las diversas organizaciones que están contribuyendo extensa e intensamente el desarrollo de la anhelada comprensión internacional. Y ha decidido, caballeros, que ustedes han dado al problema un enfoque sumamente atinado. Para abreviar, les diré, caballeros, que mi cliente me ha pedido que mantenga su nombre en el secreto. He de referirme a ella, simplemente, como la señora Anónima. Me ha pedido también que en su nombre haga entrega a ustedes de la suma de dos mil dólares. Esta cantidad puede ser aplicada a un presupuesto publicitario, a una campaña planeada para lograr la divulgación de sus ideas. También Está conforme ella con que sirva para sufragar gastos de la organización. Por consiguiente, es para mí un placer proceder a la entrega de ese dinero.

Martínez sacó los billetes de uno de los bolsillos interiores de su chaqueta, poniéndose a contarlos.

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