Lobo Jefe (Libro 4) Saga Dumont

Mi dulce Sashi, hoy tenemos junta con los clientes de España. - dice Ernest a su destinada.

- Ya todo está preparado para que les presentes los nuevos prototipos, también se les presentará la app de la pequeña Juliette. - dice la morena, alistando las carpetas.

- Perfecto, vamos mi dulce tigresa. - salieron de la oficina, cargando ambos las carpetas.

Al llegar a la sala de juntas, ya los estaban esperando tres hombres, dos mayores y uno joven, que no le sacaba los ojos de encima a la luna del beta de Lune de Sang.

Si ese pobre hombre supiera que estaba ante uno de los mayores asesinos de la naturaleza, no osaría mirar a la hembra de otro.

- Ajam... - carraspea para que el imbécil centre su mirada en él y no en su tigresa - daré inicio a la explicación sobre los prototipos, por último, les mostraré la app en la que estamos trabajando.

El beta prosiguió con su exposición, cada prototipo era mucho mejor que el anterior. Una vez terminada la reunión, se pactaron los acuerdos y se firmaron los contratos, también quisieron invertir en mejorar la app de Juliette.

- Quien se iba a imaginar que esa pequeña cachorra iba a ser millonaria con tan solo 6 años jejejejeje. - dice Ernest divertido.

- Es una pequeña demasiado curiosa e inteligente, si sigue así, pronto será más rica que los Dumont. - bromeó Sashi.

Pero si analizaban la situación, esa niña no iba a necesitar la herencia económica de sus padres.

Ernest pronto avisó a Sébastien sobre todo lo acontecido en la reunión, el alfa no había podido asistir pues irían al primer control de Sandra. Dos días la que debía ir era Sandra, quien también estaba esperando a sus cachorros, aunque ellos sabían que serían 3, justo como su padre y sus tíos.

- Mmmm... huele delicioso, - las mejillas de Sashi estaban rojas - huele a la excitación de una linda morena tigresa. - se pegó a ella, olfateando su cuello - ¿Necesitas que alivie tu cuerpo?Mi Gatita india.

- Si... si... te necesito lobito, necesito que me alivies. - le dijo con la mirada cargada de lujuria y deseo.

Aunque nadie ingresaba a su oficina, por si acaso, no quería ser interrumpido. La llevó a la habitación de descanso que tenía su oficina. Le sacó toda la ropa y admiró el bello cuerpo de su mate, amaba su piel morena ocre, era la primera y la única, antes solo salía con rubias y pelirrojas en contadas ocasiones, estas últimas lo hacían recordar que tenía una hermana pelirroja y eso lo hacía sentir raro. Nunca las morenas fueron de su apetencia, pero Sashi es su mate, ama de ella todo.

- Quiero probar esto. - sin pensarlo dos veces, puso su boca directamente en la intimidad es ésta, saboreando a gusto toda su esencia.

Sashi era un mar de gruñidos, rugidos dulces y gemidos. Sus ojos cambiaban de pardos a negros, Baghira deseaba tomar el control, pero por protección a sus cachorros, trataba de mantener su coherencia.

- Te quiero dentro de mí, lobo mío. - la voz raspoza de Baghira le anunció a Ernest que debía entrar pronto para calmar su fiereza.

Entró en ella de una sola estocada, había notado que desde que inició su embarazo, la tigresa estaba más caliente, al punto de ser quemante, suerte que por ser lobo, suele ser más resistente.

Ambos alcanzaron el clímax, quedando solo un amasijo de sudor y otros fluidos.

- Que bueno que soy un hombre lobo, eres candela viva mi amor... uuuf. - dijo aún agitado - creo que por hoy debemos irnos, aún siento deseos de ti.

Pronto culminaron los pendientes y se fueron al Penthouse del beta, pues las ganas no los dejarían llegar a la manada.

En Lune de Sang, Sandra estaba muy feliz, tendría su primer hijo y es un varoncito. A veces le entra tristeza, pues le hubiera gustado compartir esa alegría con su familia.

La pequeña Juliette estaba feliz porque pronto tendría a su hermanito, al que le enseñaría muchos juegos.

- Mami, ya podemos arreglar la habitación de mi hermanito. - hablaba con la dicha reflejada en sus hermosos ojos.

- Claro que si mi princesa, tú ayudarás a mami en todo. - le contestó con ternura su madre.

- Bueno, mis queridas damas, debemos aprovechar e ir a comprar todo para la habitación del cachorro. - sugirió el alfa.

- Siiiiii... - dijo con emoción la cachorra.

Así los tres se fueron al helipuerto, suerte que tenían dos naves y siempre estaban a disposición, tanto en París como en Lune de Sang.

Al llegar a la ciudad, se fueron en una de las camionetas rumbo al centro comercial, donde se hallaba la tienda para bebés.

Sus dos princesas se volvieron locas en la tienda de bebés, querían llevarlo todo, él solo reía al darse cuenta que no se sabía quién de las dos era la niña. Las vendedoras estaban felices con la gran venta, al final del día, los tres comieron postre, decidieron quedarse en París, pues madre e hija estaban cansadas.