CONTRATO CON EL CEO

ABIGAIL GRUBSTEIN

Regresamos de las Cabañas en Bearsville. El estar dos días ahí, fue un acto de romanticismo puro. Larry sin duda es un italiano romántico y atento. De pasar a escapar a no querer alejarme de él, ha sido un giro grande.

Pasó unos meses más y siento que no hay regreso atrás, estoy enamorada de él.

Él entró al cuarto y me abrazó dándome unos besos en el cuello.

— Calma, mis anticonceptivos se terminaron ayer.

—Tengamos un hijo — guardé silencio.

Aunque amo con todo mi corazón a Larry, aún no me siento preparada para dar ese paso.

— Aún no. Te amo, pero tener un hijo es algo que quiero pensar un poco más.

— Está bien. Lo llevaremos con calma. Quiero que salgamos a distraernos esta noche, me gustaría invitarte a bailar y a tomar algo.

— En serio— cada vez que salía con él, me ponía feliz.

Ese día no lo acompañé al trabajo, me quedé arreglándome. Cuando él llegó yo estaba lista, llevaba un vestido rojo ajustado a mi cuerpo.

— Wao. Estoy dudando si salir o quedarme comiendo mi festín.

— Quiero salir amor. He dedicado tiempo en mi maquillaje. Además, quiero presumir a mi esposo guapo.

Él sonrió. Larry se dio una ducha y se puso ropa muy juvenil, distinta a la que siempre usa.

Antes de ir al restaurante, le pedí que pasáramos por la farmacia para comprar los anticonceptivos. La farmacia estaba cerrada.

— No te preocupes, voy a pedirlas en línea y que las reciba Nana. ¿Te parece?

— Gracias amor.

Llegamos a un bar- restaurante muy elegante. Larry pidió una bebida fuerte. Él me acompañaba nada más con una copa.

LARRY RUSSO

Abigaíl se tomó varias copas.

— Quiero bailar — ella se levantó de su silla y empezó a bailarme tan sensual.

Ella es única y sin inhibición alguna. Eso me fascina de ella. A diferencia de Aurora que era más conservadora.

— Es hora de irnos— me estaba poniendo caliente, el movimiento sensual de sus caderas.

Llegamos a la casa y fuimos directo al cuarto. Le pedí a Nana que nos llevará una botella de vino.

 Nana nos llevó las pastillas y la botella de vino. Tomé una copa más, mientras que ella tomó un par.

Tener a Abigaíl a mi lado ha regresado muchas cosas a la normalidad, como mis horas de sueños. Con ella, mis pesadillas se acabaron, duermo más tiempo, me hace sentir aliviado, que todo está bien, ella ha sido la medicina que necesitaba para curar mi corazón.

Esa noche hicimos el amor un par de veces hasta quedarnos dormidos.

Nos levantamos ya tarde, pero como era sábado no importaba. Hubo un momento que Abi me asustó, se levantó inmediatamente a tomarse la pastilla anticonceptiva.

— Por Dios, me asustaste. Abi, mi reina se acerca nuestro aniversario de bodas. ¿Qué te gustaría hacer?

— No lo sé. No tengo nada en mente.

— Piénsalo y después me lo dices. Otra cosa, Nana no va a estar con nosotros una semana. Nos va a tocar hacer algunas cositas nosotros dos.

— Está bien. Para mi no hay problema, se valerme por mi misma.

Nana viajó a Italia.

ABIGAIL GRUBSTEIN

Me levanté muy temprano para hacer el desayuno mientras Larry se alistaba.

— Parecemos una pareja de verdad. Los dos solos.

— Siempre hemos parecido pareja.

Ese día no lo acompañé a la empresa, me quedé tratando de hacer un poco de los quehaceres y preparar mi currículum, aunque ya trabajaba con él, quiero regresar a lo que me gusta, dar clases. Ya lo habíamos conversado y él estaba de acuerdo.

Hice un poco de limpieza. Larry ya se había ido a la empresa. Entré a su despacho para usar la computadora, pensando que podía trabajar desde ahí mi currículum.

Me senté en la silla de su escritorio. Todo parecía normal y nada fuera de lo común, hasta que abrí la gaveta de su escritorio para buscar un mouse.

Había una retratera boca abajo. Eso llamó mi atención. Dudé un momento en sacarla, Pero la curiosidad me terminó ganando.

La tomé entre mis manos. Era una foto de una mujer que era exactamente igual a mi

¿Qué es esto? ¿Quién es ella? ¿Es un fotomontaje o que? No comprendo.

Entre más miraba la foto, más curiosidad tenía. Sentía una sensación en mi estómago. Mis manos me temblaban y sentía ansiedad. Mis lágrimas empezaron a salir sin comprender que sentimientos era eso que sentía.

Empecé a buscar entre sus cosas. Había una cajita forrada con papel estampado en rosas. Lo abrí y el error más grande fue hacerlo. Había más fotos y cartas dirigidas a ella.

Una carta expresaba su amor por ella. Ella era su prometida Aurora. Habían fotos de los dos. Se veían felices. Él la amaba.

¿Qué soy yo para Larry? ¿Un reemplazo? Mis sentimientos estaban en shock.

Ella y yo somos idénticas, a diferencia del color de nuestros ojos. Recordé el día que lo conocí, él preguntó si conocía a una Aurora, era por nuestro parecido.

Dejé todo a cómo estaba y salí del despacho. Me fui al cuarto. Llevaba esa sensación en el cuerpo que no podía dar un paso, mis piernas eran como gelatina.

Necesitaba saber de los labios de Larry quien era ella. Me cambié de ropa y bajé nuevamente al despacho, tomando una foto de ella.

Tomé un taxi y llegué a la empresa. Subí a su oficina.

— No me avisaste que venías— lo miré fijamente a sus ojos.

Tenía un nudo atorado en la garganta. Me sentía confundida. Quería entender por qué nunca me dijo nada.

—¿Qué sucede mi amor? — Él se acercó a abrazarme.

— Odio la mentira, odio que me usen, que me engañen— mordía mis labios mientras lo decía.

Quité sus manos de mi cintura y le di la foto.

Él guardó silencio unos minutos.

— ¿Soy acaso un reemplazo? Cuando me haces el amor, si es que me haces el amor, lo haces pensando en Aurora.

— Primero, ¿Qué haces revisando mis cosas? Segundo, mi historia con ella, es muy aparte de la historia que tengo contigo. Y si nunca lo hablé es porque aún no es el momento.

— ¿Por qué no es el momento? Que estúpida soy, pensando que me amas— me puse a llorar, tenía emociones encontradas, tristeza y enojo.

— No llores por favor. No me gusta verte llorar. Yo te amo a ti. Ella es solo un recuerdo de mi pasado. Ella está muerta.

Mi cerebro procesó sus palabras para bien o para mal.

— Ya veo. Tú no me amas, tú la sigues amando a ella. Yo solo soy ese consuelo. Siempre me pregunté por qué te fijaste en mí, si no tenías nada que ganar. Ahora lo entiendo todo.

Me sentí derrotada.

— No es así mi amor — él tomó mis manos.

— Suéltame Larry. Quiero el divorcio.

— No. No. No. Yo te amo más que a cualquier cosa en este mundo. Aurora es el pasado. Vamos a la casa, hablemos allá.

— Ya escuché suficiente. No quiero atrasarte más. Me voy a la casa.

Él tomó su cárdigan. Empecé a caminar. Larry me seguía.

Me sentía decepcionada. Mis cimientos tambalearon. Regresé a casa con Larry. En todo el camino no dije una sola palabra.