¡La Abogada Y El Ceo!

Siguiente día

Patricia se despertó positiva, abrió las ventanas de su habitación para que el aire fresco recorriera su rostro. Se duchó, se puso una hermosa bata de embarazada, blanca, y se dirigió a la casa de los Torres. Al llegar, respiro profundo, paso su mano por su vientre y como una mujer decidida, camino detrás de la empleada que la conducía hasta el comedor.

— Buen día.

Todos la miraron, era una sorpresa que se presentara en ese lugar.

— Buen día, ¿por qué no me dijiste que ibas a venir?—dijo Alba cariñosamente.

— Qué sorpresa verte aquí, Patricia.— expresó Albín.

— ¿Viniste a visitar a tu amante?— inquirió Carla.

— No, vine a buscar a, Alba.— expresó con una sonrisa.

— Mamá, no me sabía que la abogada y tú eran tan buenas amigas. — habló Víctor, aun disfrutando su desayuno.

— ¿Estás embarazada? ¿Quién es el padre de tu bebé?—indagó Carla.

— Suficiente, dejen de hacer tantas preguntas. Paty, ¿vamos al hospital? —dijo la señora, ella asintió con la cabeza.

La señora fue por su bolso, los demás se quedaron en silencio, hasta que Carla volvió a repetir su pregunta.

— Patricia, ¿quién es el papá de tu bebé?—preguntó sospecha.

— Carla, eso es algo que no te interesa.

Víctor estaba inquieto, quería saber el motivo por el cual iban al hospital, le preocupaba la salud de la abogada.

— ¿Todo bien con tu embarazo, abogada? ¿Te sientes bien? —preguntó Víctor, fingiendo no tener ningún interés.

— Estamos bien, únicamente vamos al hospital para saber el sexo de mi hijo.

— Bien. —dijo sin agregar nada más.

— Paty, vámonos.

Las mujeres se fueron, Carla se quedó intrigada, sabía que algo había detrás de esa amistad, y tenía que saber de qué se trataba. Además, saber que Patricia estaba embarazada, le hacía suponer que era de Víctor, y si era así, iba a evitar que ese bebé naciera.

Dos días después

Patricia estaba embarazada de un niño, se sentía feliz, pero había algo que le impedía respirar tranquila, y era seguir ocultándole a Víctor, que es el papá de su bebé.

Víctor estaba sumido en la descripción, tomaba alcohol más de lo normal, casi no hablaba con nadie, ni siquiera con Albín. Al enterarse de que la abogada iba a tener un hijo con otro hombre, partió su corazón en pedazos, no podía con la tristeza.

Albín se encontraba en un restaurante, triste, sin muchas opciones para conseguir el inversionista para la agencia. Había agotado su último recurso y, como si de un complot se tratara, todos se negaban a su petición.

Alguien lo vio preocupado y decidió acercarse a él.

— Hola, Albín. —saludó Patricia.

— Hola, ¿cómo estás? — expresó desanimado.

— ¿Te puedo acompañar o esperas a alguien?

— Siéntate, ¿cómo va el embarazo?

— Bien, es un niño. Te puedo hacer una pregunta, ¿por qué estás tan triste?

— Tenemos problemas en la agencia.

— ¡Qué mal!, ¿puedo saber qué tipos de problemas?

Él no quería contarle la situación, pero ella sabía cómo hacer que una persona se expresara, con razón era una abogada. Le contó todo e incluso que necesitan un inversionista, a lo que ella se ofreció con gusto, pero él se negó.

— Albín, si me aceptan como socia, la agencia se queda entre familia  —dijo astutamente.

— ¿Por qué entre familia, no entiendo?—preguntó él, confundido.

— Te voy a decir algo, pero quiero que me guarde el secreto, por lo menos unos días. Estoy embarazada de Víctor. Este bebé que llevo en mi vientre, es tu sobrino.

— ¿Qué? Esto es una broma.— dijo sorprendido.

— Te estoy diciendo la verdad, mi hijo es de tu hermano.

Él estaba realmente sorprendido, pero no quería ocultarle algo tan serio a su hermano, ellos se tenían mucha confianza, sentía que lo estaba traicionando.

— Acepto el trato, pero tengo que hablar con mi hermano.— explicó Albín.

— Únicamente serán unos días, después le voy a decir la verdad.

— ¡Joder! Mi mamá lo sabes, por eso están tan unidas, ¿verdad?

— Sí, pero le supliqué que no le dijera nada a su hijo.

— Víctor, no te vas a perdonar nunca, y de paso a nosotros. Está loco por ser padre y tú le estás negando ese derecho.

— Albín, sé que sabes lo que pasó entre él y yo, no lo denuncié por mi hijo, pero no le voy a quitar su derecho como padre.

Terminaron de hablar, Patricia había logrado su objetivo, ser uno de los dueños de la agencia Torres. Quedaron de acuerdo en verse al día siguiente.

Albín regresó a la agencia, se dirigió inmediatamente a Víctor, quien se encontraba sentado en el sofá, con la cabeza inclinada hacia atrás y un trago de whisky en la mano.

— Maldición, Víctor, ¿qué diablo pasa contigo?—preguntó Albín, molesto.

— ¿Pudiste conseguir al inversionista?—dijo ignorando su pregunta.

— Sí, mañana tenemos una reunión. Aunque sería mejor dejar que todo se vaya a la mierda, como lo estás haciendo tú.

— Sabes bien por qué estoy así, no lo puedo evitar.

Albín sabía que todo era por Patricia, pero no era momento para decirle la verdad, tampoco le dijo que ella era la inversionista.