Un Rey de Hielo, el más temido , frío y sin corazón busca a una Reina perfecta.
Una joven Audaz, fuerte, libre, envuelta en su mundo desea escapar..
¿ Qué pasará si sus caminos se unen ?
⚠️🔞❗️ Escenas explícitas, vocabulario, maltrato emocional
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Un lado sencillo
Después de una largo día, se acostó en esa enorme cama de seda, aún dando vueltas termino mirando el ventanal sentándose en la orilla mirando la gran caída.
– Espérame mamá… - susurro quedando un buen rato sintiendo el aire fresco en su cuerpo.
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La bruma de la mañana ya se había disipado cuando los sirvientes dispusieron una pequeña mesa en el jardín, bajo un rosal trepador que lanzaba sombras suaves. Sobre la mesa, platos con dulces, frutos rojos y flores frescas.
Serena llegó acompañada de Cassandra y de sus primas, que cuchicheaban bajito mientras miraban a los niños de la familia real corretear cerca del estanque.
Entre ellos, Lily, sostenía con cuidado un ramillete de flores, como si temiera que con solo tocarlas pudiera marchitarlas.
—Buenos días —dijo Serena con un tono mucho más suave de lo habitual.
Lily levantó los ojos un instante y le sonrió, tímida. Serena inclinó la cabeza, agachándose a su altura.
—¿No te gusta el té? ¿ Porque estas sólita ?—preguntó en voz baja.
Lily negó despacito.
—Me gustan más las frutillas… pero mamá dice que ensucian los vestidos. Y.. no puedo jugar porque ya estoy limpia.
Serena soltó, apenas un suspiro.
—Pues entonces hoy jugamos a ser rebeldes, jugaras conmigo. —Y, sin pensarlo mucho, tomó un puñado de frutillas del plato y se las mostró como si fueran tesoros rojos—. Mira, solo hay que tener cuidado de no aplastarlas… ¿quieres probar?
Lily dudó, mordiéndose el labio. Serena la miró con una complicidad que no solía mostrar en público.
—No vamos a decirle a nadie —susurró—. Es nuestro secreto.
Cassandra observó aquello desde su asiento, alzando una ceja pero sin intervenir. Sabía que Lily pocas veces sonreía de esa forma.
Al rato, la pequeña ya estaba sentada sobre el césped, sin importarle ensuciar su falda clara, mientras Serena le enseñaba a lanzar las semillas de frutilla lo más lejos posible. Liora y Adena se unieron al juego entre risas. Incluso los dos hermanos medianos de Orión se acercaron curiosos a mirar.
El ambiente era tan distendido que todos se olvidaron de la formalidad de la corte… hasta que Vianna apareció.
La mujer caminó con la compostura de quien está acostumbrada a que le hagan espacio. Sus pasos crujieron sobre la grava y su mirada se volvió un filo cuando vio a Lily con las manos manchadas de rojo y la falda llena de tierra.
—¡Lily! —exclamó con un tono frío y dolido—. ¿Qué estás haciendo? ¿Así recibes a nuestras invitadas? ¿Ensuciándote como una campesina?
La niña se quedó helada, sus manitos aún con restos de fruta. Bajó la cabeza, temblando un poco. Serena, que estaba sentada en el césped a su lado, se incorporó despacio.
—Fue mi idea —dijo con voz firme, antes de que Lily pudiera decir nada.
Sus palabras cortaron el aire. Vianna la miró incrédula.
—¿Tu idea? ¿Hacer que mi hija se comporte… de esa manera? —replicó con un dejo de desprecio—. No esperaba menos de alguien que no conoce las costumbres de la corte.
Serena dio un paso hacia Lily, colocándose un poco delante de ella, como un muro.
—No fue nada impropio. Solo una niña divirtiéndose en el jardín. Si hay que reprender a alguien, repréndame a mí.
Vianna frunció el ceño, preparada para responder con veneno, pero una sombra se proyectó a su lado. Orión acababa de llegar, silencioso, sus ojos oscuros fijos en la escena.
—¿Qué problema hay? —
Vianna se enderezó, suavizando el gesto en un intento de compostura.
—Majestad… estaba intentando corregir el comportamiento de Lily. No es apropiado que…
—Lo que no es apropiado —interrumpió,sin dejarla terminar— es avergonzar a una niña por jugar en el jardín de su propia casa.
El silencio fue absoluto. Vianna abrió la boca para replicar, pero el ligero endurecimiento en el rostro de Orión la hizo callar.
—Si alguien tiene algo que decir —añadió él—, que sea a mí. No a ellas.
Serena bajó la mirada un instante, como si quisiera ocultar una sonrisa apenas perceptible. Lily, detrás de ella, soltó el aire que había estado conteniendo, y se escondió un poco más tras la falda de Serena.
Justo en ese momento, Elian apareció junto con los otros hermanos mayores, que habían escuchado parte de la escena desde el sendero.
—Parece que nos hemos perdido la lección de etiqueta —comentó Elian con ironía, inclinándose ligeramente hacia Serena—. Pero debo decir que estoy de acuerdo con la nueva maestra.
Cassandra, que hasta entonces había permanecido en silencio, miró a Vianna con un brillo frío en los ojos, casi de advertencia.
—Quizá la corte necesite más tardes así… y menos discursos —dijo con voz suave, pero cargada de intención.
Vianna desvió la mirada, conteniendo su incomodidad ante las sonrisas contenidas de los presentes.
Liora y Adena se acercaron a Lily, que ahora se reía bajito mientras Serena le quitaba con un pañuelo los restos de jugo de frutilla de los dedos.
– Estás lindas manos llena de dulces como un bizcocho..— Hizo una mueca de comérselas habiéndo reír a Lily.
—Creo que esta es un de las mejores tardes de té que tuvimos —susurró Adena a Liora, que asintió, divertida.
Orión se quedó observando esa pequeña escena un momento más, sus ojos se suavizaron apenas antes de girarse para entrar al palacio. Serena alzó la vista y lo siguió con la mirada, sorprendida de haber sentido que, por un instante, no parecía el mismo hombre frío del primer día.
《¿Hoy estará enfermo? Seguro se le congeló el cerebro 》
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Después del almuerzo, Serena se puso su capucha y salió a recorrer el lugar, salgo el muro sin que la vean, eso la hizo recordado sus días en el pueblo cuando su padre le enseñó a ser sigilosa con sus manos y pies.
Serena se había permitido caminar un poco sola, disfrutando por primera vez de un ambiente que no fuera el frío mármol de los salones.
Se detuvo ante un puesto donde una anciana vendía pequeños amuletos de madera. Tomó uno, un tallado de un halcón, y lo giró entre los dedos, distraída.
—No pensé encontrarla aquí —dijo una voz profunda a su espalda.– No la vi salir por el portón.
Serena alzó la vista apenas y vio a Orión, de pie a unos pasos, con las manos cruzadas detrás de la espalda, su porte impecable incluso en medio del mercado improvisado.
– Pues no salí por ahí.. No estaba huyendo si eso piensa —
– ¿Salió como un ladrón? – Orión estaba con su capicha tambien
Serena arqueo una ceja—. Solo necesitaba aire… y algo que no tenga olor a incienso, además me gusta ser silenciosa.
El comentario le sacó a Orión una de esas sonrisas fugaces, algo que era la segunda vez que lo hacía, pero volvía a la normalidad sin entender que paso.
—Bien, porque la necesitaremos hoy. —Su tono recuperó la seriedad—. A media tarde nos reuniremos con los concejales de la cámara real. Será nuestra primera aparición juntos.
—Busca entre los vestidos que trajiste alguno que consideres apropiado.
Serena frunció el ceño de inmediato.
—¿Vestidos… apropiados? —repitió con desconfianza.
—Los que trajiste de la casa del duque —aclaró él—. Debemos dar una imagen… adecuada.
Serena dejó el amuleto sobre la mesa del puesto y cruzó los brazos.
—Con “adecuada” espero que no te refieras a esas montañas de telas con las que apenas se puede respirar.
Al decirlo, ladeó la cabeza, como si ya pudiera imaginarse el peso de los vestidos de gala, prefería cargar a un soldado que todo ese trapero.
—Si lo que quieres es que tropiece en mitad de la sala, estás en el camino correcto.
El gesto de leve fastidio en el rostro de Serena casi arrancó una risa a Orión. Se llevó una mano al rostro como si fuera a disimularla, pero la comisura de sus labios se levantó apenas.
—Intentaré no reírme durante la reunión
Luego miró hacia el sendero que conducía al palacio y añadió.
—Haré que traigan algunas opciones más sencillas de los talleres de la corte. No es necesario que parezca una estatua de oro para impresionar a los concejales.
Serena arqueó una ceja, incrédula.
— Ja. Pensé que te deleitabas viendo a la gente retorcerse bajo los trajes incómodos.
Esta vez, la sonrisa de Orión fue ladina.
—Solo cuando me aburren.
La miró de arriba abajo, evaluándola con una expresión que no era de reproche, sino de franca curiosidad.
—La sencillez te favorecerá. No necesitas telas pesadas para imponerte.
Serena apartó la mirada, pero su ceño se suavizó levemente. Caminó a su lado en silencio unos pasos, mientras el sonido de los mercaderes y la vida diaria seguía a su alrededor.
—Entonces elegiré uno que no me haga sentir un pavo real — con un suspiro resignado—. No me hagas arrepentirme.
—No lo haré —replicó Orión.
Cuando llegaron a la entrada del ala principal del castillo, un paje ya esperaba con un pequeño cofre donde guardaban algunos vestidos seleccionados por orden de Orión. Serena levantó la tapa y resopló al ver que, aunque más sencillos, seguían teniendo cintas y bordados.
—Al menos no me ahogaré en tul —murmuró, tomando un vestido de seda azul oscuro que contrastaba con sus ojos.
—Ese es apropiado —dijo Orión con un ligero asentimiento—. Será suficiente para que los concejales sepan que hablas por derecho propio, no por los adornos.
Serena se giró hacia él, con un brillo burlón en la mirada.
—¿Sabes? A veces hasta parece que piensas como una persona normal.
Orión resoplido, sacudiendo la cabeza con incredulidad.
—Y a veces olvidas que soy rey.
Pero sus ojos tenían una chispa distinta, casi divertida.
Mientras el paje recogía los demás vestidos y los llevaba a los aposentos de Serena, Orión dio media vuelta.
—Nos vemos en el salón del consejo.
—Allí estaré —contestó Serena, aún con el vestido azul en las manos y el ceño un poco fruncido.
Cuando él se alejó, Serena no pudo evitar murmurar para sí:
—Espero que al menos las sillas del consejo sean más cómodas que estos corsés.. Mis pobres pechos.. - suspiro
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