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Ecos Del Corazon

Ecos Del Corazon

Status: En proceso
Genre:Centrado emocionalmente / Autosuperación / La Vida Después del Adiós / Reencuentro
Popularitas:462
Nilai: 5
nombre de autor: Nijuma San

dos vidas al borde del abismo, sus sentimientos y emociones se cruzan, sueños inalcanzables.
Sora un chico de 19 años que ha abandonado sus sueños y Mai una chica de 18 que no sabe como avanzar, a donde nos llevará su encuentro.

NovelToon tiene autorización de Nijuma San para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

cap 22: tengo tanto miedo de nunca olvidar

La mañana llegó suave, con un sol que no ardía, sino que acariciaba las ventanas con una luz dorada, casi tímida. En el cuarto de Sora, los pinceles descansaban en un vaso de vidrio, y el lienzo en el atril parecía esperarlo con paciencia. La brisa fresca entraba por la ventana entreabierta, llevando consigo el murmullo del pueblo que comenzaba a despertar.

Sora se sentó frente al caballete. Había dormido poco, pero no sentía cansancio. Solo una extraña paz, como si algo invisible le envolviera el pecho. Tomó el pincel con suavidad, sumergiéndolo en tonos cálidos: dorados, naranjas, el azul de un cielo sin nubes. Pintaba sin pensar demasiado, dejando que las emociones guiaran sus manos.

De pronto, un dolor agudo le cruzó el pecho. No fue largo, pero sí profundo, como una punzada que le dejó sin aliento. Cerró los ojos, respirando despacio. Apoyó el pincel, se sujetó el lado izquierdo del cuerpo, pero no dijo nada. Se quedó así, esperando a que pasara. Y pasó.

“Estoy bien…”, murmuró para sí mismo. Pero su mirada ya no era la misma.

En la cocina, su madre Eri preparaba el desayuno junto a la abuela Yuka, quien removía el té con una sonrisa en los labios.

"Hoy es el festival de la cosecha", dijo Yuka, "¿Recuerdas, Eri? Cómo nos vestíamos con flores en el cabello y bailábamos hasta que dolían los pies".

Eri sonrió, aunque sus ojos reflejaban una nostalgia tierna.

"Hoy será un día hermoso, mamá", dijo, "Y Sora estará con nosotros".

Cuando Sora bajó a desayunar, llevaba las manos manchadas de pintura, el rostro un poco más pálido de lo habitual, pero con una sonrisa que bastó para disipar cualquier sospecha.

"¿Sabías que hoy es el festival?", preguntó Yuka.

"Sí, lo escuché", respondió Sora, tomando su taza de té, "Me gustaría ayudarles a preparar todo".

Eri lo miró con un dejo de preocupación, pero no dijo nada. Sabía que su hijo tenía esa forma especial de vivir los días: como si cada uno fuera un regalo que merecía ser celebrado.

El pueblo entero parecía haber despertado con el alma florecida. En la plaza central, los vecinos colgaban guirnaldas de papel y faroles color miel entre los árboles. Niños corrían con coronas de espigas en la cabeza, y las abuelas organizaban bandejas con dulces caseros y pan recién horneado.

Kaito y Mai trabajaban junto a Hiroshi, el padre de Mai, decorando el puesto de frutas y dulces. Kaito, subido en una escalera, colgaba linternas de papel con forma de calabaza, mientras Mai colocaba flores secas sobre la mesa con una sonrisa luminosa.

"¿Te acuerdas cómo nos escondíamos debajo del puesto cuando éramos niños?", preguntó ella.

"Claro. Siempre nos pillaban porque dejábamos las semillas de sandía por todos lados", rió Kaito.

Cecili y Sato caminaban por el mercado improvisado, viendo cómo la gente disponía todo con alegría. Ella probaba dulces sin pedir permiso; él tomaba fotos con una cámara pequeña.

"¿Vas a sacar fotos de todo?", preguntó Cecili.

"De todo lo que quiero recordar", respondió él, bajando la cámara y mirándola a los ojos.

Sora ayudaba en un rincón del camino principal, donde se armaba un arco de bienvenida con hojas y cintas. Cargaba ramas, martillaba con cuidado, y colgaba las telas guiado por su madre y Yuka. A ratos, se detenía en silencio. Otra punzada en el pecho. Más breve esta vez, pero igual de punzante. No decía nada.

Solo miraba el cielo.

La tarde llegó vestida de dorado. Los campos que rodeaban el pueblo se encendían bajo la luz del sol declinante, y el aire comenzaba a llenarse con el aroma de los puestos de comida recién abierta: mazorcas asadas, bollos rellenos, frutas frescas, pastelillos de arroz dulce. Todo el pueblo parecía latir con un mismo corazón, un corazón antiguo que recordaba.

Sora caminaba lentamente entre la gente, admirando los detalles, los colores, los rostros conocidos. A su lado, su madre Eri lo miraba de reojo, con la intuición silenciosa que solo una madre posee. Su hijo no decía nada, pero había algo en su forma de caminar… una sombra que apenas se notaba, pero que estaba ahí.

"¿Estás bien, Sora?", preguntó suavemente.

Sora asintió con una sonrisa.

"Solo estoy... tratando de recordar todo", respondió.

"¿Recordar?", repitió Eri, sorprendida.

"Sí. No quiero olvidar esto. Este día. Las luces, la gente, la forma en que huele el pan cuando pasa el viento. Todo. Tengo tanto miedo de... nunca olvidar".

Eri lo ve distinto, más callado, más tranquilo. por lo que piensa que no debía sacarle los ojos de encima. "No digas eso Sora, suena a que te estas despidiendo".

Ella no entendió del todo lo que quiso decir, pero no lo presionó. Lo abrazó por los hombros, suave. Sora cerró los ojos por un instante. El dolor era real, pero también lo era la belleza de ese momento. Y él quería guardarla como si pudiera encerrarla dentro de su alma.

En la plaza, la música comenzaba a sonar. Un grupo de jóvenes tocaba tambores y flautas mientras los niños danzaban a su alrededor con coronas de trigo. Las farolas se encendían de a poco, y el cielo tomaba ese azul profundo que precede a la noche.

Kaito encontró a Sora justo cuando éste se alejaba de la multitud por un momento. Le ofreció una bebida fresca y una sonrisa despreocupada.

"¿Sabes? Este es mi festival favorito. Siempre lo fue", dijo Kaito, bebiendo un sorbo, "Tiene algo que… como que te deja ser parte de algo más grande".

"Sí. Como si pudiéramos vivir dentro de un recuerdo", respondió Sora.

Kaito lo miró con atención, notando la palidez en su rostro, el sudor en la frente a pesar del aire fresco.

"¿Estás seguro de que estás bien?", preguntó Kaito.

Sora no respondió de inmediato. Solo se quedó mirando hacia el cielo. Las primeras estrellas comenzaban a encenderse.

"Lo estoy. Solo quiero que esta noche dure mucho".

Cuando el grupo entero se reunió en el centro de la plaza, el ambiente se llenó de alegría. Cecili había conseguido unas cintas de colores que amarró en el cabello de todos, incluso de Sato, que protestó en broma. Emily, algo más distante, se acercó con una caja de fuegos artificiales pequeños que pensaba usar más tarde.

Mai apareció con un vestido de lino blanco, sencillo pero hermoso, decorado con una flor naranja detrás de la oreja. Se quedó observando a Sora por un momento largo antes de acercarse.

"¿Te gusta?", preguntó, señalando su vestido.

Sora asintió, con los ojos ligeramente brillosos.

"Me encanta. Pareces... una de esas estrellas que mientras más serca se encuentran. brillan con más intensidad".

Mai sonrió, algo sorprendida, y desvió la mirada.

"Entonces espero serlo".

Jugaron, comieron, compartieron anécdotas que se perdían entre risas y luces de colores. Se tomaron fotos juntos al árbol, y cuando el festival llegaba a su apogeo, todas las personas comenzaron a armar unos faroles flotantes.

Y cuando llegó la medianoche, se sentaron todos en el centro de la plaza vacía, mirando cómo los faroles flotantes se alzaban al cielo, uno por uno, llevándose los sueños de todo un pueblo hacia las estrellas.

Sora estaba quieto, con la mirada al cielo, viendo a los faroles tocar el cielo. Mai, Ella no dijo nada. Solo le tomó la mano.

Y mientras todos miraban el cielo iluminado por los faroles, él pensaba.

"Ojalá no lo olvide. Ojalá esto quede para siempre, en algún rincón de mí, incluso si mañana ya no puedo levantarme."

Las risas, de pronto se callaron, el ruido se volvió silencio. Las personas borrosas y el cielo nublado. Sora se había mareado, se levantó de la escalera en la que se encontraba sentado al lado de los chicos. Mai se queda viéndolo, no pensó en nada, Kaito y los demás reían, Cuando vieron que Sora voltea su mirada hacia atrás.

dirige su mirada a ellos y suelta una sonría y luego cae al suelo, perdiendo la conciencia. Mai se levanta de un salto, gritando el nombre de Sora, seguido por Kaito y Sato quienes acuden a su ayuda.

"Sora. Sora, vamos despierta", gritaba Mai, preocupada.

"Vamos amigo... Vamos. Llamen rápido a una ambulancia", decía Kaito.

Cecili y Emily, no sabían que hacer, sus ojos brillosos parecían querer llorar por la impotencia y el miedo de recuerdos lejanos.

"Rápido, ustedes dos busquen a su mamá", les grita Kaito.

Las chicas empiezan a correr para buscarlas, la gente a su al rededor, se apartaron un poco para darle aire. Cecili y Emily corrían entre los puestos y las luces del festival que se volvían cada vez más pesadas. Cuando vieron una luz de esperanza, el padre de Mai quien estaba con su camioneta en ese momento.

"Señor, Señor", lloraban ambas exaltadas con lágrimas en los ojos.

El señor Hiroshi las ve, y les pide que se calmen, "¿qué pasa? ¿qué ocurrió?", les pregunta. "Es Sora necesita ir al hospital... rápido", le dice Emily, con voz alta.

Emily acude a mostrarle donde se encontraba, "Emily, ve con él, yo buscaré a su madre", le dice Cecili, y luego sale corriendo.

Al llegar el señor Hiroshi, ve a Kaito intentando reanimarlo, y a Mai agarrando su mano entre lágrimas.

"Rápido, chicos, ayúdenme a llevarlo a mi camioneta", dijo el señor Hiroshi.

Justo en ese momento, detrás de la multitud, llegaban Eri y Yuka detrás, "Sora", se escucha un grito tan grande, que parecía detenerlo todo.

"Sora, Sora, Hijo", Decía Eri mientras se ponía de lado derecho de Kaito quien lo llevaba entre brazos.

"Lo llevaremos al Hospital, rápido... hay que apurarnos", decía Hiroshi.

Todos corrían preocupados, Cecili, Emily, Mai, Kaito y Sato, no sabían bien lo que ocurrió, que pasaba con Sora. En cambio, Eri su desesperación era tal. Que los asustaba a todos.

Al llegar a la camioneta, Todos quería ir con él al hospital, pero no podían entrar todos, debían dejar a Sora respirar, por lo que solo suben Hiroshi y Kaito quien le dice a Eri qué él se encargaba.

"Señora puede seguirnos en su auto", le dice Hiroshi. Eri se dirige a su auto en el cual suben todos, siguiendo a la camioneta justo detrás sin despegarse. El Hospital quedaba justo en una colina más arriba de la escuela.

La camioneta de Hiroshi subía por la colina a toda velocidad. Las luces del hospital del pueblo se encendían como faros en la noche, recortando su silueta contra el cielo estrellado. Dentro del vehículo, Kaito sostenía el cuerpo de Sora con firmeza, pero sus manos temblaban.

"Aguanta… por favor, aguanta", susurraba, con el rostro muy cerca al de su amigo, que respiraba apenas.

Sora no respondía. Su piel estaba fría, el pulso irregular. Kaito apretó los dientes, luchando contra el miedo que se le subía por la garganta.

"No puedes irte así…", dijo con voz baja, "No después de todo esto. No ahora".

Desde el asiento del conductor, Hiroshi miraba por el retrovisor con el ceño fruncido.

"Ya casi llegamos. sigue hablándole, Kaito".

Kaito asintió sin hablar. La colina se empinaba, el motor rugía, y el hospital finalmente apareció a la vista, sus puertas abiertas bajo una luz blanca.

 

En el auto que los seguía, Eri tenía los dedos apretados al volante. Su expresión era una mezcla de miedo y determinación. A su lado, Yuka sujetaba su pierna, intentando darle fuerzas.

"Todo estará bien, Eri. Lo sé… Tiene que estarlo".

Pero Eri no podía responder. Sentía que el mundo se le partía en dos. Su hijo, su pequeño Sora, el mismo que había pintado soles en los cuadernos desde que tenía tres años… estaba perdiendo el color. Y eso era lo que más la aterraba.

En el asiento trasero, Mai estaba en silencio. Las manos apretadas sobre el regazo, la mirada fija en la camioneta que los guiaba. Sentía que su pecho se cerraba. El recuerdo de Sora cayendo al suelo, la expresión en su rostro antes de desvanecerse… era una imagen que no podía borrar.

Al llegar al hospital, las puertas de la sala de emergencias se abrieron al ver la camioneta. Un grupo de enfermeros salió corriendo con una camilla. Kaito bajó de un salto con Sora entre los brazos.

"¡Está inconsciente! ¡Dolor en el pecho, dificultad para respirar!".

Hiroshi ayudó a colocarlo en la camilla. En cuestión de segundos, Sora fue llevado al interior mientras un médico daba órdenes rápidas.

"¡Oxígeno ya! ¡Presión! ¡Necesito el historial clínico!", gritó mientras el equipo se lo llevaba.

Eri corrió tras ellos, pero fue detenida por una enfermera.

"Espere aquí, por favor. Haremos todo lo posible".

"¡Es mi hijo! ¡Déjenme pasar!", gritó Eri, con la voz quebrada.

Yuka la sostuvo de los hombros. No lloraba, pero en sus ojos se reflejaba el mismo temor ancestral que toda madre ha conocido.

Mai dio un paso adelante, como si fuera a correr tras él, pero se detuvo. La luz blanca de los pasillos le pareció demasiado fuerte, demasiado vacía. Kaito se acercó y puso una mano sobre su espalda.

"Va a estar bien", dijo, más para sí mismo que para ella.

Mai asintió sin hablar.

---

El grupo esperó en una sala pequeña con bancos de madera. Nadie hablaba. Cada minuto se sentía como una eternidad suspendida. Emily apretaba los dientes para no llorar de nuevo. Cecili tomaba la mano de Sato, y Sato miraba el suelo, como si tratara de resolver un rompecabezas invisible.

Yuka recitaba una oración baja, como si pudiera hablar con los dioses del viento o del tiempo. Eri caminaba de un lado a otro, sin poder sentarse. Solo se detenía cuando miraba la puerta cerrada al fondo del pasillo.

Mai se sentó en silencio junto a Kaito. Finalmente rompió el silencio.

"¿que le pasó?

Kaito bajó la mirada.

"Sabía que no estaba bien… pero no imagine, quizás se sentía algo enfermo, nunca que fuera tan grabe".

"Él sí lo sabía", dijo Mai, con voz rota, "Todo este tiempo nos estuvo ayudando, y nunca dijo nada... él solo sonreía".

Kaito la miró con asombro.

" Mi Sora jamás se los diría", dijo Eri

"Porque... —hizo una pausa— porque él me pidió que no hiciera de eso una despedida. Quería vivir, no sufrir cada segundo pensando en lo que vendría".

Mai cerró los ojos.

"Y yo… solo quería que tuviera una noche feliz", dijo luego.

Silencio.

Pasó casi una hora.

Hasta que finalmente un médico salió con el rostro serio. Eri se levantó de inmediato.

"¿Mi hijo? ¿Está bien?".

El médico asintió, aunque con reservas.

"Está estable… por ahora. Fue un episodio grave. Lo que su hijo tiene es una condición avanzada… probablemente relacionada con su enfermedad en los pulmones. Vamos a necesitar hacer más pruebas. Pero por esta noche, lo hemos estabilizado".

Eri cayó de rodillas, aliviada y agotada.

Y en el fondo del pasillo, detrás de los cristales empañados, Sora dormía. Una máscara de oxígeno sobre su rostro. Su pecho se movía lentamente. Vivo.

Y mientras dormía, soñaba con luces flotando en el cielo.

Con una noche dorada.

Con una flor naranja en el cabello de una chica que sonreía.

Con hermosos lagos y montañas.

Y la silueta de una chica que lo atraía.

y un recuerdo, que no olvidaría nunca.

1
Ian Versalli
me encanta este trabajo, es una historia que te despierta curiosidad, lo recomiendo, me deja con ganas de seguir leyendo, espero que actualices pronto y muy buen trabajo
Sakurashima
mientras más leo, más íntereaante es, actualiza rápido por favor/Sob//Sob//Joyful//Joyful//Joyful/
Sakurashima
en, mi opinión me encanta el libro, tiene un buena trama, tiene su parte realista, y es intrigante, quiero saber como terminara, y espero no lo haga pronto, llore en la parte del capítulo 11, le doy 4 estrellas por que aun no a terminado y queda inconcluso, y bueno también por que no actualizas rápido, pero es buena la historia, y tiene personajes que llegas a amar.
Mina
Tu historia parece bastante buena, ¡más porfa! 🤩
boing fortificado
¡Necesito saber qué pasa después! Actualiza pronto, por favorrr 😍
lyPoppy
Esto será adictivo 🤩
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