El Despertar De Luna: En Las Manos Del Enemigo

La marcha hacia la frontera fue larga y desafiante, pero mis hombres y yo permanecimos resueltos. La tensión en el aire era palpable mientras avanzábamos por el bosque, y las primeras luces del amanecer destellaban sobre el horizonte.

Mis pensamientos no cesaban siempre querían regresar a Rachel y en como la había dejado sola, cuando apenas llevaba apenas unos días en el imperio. Aunque había dejado a mis hombres de confianza a cargo de su seguridad y cuidado, la preocupación por ella me acompañaba en cada paso. Sabía que cada segundo contaba y, al mismo tiempo, sentía una honda conexión con el deber que me llamaba a proteger nuestro territorio. Pero, ¿como no podía pensar en aquella mujer tan frágil?

Mi mente dejó a un lado a Rachel, cuando finalmente alcanzamos la línea de defensa, la escena que nos recibía era caótica. Las manadas rivales se habían agrupado, y sus fuerzas parecían imponentes, eran mucho más que nosotros. Pero no permitiríamos que su amenaza nos intimidara.

—¡Mantengan la formación!— ordené, mi voz firme resonando sobre el tumulto que nos acechaba—. No permitan que nos superen. Lucharemos por cada pulgada de nuestro territorio.

Roland, mi segundo al mando, se acercó a mí y se colocó a mi lado, mientras su rostro se veía endurecido por la tensión.

—Ethan, hemos recibido informes de movimientos inesperados por el flanco derecho. Podría ser una trampa de los rivales— dijo, su voz grave y llena de preocupación.

Al escuchar sus palabras asentí, evaluando con rapidez la situación. Sabía que actuar rápido y con precisión sería crucial, pero no podíamos arriesgarnos.

—Roland, divide nuestras fuerzas y refuerza ese flanco. No podemos permitir que nos desborden. Yo lideraré la ofensiva principal y mantendremos nuestra posición.

Roland asintió, entendiendo cada una de mis palabras y se dirigió a cumplir las órdenes que le impuse. Mientras lo veía alejarse, mi mente se centró en la estrategia, en pensar cada detalle y en anticipar las acciones del enemigo. Sabía que nuestras vidas dependían de cada decisión y para eso necesitaba estar concentrado.

Cargamos contra las filas enemigas, la batalla era un torbellino de dientes y garras. El rugido de la lucha llenaba el aire mientras luchábamos con todas nuestras fuerzas. Había golpes, defensas, contraataques y el incesante sonido del choque de fuerzas rivales.

Sentí la ferocidad en cada movimiento, la adrenalina recorriendo mi cuerpo. Sabía que debía mantener la calma, que la clave de nuestra victoria estaba en la precisión y la estrategia. A pesar del caos que se desataba a nuestro alrededor, la determinación en mis ojos era inquebrantable.

Uno de los rivales consiguió romper nuestras filas por un momento, pero con rapidez y coordinación, logramos cerrar la brecha y mantener la formación. La batalla continuó, y sentí cómo la energía de mis hombres se mantenía firme. Sabíamos que no podíamos permitirnos flaquear.

Mientras la batalla se desarrollaba, mis pensamientos continuaron regresando a Rachel. Sabía que mi responsabilidad hacia ella era tan crucial como mi misión aquí.

La lucha comenzaba a inclinarse a nuestro favor. Nuestras fuerzas estaban bien coordinadas, y la determinación en nuestros corazones nos impulsaba hacia adelante. Los rivales comenzaban a retroceder, y en sus ojos podía ver una mezcla de sorpresa y respeto.

Cuando finalmente los obligamos a retirarse, la sensación de victoria llenó el aire. Sabíamos que esa batalla había sido solo una de muchas, pero nuestro compromiso nos había llevado a prevalecer.

Miré a mi alrededor, a mis hombres, y vi la misma determinación reflejada en sus rostros. La batalla había fortalecido nuestro vínculo, y sabíamos que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío.

La batalla había terminado, pero la sensación de alerta no había disminuido del todo. Habíamos logrado detener a los rivales por ahora, pero sabía que esto solo era el comienzo. Mientras nos reorganizábamos y reforzábamos nuestras defensas, mis pensamientos regresaban continuamente a Rachel.

Después de asegurarnos que el perímetro estuviera vigilado, me aseguré de reunir a mis hombres más cercanos en un pequeño consejo de guerra.

—Debemos estar preparados para cualquier eventualidad —dije, observando los rostros fatigados pero determinados de mis compañeros —. No podemos permitirnos bajar la guardia.

Roland, siempre el pragmático, asintió con seriedad. —Ethan, sabemos que esta victoria es solo temporal. ¿Qué pasos daremos a continuación?

Mi mente se encontraba en un torbellino de pensamientos, analizando cuidadosamente todas las alternativas que teníamos a nuestra disposición. Era consciente de que requeríamos un plan bien estructurado y contundente, pero al mismo tiempo, entendía la vital relevancia de mantener una comunicación fluida y contar con el respaldo incondicional de las personas en las que depositaba mi confianza. Sabía que no podía afrontar esta situación solo; el apoyo mutuo y la colaboración serían fundamentales para lograr nuestros objetivos. Cada opción que consideraba llevaba consigo pros y contras que debían ser evaluados minuciosamente, y eso solo se podía lograr si trabajábamos juntos, compartiendo ideas y estrategias que nos acercaran a una solución efectiva.

—Dividiremos nuestras fuerzas para cubrir más terreno —dije, trazando líneas en el mapa con un movimiento decidido—. Roland, tú liderarás la defensa en el flanco derecho. Mason, tú te encargarás del flanco izquierdo. Yo lideraré la ofensiva central.

Mis hombres asentían con la cabeza, conscientes de la urgencia que requerían nuestras acciones. Teníamos claro que cada paso que diéramos debía ser cuidadosamente planificado y ejecutado con precisión. El tiempo era un factor crítico en nuestra situación, y no podíamos permitirnos la más mínima demora. Era crucial que actuáramos con celeridad y determinación, conscientes de que cualquier error podría complicar aún más nuestro objetivo.

La mañana avanzó y el sol comenzó a elevarse en el cielo. Mientras organizábamos nuestras filas y preparábamos nuestras provisiones, sentí una mezcla de emoción y aprehensión. Sabía que el vínculo que habíamos forjado durante esta batalla sería esencial para nuestra supervivencia.