En un mundo donde las tradiciones patriarcales dictan el poder, Arya Eryndor, la hija menor de una familia noble, lucha por demostrar que es digna de liderar su clan. Tildada de inútil y subestimada por sus tres hermanos mayores—Aric, Magnus y Kael—, Arya enfrenta conspiraciones internas y externas mientras intenta consolidar su posición como líder legítima.
Su vida da un giro inesperado cuando hereda una vasta fortuna y propiedades tras la muerte de un benefactor secreto, lo que le da los recursos para enfrentarse a sus enemigos y reconstruir la posición de su familia. Sin embargo, la traición dentro de los Eryndor no tarda en surgir, con Aric liderando los esfuerzos para desacreditarla y Magnus y Kael urdiendo planes que pondrán en peligro no solo su reputación, sino también su vida.
En medio de estas tensiones, Arya invita a Darian Arkavian, un enemigo histórico de los Eryndor, a un festival con la esperanza de negociar la paz y desarmar las hostilidades. Pero la llegada de Darian
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El pacto de Kael
La mañana llegó con un aire denso y expectante. Arya revisaba documentos en sus aposentos cuando una ligera pero firme llamada resonó en la puerta.
—Adelante —dijo, sin alzar la mirada.
Kael entró con paso decidido. Arya dejó los documentos a un lado y se giró hacia él. No podía evitar un leve recelo, aunque la conversación en el consejo la noche anterior había comenzado a disipar parte de sus dudas.
—Necesitamos hablar —dijo Kael con seriedad.
Arya lo miró con cautela. —Habla.
Kael avanzó hasta quedar a unos pasos de ella. Por un momento, pareció dudar, pero luego exhaló profundamente, como si estuviera a punto de cargar con un peso largamente contenido.
—He cometido errores, Arya. No siempre he estado de tu lado, pero ahora entiendo que el único camino para preservar lo que queda de los Eryndor es apoyarte.
Arya arqueó una ceja. —¿Y qué te llevó a esta conclusión repentina?
Kael apretó los puños. —Magnus. He visto lo lejos que está dispuesto a llegar para tomar el poder. No tiene límites ni escrúpulos, y si logra su objetivo, nuestra casa caerá. Tú... tú eres nuestra única esperanza.
Arya no respondió de inmediato. Lo evaluó con detenimiento, intentando descifrar si sus palabras eran genuinas. Finalmente, asintió lentamente.
—Si realmente estás comprometido, Kael, hay mucho que debemos discutir. Pero entiende esto: no me basta con palabras. Necesito acciones.
Kael inclinó la cabeza ligeramente, como aceptando el desafío. —Lo sé, y no fallaré.
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Horas después, Arya organizó un encuentro entre Kael y Darian Arkavian. En un claro cercano a la fortaleza, los tres se reunieron lejos de oídos indiscretos.
Darian llegó con su característica calma, aunque su mirada evaluadora se posó en Kael con cierto escepticismo.
—Así que el hermano pródigo regresa —comentó Darian, su tono neutro pero incisivo.
Kael sostuvo la mirada de Darian, sin ceder a la provocación. —No estoy aquí para justificarme ni para ganarme tu simpatía, Arkavian. Estoy aquí porque Arya me necesita, y porque juntos tenemos más posibilidades de derrotar a Magnus.
Darian cruzó los brazos, inclinando ligeramente la cabeza. —Eso lo veremos.
Arya levantó una mano, interrumpiendo cualquier réplica. —No estamos aquí para debatir. Magnus está acumulando poder, y Rhydan sigue siendo un problema latente. Si no nos unimos ahora, ambos serán nuestra ruina.
Darian asintió lentamente. —Muy bien. Pero, Kael, si decides cambiar de bando otra vez, no esperes misericordia.
Kael esbozó una media sonrisa. —Lo mismo digo.
La tensión entre los dos hombres se disipó lo suficiente como para que Arya sintiera que podía confiar en esta nueva alianza. Ahora tenían un frente unido, pero el verdadero desafío estaba aún por venir.
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Mientras tanto, Magnus no perdió tiempo. En un salón privado de la fortaleza, rodeado de sus seguidores más leales, delineaba los pasos finales de su plan.
—Arya está consolidando su poder —dijo Magnus con una sonrisa desdeñosa—, pero su confianza será su perdición.
Un hombre de rostro curtido por los años se inclinó hacia él. —¿Y qué haremos, mi lord?
Magnus señaló un mapa sobre la mesa, donde varios puntos estratégicos estaban marcados. —Tomaremos estas posiciones clave antes de que ella tenga tiempo de reaccionar. Cuando se dé cuenta, será demasiado tarde.
Un joven de mirada astuta intervino. —¿Y qué hay de Kael? Ahora está de su lado.
Magnus rió entre dientes. —Kael siempre ha sido impulsivo. Si presionamos los botones correctos, no tardará en dudar de su lealtad.
El grupo asintió, y Magnus volvió a fijar su mirada en el mapa. Para él, la victoria no era solo una posibilidad; era inevitable.
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Arya, Kael, y Darian comenzaron a organizar a sus fuerzas en previsión de un ataque. Las tensiones internas y externas hacían cada momento crucial.
En el patio de la fortaleza, Arya supervisaba los entrenamientos mientras Darian y Kael discutían tácticas en un rincón cercano.
—Magnus atacará donde menos lo esperemos —dijo Darian, señalando un punto en el mapa.
Kael asintió. —Es lo que yo haría. Pero también sé que subestima a Arya. Eso será su mayor error.
Arya se acercó en ese momento, su mirada llena de determinación. —No podemos depender de los errores de Magnus. Debemos estar preparados para cualquier cosa.
El vínculo entre los tres se fortalecía con cada decisión compartida, pero la sombra de la traición seguía acechando. La guerra estaba a punto de comenzar, y la victoria aún era incierta.