Alejandra quien a sus 5 años fue alejada de su padre por el echo de ser la hija de una empleada y nacida fuera del matrimonio. La quiso proteger de la humillación y del maltrato, la llevó a vivir a Colombia con su familia materna. La cuido y velo por ella desde la distancia sabiendo que era la hija de su gran amor. Después de 20 años creció como una hermosa mujer, educada y valiente. Una hermosa joya... quien será la presa de un delicioso hombre que la absorberá y amará hasta que sus vidas se apaguen.
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Libera mi agenda.
El desayuno había terminado. Fue breve, pero no por falta de apetito, sino por exceso de certezas. Bruno Callahan [Padre] no necesitaba usar palabras rimbombantes para hacerse entender; sabía cuándo hablar y cuándo dejar que el silencio sembrara ideas. Y Graham, aunque no lo admitiera en voz alta, valoraba eso.
Ya en su auto, mientras el chofer lo llevaba de vuelta a la oficina, Graham iba con la mirada fija en el ventanal, sin ver realmente el exterior. Estaba pensando en Alejandra.
“Una mirada puede decirlo todo, hijo. Y en ese video, ella no miraba a cualquiera…”
La frase de su padre aún lo acompañaba como una nota sostenida en la mente. No era un comentario superficial. Bruno no hablaba por hablar. Y si él ya había detectado algo interesante en esa mujer... entonces no podía ignorarlo.
¿A quien miraba? ¿Tendrá pareja?
Alejandra Espinosa.
El nombre le gustaba. Sonaba fuerte. No era una chica más. No de esas que le bailaban al oído por poder o por miedo. No. Alejandra tenía una luz distinta… y ahora quería verla con sus propios ojos.
Al llegar al edificio, Miles lo esperaba con un portapapeles en la mano, puntual como siempre. Graham salió del coche sin apuro, con la seguridad de quien ya había tomado una decisión.
— ¿Ya tienes el itinerario listo? — Preguntó sin detenerse mientras caminaba hacia los ascensores.
— Dos semanas, se estan agotando. Tenemos una agenda ajustada. Pero hay margen. — Respondió Miles, siguiéndole el ritmo. — Si vas a conocerla, es ahora o nunca. — Graham presionó el botón del piso superior y se giró apenas para mirarlo.
— Entonces es ahora. — No sonreía, pero algo en su tono tenía la sutileza de un juego que empezaba a gustarle. No era solo un asunto profesional. Era instinto. Era curiosidad. Y sobre todo, era control.
Al entrar en su oficina, se quitó el saco, lo dejó sobre la silla y miró el mapa digital que colgaba del muro. Tocó la pantalla. Colombia. Medellín. Y en su mente, esa imagen imaginaria: la mujer con vestido vino tinto, girando sobre sí misma con una risa que no necesitaba explicación.
El plan de trabajo era claro. Pero a Graham Callahan [Hijo], los planes siempre le sabían mejor cuando llevaban su propio ritmo.
La oficina era silenciosa. La ciudad sonaba allá abajo, lejana, como si no fuera parte del mundo de Graham Callahan. Desde la ventana panorámica, él observaba el mapa digital suspendido en el muro, pero no lo veía. En su mente seguía dando vueltas la imagen de Alejandra, los comentarios de su padre, el viaje que se avecinaba... y esa molesta ansiedad disfrazada de interés.
Apoyó las manos sobre el escritorio, inclinándose ligeramente. Estaba por ordenar que Miles le agendara una llamada directa con alguien del equipo en Colombia cuando escuchó los nudillos suaves de Miri [Secretaria] en la puerta.
— Adelante — Dijo, sin moverse. Ella entró con paso firme, con la tablet en una mano y expresión neutral.
— Señor Callahan, hay algo que debería saber. — Empezó, deteniéndose a un metro del escritorio. — Lían Smith ha solicitado una reunión con usted. Para hoy. Dice que el contrato ya está redactado y listo para revisar. — Graham alzó una ceja, no por sorpresa, sino por el momento.
— ¿Lían Smith…? — Repitió, más para sí mismo que para ella. — Vaya, qué hombre tan eficiente.
— Lo es. — Añadió Miles, asomando detrás de Miri con su tono pulcro. — Al parecer, no solo se anticipó a la propuesta, sino que viene con términos. Y con prisa. — Callahan se incorporó despacio. Aún no sonreía, pero sus ojos brillaban con esa chispa que aparecía cuando el juego se ponía interesante.
— Entonces recibámoslo. Que suba cuando esté listo.
— ¿Quiere que lo atienda solo, señor?
— No. Quiero verlo a los ojos. — Dijo mientras se ajustaba el reloj y volvía a colocarse el saco. — A veces los contratos no están en el papel... sino en la mirada del hombre que los ofrece. — Miri asintió, salió de la oficina y Miles se quedó detrás, como siempre.
— Esto se mueve rápido. — Murmuró el secretario.
Graham no respondió de inmediato. Observaba su reflejo oscuro en el vidrio mientras pensaba en Alejandra, en su padre, en Colombia, y ahora... en Smith.
— Y todavía no hemos empezado. — El reloj marcaba las once con diez cuando Lían Smith entró en la oficina. Vestía como un hombre acostumbrado a cerrar tratos con un apretón de manos y una mirada firme. Traía una carpeta negra bajo el brazo y la calma impasible de quien no está ahí para suplicar nada.
Callahan lo recibió de pie, sin sonreír, pero con la cortesía propia de los negocios serios. Le estrechó la mano, le ofreció asiento y se ubicó de nuevo tras el escritorio. Miles se mantuvo a un lado, discreto, observando con atención.
— Gracias por venir. — Dijo Graham, directo.
— Gracias por recibirme. — Replicó el señor, dejando la carpeta sobre el escritorio. — Sé que las formalidades a veces son innecesarias… pero este acuerdo merece respeto. Lo redacté personalmente. — Callahan abrió la carpeta, echó un vistazo rápido al contenido. No necesitaba leer cada línea para entender que todo estaba en orden. La estructura, el fondo, las intenciones. Lo más interesante no estaba en el papel. Estaba en lo que no se decía.
— Acepto. — Dijo sin rodeos, cerrando la carpeta con un gesto seco. — Pero hay algo que no termina de convencerme. — Smith lo miró, apenas entornando los ojos.
— ¿Qué sería? — Graham apoyó los codos sobre la mesa, entrelazando los dedos delante de él.
— ¿Cuándo voy a conocer a mi prometida? — El silencio fue breve, pero denso. Lían sonrió, como si esa pregunta le hubiese causado gracia.
— Ah, eso... Bueno, la joven aún no está al tanto de todo. Ya sabes cómo son estas cosas, se necesita sutileza.
— No, señor Smith. Lo que se necesita es transparencia. Si va a ofrecerme algo, quiero ver exactamente qué es lo que estoy aceptando. Con todo respeto, — Dijo Graham, su voz baja, firme, sin agresividad, pero cargada de autoridad. — no me gustan las sorpresas. — Lían carraspeó, sacó el móvil y deslizó algunas imágenes hacia él. Fotos de Alejandra. Nada íntimo. Nada comprometedor. Sólo la figura de una joven atractiva, elegante, aparentemente inocente. Imágenes cuidadosamente seleccionadas.
Graham las miró por breves segundos, sin expresión.
— Esto no es suficiente. — Dijo, devolviéndole el teléfono. — Las fotos no me hablan. No me muestran si puede sostenerme la mirada o si sabe dónde está parada. — Lían entrecerró los ojos. El peso de la amenaza se sintió antes de que el hijo de Bruno Callahan abriera la boca de nuevo. — Si no la conozco antes de este fin de mes, el contrato se congela. No me caso con una silueta. Me caso con una mujer. Y si usted está tan seguro de que es la indicada… entonces preséntemela como corresponde. — La sala volvió a llenarse de ese silencio helado que solo los hombres de poder saben sostener sin parpadear.
Finalmente, Lían bajó la mirada un instante, respiró hondo, y asintió con una leve inclinación.
— Está bien. Necesito algunos días. Ella no lo sabe aún… pero yo me encargaré de que estén frente a frente. Muy pronto. — Graham lo miró fijamente. Luego, con un movimiento sutil de cabeza, dio por terminada la reunión.
— Entonces estaré esperando.
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La puerta se cerró tras el señor Smith con ese sonido seco que deja un eco en el alma de una oficina poderosa. Graham no se movió de su asiento. Se quedó observando el vacío frente a él por un instante, como si el aire aún llevara el olor a falsedad envuelta en protocolo.
Miles, atento como siempre, no dijo nada. Esperó.
— Libera toda mi agenda. — Ordenó Graham, sin levantar la voz, sin apartar la mirada del frente. — Hoy. Esta noche salimos para Colombia. — Miles parpadeó.
— ¿Tan pronto? — Graham se levantó de la silla, ajustándose los puños de la camisa con la precisión de quien prepara una guerra silenciosa.
— Tengo que verla con mis propios ojos. Y no pienso esperar a que me la sirvan en bandeja como si fuera un favor. Si ella es el juego... yo quiero conocer las reglas desde adentro. — Miles ya estaba escribiendo en su teléfono.
— ¿Vuelo privado? — Graham lo miró de reojo, como si esa pregunta no mereciera respuesta.
— Obvio. — El tono era firme, sin espacio para réplica. Colombia lo esperaba. Y Alejandra, lo supiera o no, estaba a punto de entrar en el tablero.
los capítulos son muy cortos y solo uno por día 😭😭