EL chico problema se declara a la chica más popular frente a toda la escuela, pero ella no es lo que aparenta.
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VOL3-CAPITULO 6: Una puerta, un mundo nuevo.
CAPITULO 6: Una puerta, Un mundo nuevo.
La escalera que los llevaba a la puerta de los mundos parecía extenderse sin fin.
—Miren bien, Devan y Elein, denle un buen vistazo a Alfheim, no sabemos si volveremos pronto a este reino —les dijo Calíope solemnemente. Y eso hicieron, miraron al horizonte, más allá del mar.
—Nunca he dejado este mundo antes, Ishur. Nunca tuve la idea de dejarlo. Para los míos, este lugar lo era todo.
—Lo entiendo en cierta forma, es un paraíso —le dijo Devan.
Elein lo miró, tan joven y decidido. La primera vez que lo vio en aquel claro donde la defendió de su enemigo, supo que se encontraba ante alguien de valor. Desde entonces lo llamaba Ishur, que en su lengua tenía un importante significado.
Para los elfos en general, la muerte podía parecer algo lejano y ajeno a sus vidas, pero para ella, la muerte siempre estuvo presente. Los padres de Elein partieron del mundo de los vivos poco después de que ella naciera, por lo que su familia siempre fueron sus hermanos Dortolaf y Astari. Ahora ellos también habían desaparecido y con ellos todo lo que una vez fue constante. Sabía que la esperaba una vida larga, si sabía evitar el peligro, pero no quiso quedarse en Alfheim. Simplemente no quería dejar aquel grupo; cada uno era tan diferente a todo lo que había conocido en sus más de cien años de vida. Ser parte de su grupo le alegraba y no le importaba si algún día tenía o no la oportunidad de vengar a sus hermanos.
Los meses que vivieron trabajando en la taberna la hicieron muy feliz. Dejarla la entristeció un poco, pero al menos confiaba en que se mantendría en pie administrada por los elfos de Belstar por mucho tiempo.
En el ascenso, además de Devan y su grupo, los acompañaba el enano Barko y dos enanos más, cargando unos sacos que los triplicaban en tamaño.
—Ya casi llegamos —los animó Calíope.
Incluso lo que parece no tener final, termina tarde o temprano. La escalera los llevó a la cima de la montaña. Elein tuvo miedo un instante al ver la puerta de los mundos. No podía explicar lo que veía, sino era describiéndolo como una grieta en la realidad.
En medio de la imagen del cielo violeta y azul de Alfheim se veía un pasadizo largo y alto, revelando un mundo de luz y sombras del otro lado. Una puerta a un mundo enmarcada con otro mundo. En la cima de la montaña estaba dispuesta una gran plataforma donde una guardia élfica defendía el paso hacia un puente estrecho que, colgado en la nada, subía hasta la puerta de los mundos.
—Bienvenidos, yo soy Alvís, el encargado por la oficina de magia de Alfheim para el control de la puerta —el elfo que les habló llevaba una túnica gris y el cabello corto, lo cual era raro entre los elfos. Pero sus ojos grises, con símbolos en las pupilas, no dejaban lugar a dudas de que era un mago.
—Un Terianor —murmuró el Svartálfar Barko a Calíope.
No era un simple mago. Elein podía percibir en su Edhel IL Maris que estaba frente a un alto elfo. Uno de los más antiguos, capaz de destruir la montaña entera con su poder.
—La oficina ya me ha informado de que cumplen con todos los permisos requeridos. He venido a despedirlos del reino de los elfos. Sé que han traído alegría a la isla Belstar, donde son por siempre bienvenidos.
El alto elfo los saludó con el gesto de respeto común en Alfheim y la guardia apostada a cada lado de la plataforma hizo lo mismo.
—No recuerdo tanta ceremonia para despedir a unos viajeros antes —dijo Barko.
—Es una época de acontecimientos nuevos —Alvís sonrió dulcemente—. La paz llegó por fin a este mundo y ahora la puerta de los mundos se abrirá a Svartálfaheim después de su cierre por todo un ciclo.
—Es una excepción. Svartálfaheim aún se mantendrá cerrada.
—Aún así, los acompaño al puente. —Alvís miró a Elein un momento—. Está bien que tengas miedo, el cambio siempre asusta, y eso significa que estás viva. Tú representas a Alfheim donde vayas, que ese sea tu orgullo, joven elfa.
Elein agradeció esas palabras, al menos aligeraron el peso en su corazón.
Alvís los acompañó hasta la entrada al puente.
—Veo que estás cargado, Barko. ¿Registraste esos sacos como pertenencias personales? Cualquiera diría que llevan una casa entera. El contrabando está prohibido.
Barko parecía dubitativo al responder.
—Bueno… este…
—Está bien —dijo Alvís—, solo estoy bromeando. Pasen y que siempre haya luz en su camino.
Subieron por el puente al que solo se podía acceder yendo de uno en uno. Caminaron y caminaron hasta que la cima de la montaña se vio del tamaño de un plato. Elein se apoyó en la espalda de Devan.
—Está bastante alto, ¿cierto? —le dijo Devan—. No es como estar en la cima de los árboles. —Su voz, su presencia la confortaba, y eso era suficiente. Ella sabía que Devan adoraba a Calíope, Elein no era ninguna niña tonta y entendía los motivos. Calíope era fuerte y hermosa. Aun así, no le importaba que él quisiera a otra, al menos esperaba que no le importara mucho; necesitaba estar cerca de Devan. Nunca había sentido aquello por ningún elfo que hubiese conocido.
—Odio este puente —dijo Nial, que venía de último—. Odio esa puerta y odio esta misión.
—Del odio al amor solo hay mil pasos —dijo Barko riéndose.
Antes de que ninguno se diera cuenta, todo se volvió oscuridad. No veían absolutamente nada.
—¿Hemos cruzado la puerta? —preguntó Devan.
—Silencio —dijo Barko—. Cada reino tiene su propia defensa en su puerta de los mundos. Debemos ser aceptados primero. Silencio.
Elein apretó su cuerpo contra el de Devan. En aquella oscuridad, ni siquiera brillaba su Edhel.
A unos veinte metros, quizás, una luz se encendió, iluminando un escritorio donde un Svartálfar alto de largos cabellos blancos les habló por medio de algo parecido a un megáfono.
—Bienvenido, Barko. Acércate solo tú.
—Quédense aquí y no se muevan si no quieren morir aplastados.
Barko dejó su saco y fue corriendo hasta el escritorio del anciano.
—¿Qué quiere decir con eso de morir aplastado? —preguntó Nial.
—Es una defensa muy macabra que tienen los Svartálfar en su puerta de los mundos —le respondió Hermelinda, cuya figura apenas se lograba divisar con la luz que se había encendido—. Encima de nosotros hay un techo de roca, o bien un bloque inmenso de roca, que descenderá en menos de un segundo y nos aplastará si el viejo en su escritorio presiona un simple botón.
—Muy macabro —fue lo único que se atrevió a comentar Nial.
Barko regresó al fin resoplando.
—Malditos Svartálfar, pusieron problema porque solo está permitido entrar a los comisionados y sus familiares. Pero ya todo está solucionado, todos ustedes fueron inscritos como mis primos lejanos.
—Eso es sorprendente —dijo Nial sin mucha emoción.
—Eso fue caro, tuve que darle una revista al viejo granuja, ¡una de moda que son las mejores! y un par de monedas —Barko resopló. Para los Svartálfar, la expresión "un par de monedas" significaba bastante dinero—. Bueno, salgamos de aquí.
La luz que iluminaba el escritorio se apagó y escucharon cómo una puerta de piedra se movía allá adelante, mostrando una estancia iluminada. Salieron por fin de ese lugar oscuro y entraron oficialmente a Svartálfaheim.
Elein olvidó su miedo, o, mejor dicho, su miedo se convirtió en asombro cuando vio aquel mundo nuevo, el reino subterráneo de Svartálfaheim, Nidavellir de los enanos.