Esta es la historia de Sofía Bennet, una joven con un sueño muy grande, pero tuvo que dejarlo ir por una tragedia.
Leandro Lombardi un hombre acostumbrado a tener siempre lo que quiere con un pasado que le hizo mucho daño.
Dos personas totalmente opuestas pero con una química impresionante.
¿Podrán dejar fluir sus sentimientos o solo lucharán por evitarlos?
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20 — Consejos de amigas.
Sofía Bennet.
¿Aceptarían tener una relación con alguien que no conocen?
Soy consciente de que muchos dirían que no, pero hay otros que sí, ya que buscan una aventura pasajera y nada más.
En mi caso, es completamente diferente.
Busco una relación seria, alguien que me valore y me quiera por quien soy.
No me dejaré llevar solo por la apariencia de un hombre que solo quiera jugar conmigo.
Hay muchos hombres inmaduros por ahí, y no necesito uno de ellos a mi lado, aunque en este momento no creo que él sea así.
Leandro Lombardi es alguien que recuerdo como una persona soñadora, alegre y divertida, aunque también era serio y honesto, pero eso solo cuando era niño.
Al observarlo más de cerca y después de su declaración tan directa, así como su manera de hablar, sus gestos y el brillo en sus ojos, me doy cuenta de que ha cambiado, pero sigue siendo quien recuerdo, o al menos así lo percibo.
Todo esto es tan irreal y tan complicado de contar que, incluso explicándoselo más de dos veces a mis amigas, no lograban entenderlo, ya que las expresiones de asombro en sus rostros no tienen precio.
María llegó justo cuando estábamos colocando los platos en la mesa del comedor.
Mi tía Estela la invitó a quedarse para la cena, pero ella le respondió que solo venía a buscarme y que Tania nos estaba esperando en su casa.
Ya era tarde para echarme para atrás, había llamado a María para que me ayudara a salir del lío en el que me encontraba, pero en ese momento me sentía frustrada porque no quería irme dejando las cosas así.
Él y yo, a pesar de la situación, habíamos acordado intentar una relación, por muy loco que pudiera parecerme.
Me hacía feliz, y irme de esa manera tan repentina no fue la mejor decisión, especialmente porque me mencionó que quería conversar y planear una salida juntos, pero al no conocer Buenos Aires, necesitaba mis consejos.
Todo esto ocurrió mientras cocinábamos.
Y ahí estaba yo, sintiéndome mortificada por sus cumplidos y halagos, por los besos que me robaba en la mejilla, en la frente y en los labios.
Sentir esos labios que, debido a mis impulsivos y alocados pensamientos, probé, presionando, abriendo y empapando los míos, junto a las suaves mordidas que él me daba, me tenían completamente cautivada.
El calor en mi cuerpo aumentaba con cada movimiento y si esta imprudente no hubiera llegado, seguramente habría terminado rindiéndome en sus brazos.
“Santa solo serás de cuerpo, Sofía, porque de boca y mente ya no lo eres”, se burló mi conciencia.
Y para qué negar lo innegable: lo deseaba, mejor dicho, lo deseo.
Pero seamos claros, ¿quién no lo desearía?
Tiene un encanto único a la vista: su cuerpo musculoso y sexy, sus ojos llenos de millones de promesas prohibidas, porque la manera en que se oscurecían daba mucho que desear.
Su risa, tan ronca y atractiva, me hacía estremecer, además de la forma en que me susurraba al oído que mis besos eran su pasatiempo y postre favorito, aunque recalcó que no era lo único que quería probar.
¡Por Dios!
Quien no cae por su cuerpo, cae por su boca, en las distintas formas que tiene para hacerte sucumbir.
Solo con escuchar esas palabras sentía que me derretía, estaba que me lanzaba sobre él para devorarlo con cuchillo y tenedor.
Mi cuerpo palpitaba y un lugar en particular lo llamaba, susurrando:
Ven aquí y haz lo que quieras conmigo.
¡Uy! Solo de imaginarlo.
— ¡Sofía Alicia Bennet Ocaranza! ¿Qué estás pensando, descarada?!
El grito de María me sacó de las profundidades de mi mente.
Mis mejillas ardían intensamente por mis pensamientos indecorosos, y no vamos a negarlo, un poco pervertidos.
— ¿Qué sucede, María? Me pediste que te contara lo que ocurrió y eso es lo que estoy haciendo, además de intentar imaginar. Entonces, ¿por qué gritas? — pregunté tratando de mantener la calma, pero resultó inútil.
María simplemente abrió los ojos con sorpresa y miró a Tania y Cristina, que estaban en el sofá.
— ¿Están viendo lo mismo que yo? — inquirió — Porque estoy empezando a creer que he perdido la vista y dejé entrar a una desconocida en mi coche. ¿Quién eres tú y qué has hecho con la monja de Sofía?
La miré con cara de pocos amigos, pero eso no la desanimó en absoluto.
— No me mires así, porque solo te pedimos que nos explicases qué había pasado y resulta que estás deseando a un hombre, pero no precisamente para jugar a la casita, ¿verdad? — sugirió con una sonrisa traviesa — Bueno, no a esa casita porque tu cara de zorrismo es digna de ser fotografiada. ¿Quién diría que los más calladitos son los más peligrosos?
Le lancé la almohada de Tania directamente a la cabeza.
— No me da risa, estoy hablando muy en serio y ustedes solo se ríen — reclamé molesta. — Me siento enferma por experimentar estos sentimientos que antes ni sentía, y todo ha sucedido en un solo día, ¡en un día! Más bien, en unas pocas horas porque lo conocí hoy.
— Corrección, ya lo habías conocido antes, pero no lo recordabas — señaló Tania.
— Solo éramos niños… — me interrumpió María.
— Pero el amor nació en la infancia y ahora solo deseas que surja algo más que te lleve al cielo, y que te de como a cajón que no cierra — bromeó, riéndose a carcajadas.
— ¡Por supuesto que no! — exclamé, algo molesta, y ella levantó una ceja — Bueno, no tanto... o sí, ¡Ay, me has confundido!
Las chicas se rieron de mí y Tania se acercó a la cama para acostarse a mi lado.
— Sofía, mencionaste que te pidió una oportunidad para conocerse mejor y... por favor, no pongas esa cara, no todo se trata de sexo — le dice a María, regañándola antes de que comience a bromear.
Ella levantó las manos en señal de que se rendía, Tania giró los ojos pero siguió con sus palabras.
— Te invitó a salir mañana en una cita que, por supuesto, vas a aceptar, y nosotras te ayudaremos a lucir increíble, aunque ya prácticamente lo has conquistado.
— Estoy de acuerdo con mi hermana — comentó Cristina —. No importa que apenas se vean o que sean simples desconocidos.
» Si sientes una atracción que va más allá de lo físico, es preferible vivir el presente y dejar las consecuencias para después, en lugar de lamentarse y pensar en lo que pudo haber sido, porque ya sería demasiado tarde.
Sus palabras no solo parecen dirigidas a animarme; también las dice por ella, que no ha querido intentar nuevamente con Gerardo por temor a cometer un error otra vez.
— Si yo lo hago, tú también debes hacerlo — dije con seriedad y ella me miró con sorpresa. — Es en serio, Cristina, no puedes dar consejos si tú también estás pasando por lo mismo.
» No quieres aceptar volver por miedo, y el miedo nunca es bueno; solo te hace más vulnerable.
Cristina suspiró resignada y asintió.
— Está bien, pero no te vayas a echar para atrás después — aceptó y se acomodó en la cama para darme un abrazo.
— ¡Yo quiero! — gritó María, lanzándose sobre nosotras.
Nos reímos a carcajadas por su reacción tan infantil.
Siempre tendremos en María a esa amiga divertida que le da un toque especial a nuestra amistad, además de ser la que siempre dice las cosas de manera directa y sin rodeos.
Las quiero muchísimo, desde que nos conocimos en mis clases de canto, y no las cambiaría por nada en el mundo.
— Entonces, ¿cuál escogiste? — preguntó Cristina cuando decidimos cambiar de tema.
María se puso un dedo en los labios, fingiendo pensar, y luego sonrió con picardía.
— Adivinen — dijo, guiñándonos un ojo, y se levantó para abrir el armario de Tania.
Nos miramos y comenzamos a comentar sobre la elección de María.
— Downtown — susurró Tania, pero nosotras negamos con la cabeza.
— La temática dice que son canciones de solistas, no en dúo ni grupos — respondí con calma.
Cristina chasqueó los dedos y sonrió triunfante.
— Que me enamoro por la noche
Y se me pasa por la mañana, ah — cantó.
— Culpa — continuó Tania — Lo siento no tengo la culpa. Que no me den lo suficiente. Yo soy exigente. Y los nenes se asustan, hum.
Fue en ese momento que comprendí el juego y me animé a seguirlas.
— Lo primero es que sea soltero. Con cerebro sería el dos. Que esté bueno va de tercero
— ¡Y de paso que tenga buen humor! — cantamos juntas.
Por favor, María es María, y siempre serán las canciones más atrevidas las que ella va a interpretar.
Continuamos sin parar y hasta empezamos a bailar antes de que el sueño nos venciera.
Lo digo de nuevo: nunca me arrepentiré de haberlas conocido, jamás lo haré.