Su nombre es Mia Velasquez, ella justo a dos amigas había habían viajado a una hermosa isla en el mediterráneo remota, con una cultura impresionante aunque desconocida para muchos, lo más atractivo de ese lugar es que aún existía la monarquía.
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Capítulo 21.
Las cosas se están poniendo difícil para la joven pareja, Mia estaba pensando en la posibilidad de irse a la casa de Dominic por un tiempo junto a su hija y esperar que las cosas se calmaran y Sebastián pudiese hablar con su familia sobre ellas.
— Creo que es buena irme a vivir en la casa de Dominic— Le dijo Mia una vez solos.
— No se, esa idea no me gusta mucho.
— Pero queda cerca de aquí, podrás visitarme y yo a ti— Se acerco, tomo el rostro de él entre sus manos, lo beso para demostrarle lo mucho que lo amaba— Estaremos bien, mi amor.
—Quiero protegerlas y cuidarlas. Me harán mucha falta— Envolviendo sus brazos alrededor de Mia mientras deja un beso en su frente.
—Hablas como si nos iremos para siempre— Sonriendo para disminuir la preocupación de él.
—Nunca vuelvas a decir eso, porque me volvería loco sino las tengo a ustedes— Le beso la frente, la volvió a abrazar— Quédate aquí esta noche en mi habitación. En mi cama ¿Si? — La beso apasionadamente, casi dejándola sin aliento.
—Si me lo dices así, como negarme— Un sonido de la puerta los sobresalto, Sebastián fue abrir es el asistente de su abuelo, Mia no entiendo lo que le dijo. De nuevo cerro la puerta, miro a Mia preocupado nuevamente— ¿Qué paso?
—El Rey quiere verte.
—¿Qué? ¿Ahora?— Una ola de pánico le recorrió todo el cuerpo.
—Si, quiere conocerte a ti y a Julieta.
—No creo que sea buena idea, me da como pánico— Sebastián la tomo en sus brazos.
—Todo saldrá bien— sonrió para tranquilizarla— Estaré contigo. Además él tiene derecho a conocer a su bisnieta, tal vez también haya cambiado de opinión y me deje casarme contigo.
—Ay Sebastián eso lo dudo mucho. — Acariciando su mejilla.
—Pero no hacemos nada sin intentarlo.
Mia fue a su cuarto, cambio a Julie para visitar por primera vez a su bisabuelo, ella estaba realmente nerviosa porque conociera al mismísimo Rey. Cuando estuvieron listas, Sebastián apareció en la puerta.
— ¡Que hermosas se ven mis amores!— Mia lucio un sencillo vestido, era el único bonito que tiene en el armario.
—Gracias, aunque por dentro me muero de los nervios.
—Vamos— Tomándola de la mano— Ya te dije que estaré a tu lado cada momento— Mia se acerco a la cama y tomo a Julie con cuidado.
Subieron en el ascensor hasta llegar al último piso. Caminaron por el largo pasillo, se detuvieron en la enorme puerta de roble, Sebastián abrió despacio, se hizo un lado para que entrara Mia primero, el lugar estaba casi a oscuras, solo alumbraba la luz de la gran chimenea.
—Oh, por fin están aquí— Dijo una voz que salía de la oscuridad.
Mia no lo pudo ver muy bien pero las piernas comenzaron a temblarle, Sebastián como que se dio cuenta de su miedo. Coloco su brazo alrededor de su hombro, lo apretó levemente para darle fuerzas, se lo agradeció mucho en silencio. Se acercaron más al anciano que se movía a pasos lentos con su bastón.
— Siéntense— Le pidió el Rey mientras este lo hacia también. Ya todos sentados, Mia por fin pudo detallarlo mejor, se veía mayor, su rostro lleno de arrugas, aunque sus ojos eran color azules muy claros, su pelo canoso y estaba muy delgado. Se veía lo frágil y enfermo que se encontraba— Así eres la mujer que le robo el corazón a mi nieto y le dio una hija— Mirando a Mia pero ella no noto nada en su expresión, aquel hombre era difícil de descifrar.
Mia se ruborizo levemente mientras trataba de calmarla a la inquieta Julie en sus brazos, que quería que su padre la cargará.
—Bueno si, amo mucho a su nieto, Majestad.
—Si claro por cierto tuteémonos dime Miguel, estamos en confianza.
—Esta bien, Miguel— Julieta lanzo un sollozo antes de ponerse a llorar, Sebastián la cargo y se calmo comenzó a reírse como siempre lo hacia con él.
—Wow hijo, se ve que la niña te adora. Tráela aquí para verla.
—Claro, abuelo— Sebastián se levanto de la silla, le acerco a la bebé. El anciano la estudio muy bien pero no mostro ningún afecto absolutamente nada.
Mia comprobó que él no quería a su bisnieta ni a ella menos.
—Sabes perfectamente que lo tuyo con mi nieto no tiene futuro alguno, ni cambia porque tengan una hija.
—Abuelo, por favor. Si nos mandaste a llamar para insultar a Mia es mejor irnos— Dice Sebastián molesto por las palabras de su abuelo.
—No, Sebastián no la estoy insultando, solo le estoy diciendo la más cruda de las verdades, tú te casaras con Helen. Ellas deberán alejarse de tu vida, nunca permitiría que te cases con ella— Mirando a Mia con dureza.
Sebastián hizo que Mia se colocara de pie para irse. Porque vio que ella tenía unas ganas de llorar, se maldijo por dentro eso era lo que quería evitar hacerla sufrir.
— Basta, Miguel—Le grito Sebastián enojado— Si me da la gana, me voy con Mia y mi hija, no tomare posición del trono, tú no tienes derecho a mandar en mi vida.
— Sebastián, por favor— Dijo Mia suplicándole para que se calmara.
— No, Mia. Él tiene que entender que te amo, y que mi hija es importante para mí. Si no te gusta abuelo, lo lamento pero ahora mismo me voy con ellas de esta casa.
—No puedes hablarme así, Sebastián— El anciano le grito, se levanto del sofá— No te lo permito aunque seas mi nieto, tú no te vas a ningún lado, ni mucho menos con ellas.
— Pues entonces mírame como me voy— Dándose media vuelta.
— No puedes irte, no puedes hacerme esto, Sebastián. Dejarlo todo por una mujer de una noche y una bastarda.
Mia no aguanto más, tomo a su hija de los brazos de Sebastián y salió de allí, llorando desconsolada.
Sabía que era su abuelo, tuvo unas ganas enormes de golpearlo. Sus ojos destellaba la ira que sentía y cerro los puños.
— Nunca te voy a perdonar que hayas insultado a mi hija y a Mia, la hicieras llorar, mírame bien mírame, Miguel— Señalando su rostro— Porque esta será la última vez que me veas en tu vida— Le grito con rabia— Quédate con tu maldito trono, porque nunca me intereso, búscate a un idiota que puedas manejar a tu antojo, porque yo me canse de ti. Odio tener la misma sangre de una persona tan despreciable como tú— Salió de allí, cerrando de un portazo.
Se fue directo cuarto de Mia, al llegar la vio en la cama llorando, se acerco a ella, se arrodilo y la estrecho entre sus brazos tratando de consolarla.
—Lo siento Mia, fue mi culpa. Perdóname por favor— Abrazándola más fuerte, pero ella seguía llorando— No llores más, te lo pido.
— Sebastián, no tengo nada que disculparte— Le dijo cuando pudo calmarse— Me dolieron mucho las palabras de tu abuelo.
—Lo se, a mi también pero ahora mismo nos largamos de aquí. Así que arreglas tus maletas.
— ¿De verdad nos iremos?— Sorprendida.
—Si, no pienso permitir que nadie te trate de esa manera, ni siquiera mi familia. Prefiero renunciar a todo que perderte— Le dio un beso— No me importa a donde ir pero con tal que sea con ustedes dos, ahora son mi única familia.
—Sebastian…— Lo abrazo de nuevo— Por eso te amo tanto. No se que haría sin ti.
—Yo tampoco se que haría sin ti, eres mi mundo, mi vida y mi todo. Iré hacer un par de llamadas, cuando regrese. Nos iremos de aquí.
—Esta bien, mi amor.
Sebastián salió de la habitación, Mia agarro una de las maletas, comenzó a meter ropa de ella y de Julieta cuando estuvieron lista, abrigo bien a su hija porque en las noches hacia un frio terrible.
Mientras en una de las habitaciones del palacio, Sebastián hablaba con el jefe de seguridad.
— Necesito que prepares la camioneta en la parte de atrás del palacio. Y Román, no quiero que nadie se entere de esto.
—Claro que si, Príncipe. Ahora mismo iré a cumplir su orden— Colgó el teléfono.
A los pocos minutos tocaron la puerta de Mia, era Román tomaba sus maletas. Llegaron a la parte detrás del palacio, ahí estaba Sebastián esperándolas. Se subieron a la camioneta.
— ¿A dónde iremos?
— A la casa que te ofreció Dominic, hable con él y nos estará esperando.
— ¿No crees que nos encontrarán allá? No creo que tu abuelo se quede así no más.
En eso tenía razón, estaba seguro que el Rey movería cielo y tierra para impedir que él fuese feliz con Mia.
—Eso lo veremos mientras concentrémonos que estamos juntos— Besando su cabeza.
Mía debía confirmar en su palabra, agarraron sus maletas y con mucha cautela sin que nadie se diese cuenta salieron del palacio, el viaje a la casa de Dominic fue de 30 minutos, estaba realmente impaciente por llegar y relajarse, aún estaba muy nerviosa, pero Sebastián no había soltado su mano, dándole todo el apoyo que necesita.
Cuando llegaron, Sebastián la ayudo a bajarse, ya Julieta dormía tranquila en sus brazos, Mia miro asombrada del lugar cuando Dominic le dijo que no se parecía al palacio tal vez fue un poco modesto, esa casa era enorme.
El Príncipe Dominic apareció por la puerta principal, como siempre sonriendo y entraron a la casa.
— Tienes una casa hermosa, dijiste que era como el palacio pero también es grande.
—Si, pero prefiero mi verdadera casa que esta en Paris. Ahora explíquenme que sucedió, como es eso que renunciaste al trono, amigo?
— Será que puedo acostar a Julie. —Dice Mia abrazando más a su pequeña.
— Ah sí claro— Toco el intercomunicador, en cuestión de segundos apareció una mujer bajita— Por favor, Inés. Enséñale su habitación, a la señorita Cenicienta— Eso hizo reír a Mia a pesar que estaba totalmente triste.
— Claro que si, joven Dominic. Sígame señorita— Cuando ellas se fueron, Dominic le sirvió un Whisky doble a Sebastián en el despacho.
— Gracias, de verdad estoy enojado— Tomando un gran sorbo de su vaso, quemándole la garganta pero no lo necesitaba.
— Pero ¿Qué fue lo que paso?— Sentándose al lado de su amigo.
Sebastián le conto la historia resumida de lo que paso, Dominic estaba sorprendido.
—Dios mío, tienes toda la razón de estar como estás, yo también fuera hecho lo mismo, tu abuelo no tenía derecho de insultarlas.
—No, me siento culpable. No debí llevarla a conocerlo, después que le había prometido que no sufriría y mira— Tomando otro sorbo del vaso terminándolo.
—No puedes culparte, Sebastián. Estas claro que el mundo se iban a oponer a lo suyo, pero los he visto juntos, están muy enamorados. Estoy seguro que podrán salir de esta, solo tienes que tener fe.
—Ojalá, Domi. Porque todo esto me esta carcomiendo. Solo quiero ser feliz con la mujer que amo— En ese momento sonó su teléfono, se lo saco del bolsillo, vio que era una llamada del palacio, no quiso contestar pero algo en el fondo lo hizo hacerlo como un mal presentimiento— ¿Si? ¿Quién habla?
—Oh, Príncipe. Gracias a Dios que contesta. Tiene que ir pronto a la clínica, el Rey, su abuelo acaba de sufrir otro infarto.