El Rey Demonio

...IVONNE:...

— ¿Están cazando humanos?

Ezra cubrió mi boca con su palma cuando el techo del establo se estremeció con el aterrizaje de varios demonios. Su mirada siguió el sonido de los pasos y me quedé quieta, con el corazón en la boca, con miedo, pero no tanto gracias a la presencia del rey demonio.

El silencio volvió de una forma sospechosa.

Ezra dejó de cubrir mi boca, pero permaneció a mi lado, escuché un ruido que hizo esconderme detrás de él. La puerta se estremeció bajo los golpes.

— Saben que estamos aquí — Él sacó sus garras y su transformación empezó.

Me hizo recordar cuando me poseyó, como sus garras trazaron en mi piel sin lastimarme, como su pelaje luchaba por salir en ocasiones, la forma en que sus colmillos afilados rozaron la piel de mi cuello, reclamando mi cuerpo como suyo mientras se adentraba dentro de mí, llenando mi cuerpo con su energía primitiva y su gran masculinidad.

Aún sentía la huella de su posesión entre mis piernas, diciéndome que no era un sueño y que había borrado de mi ser la maldición, pero también me había marcado de forma permanente con su esencia.

Era una traidora por disfrutarlo, por querer más, por haberme entregado al rey demonio, buscando más que una cura a mi cuerpo envenenado, cediendo a la tentación y el deseo de sentirme por primera vez como mujer.

Recordaba mis momentos de sufrimiento, del dolor agonizante, de como lo sentía hablarme y mirarme con angustia, cuando me tocó y se adentró en mí.

Sus ojos brillantes de carmesí intenso, la oscuridad en sus párpados y las líneas negras y rojas que se extendían por su pecho, su respiración agitada y la tensión en sus músculos, el movimiento enloquecedor de sus caderas.

Los primeros segundos de agonía y los minutos de exquisito placer intenso.

Mis muslos se llenaron de hormigueo.

— No me provoques, no podría tomarme mientras peleo con los demonios — Dijo con su voz cambiada por la forma demoníaca.

Me ardieron las mejillas — ¿Cómo sabes lo que estoy pensando? ¿Todo éste tiempo me has estado leyendo la mente?

Hizo un gesto con su hocico.

— No leo tus pensamientos, pero si puedo sentir tus reacciones y emociones.

— ¿Cómo?

¿Tenía algo que ver ese lazo que sentí? ¿El sentirlo en cada parte de mi ser, invadiendo hasta mi alma? ¿Qué ocurría?

— No es momento para explicarte.

— ¿Cómo saben los demonios que estamos aquí?

Ezra me colocó detrás de él.

— Nuestra esencia es más fuerte, ambos tenemos el olor del otro impregnado por todas partes.

— ¿Eso se huele? — Hice un gesto de desagrado.

Soltó una risa grave.

— Solo los demonios lo podemos percibir, tenemos un olfato muy agudo.

Me preguntaba como olía yo.

— Hueles exquisito.

Me crucé de brazos — Y no lees mi mente.

La tabla que mantenía cerrada la puerta rebotó varias veces con los empujes hasta romperse.

Los demonios entraron volando y chillando, directo a nosotros.

Ezra lanzó una onda, los demonios salieron disparados, rompiendo las paredes y el techo.

Él parecía más fuerte y la herida en su ala estaba menos viva.

Me tomó del brazo cuando más de ellos entraron.

Corrimos hacia la pared rota y salimos del establo, hacia la noche fría y oscura.

Demonios pequeños se aproximaron hacia un demonio alado que agonizaba en el suelo por el ataque de Ezra y le treparon encima para morderlo, rasgando su piel.

— ¿Por qué lo hacen?

— ¡Les gusta coleccionar partes de otras criaturas! — Gritó él, pasando de largo, no pensé que se tomaría las molestias de contestar — ¡Deja de preguntar!

Saqué una de mis dagas mientras corríamos.

Una nube de alas y dientes se alzaba sobre nosotros, persiguiendo nuestras pisadas.

Corrimos en zigzag, rodeando los árboles, yo apenas y podía distinguirlos de tanta oscuridad, pero Ezra con su visión nocturna me guiaba.

Lanzando garras y mordiscos a los demonios que descendían.

No los veía hasta que chocaban en la tierra.

Esquivamos un ataque frontal, los demonios chocaron entre sí, bastante torpes en sus intentos de atraparnos.

Corté a los que pude divisar cerca de mí.

Ezra lanzó otra onda y sentí como me bañaba de sangre de demonio.

Llegamos a una zona abierta y me percaté de que estábamos cerca del refugio.

Grité cuando un demonio tiró de mi camisa, alzando mi cuerpo, otro se le unió, tomando mi brazo.

Me alzaron.

Ezra se detuvo, soltando un rugido de furia.

Otro demonio se aproximó para desgarrar mi rostro con sus garras.

Levanté mi pierna y golpeé su abdomen, alejándolo antes de lanzarle la daga al rostro.

Chilló mientras otros intentaban romper el agarre de Ezra, rodeándolo para que me soltara.

Peleé, sacudiéndome contra los demonios, golpeando y manoteando.

La camisa se me rasgó.

Ezra rugió, lanzando otra onda.

Caí al suelo cuando los demonios se despedazaron.

El silencio volvió por un momento y volvimos a correr hasta llegar un lugar solitario.

Su apariencia de semi dios apareció.

Ezra me colocó contra un árbol.

— ¿Qué haces?

— Bloqueando nuestras presencias — Su ala buena rodeó mi cuerpo y se pegó a mí.

No hubo ningún indicio de alguna criatura persiguiendo.

La respiración de Ezra me rozaba la cabeza y su pecho estaba contra mi mejilla.

No se escuchaba nada, busqué, colocando mi oído contra su lado izquierdo, tratando de hallar algún sonido que desmintiera el que no tuviera corazón.

No hubo ningún sonido de latido.

Bajé mi mano por sus músculos fríos y se tensó.

— Ivonne, basta — Gruñó y elevé mi mirada, tocando su abdomen — ¿No ves que estamos en plena persecución?

Algo duro creció contra mí.

Su ala me aproximó más.

Bajó su rostro y me besó moviendo sus labios con prisa, rozando su lengua de demonio dentro de mi boca.

Bajé mi mano, tocando esa fuerza, grande e imponente.

Un gruñido primitivo subió por su garganta.

Me apartó la mano, inmovilizando mis muñecas contra el tronco.

Protesté.

Mordió mis labios y luego besó mi cuello.

— No quieres desatar la bestia que hay en mí.

— ¿Cómo estás tan seguro de eso? — Ahogué un gemido cuando dió un mordisco.

— Creeme, saldrás mal librada. No tendré control de mis actos si la libero.

— Entonces estoy mal, quisiera que me tomes en tu forma de bestia. La idea me resulta...

Ahogué otro gemido cuando metió su mano dentro de mis pantalones.

Empezó a tocarme, sin cuidado, moviendo sus dedos de forma eficaz.

Jadeé, temblando, estremeciendo mi cuerpo con cada caricia, sintiendo un intenso placer cuando enterró dos dedos y me demandó con ellos.

Volvió a besarme hasta hacerme colapsar, gimiendo más fuerte.

— Ya ¿Satisfecha? — Su voz tentadora provocó otra ola de estremecimiento.

Sacó su mano y la acercó a su boca, aspiró mi olor y su larga lengua me saboreó.

Tragué con fuerza.

La imaginé en otro lugar.

— Vuelve a provocarme y no te soltaré hasta saciar mis ansias por ti — Sus ojos brillaban en la oscuridad, encajados en los míos — No te gustará.

No me convenció de desistir de la idea.

Se separó y me tomó del brazo, volviendo a caminar a prisa.

...****************...

Andamos, escondiendo nuestras presencias cuando escuchamos los aleteos.

Los rugidos nos alarmaron, cercanos y volvimos a correr.

— ¡Perros demonios! — Dedujo Ezra, tirando de mi cuerpo.

Los perros demoníacos se estaban aproximando, saltando en la tierra hacia nosotros.

Nos rodearon y él me soltó, dejando salir su bestia interior.

Ezra se lanzó hacia ellos, desgarrando la garganta del primero con sus dientes, rasgando el abdomen.

Otro se aventó por detrás, pero Ezra lo tomó, lanzando su cuerpo a un lado.

Los demonios alados, alertados por los perros, descendieron hacia mí.

Giré, levantándome para esquivar sus ataques.

Terminé embestida por uno de ellos, grité cuando me levantó para guiarme hacia el ejército de demonios.

Una flecha atravesó su cabeza y caí al suelo.

Rodeé para amortiguar el golpe.

Me levanté, confundida.

Ezra estaba ocupado, lidiando con los perros y con los demonios.

Otra flecha aterrizó en un demonio cercano, enviándolo al suelo.

Me quedé quieta, jadeando.

Las flechas venían desde un extraño montículo de tierra.

Peleé, luchando contra los demonios que se aproximaban, esquivando y golpeando con mis puños.

Ezra rugió de nuevo, arrancando las cabezas de los alados, despellejando los perros.

Las flechas seguían derribando a los demonios.

Volvieron a rodearme, alguien los atravesó con una espada y un brazo me tomó.

Golpeé, pero Marvel retrocedió antes de tiempo.

— ¡Marvel!

— ¡Ivonne, ven con nosotros! — Tiró de mí y negué con la cabeza.

— No... Ezra...

— ¡Ven, no hay tiempo, aprovechemos que están distraídos con esa bestia enorme! — Señaló con la mirada hacia Ezra.

Tiré, pero corrió conmigo, alejándonos de la batalla hacia el montículo de tierra.

Me obligó a agacharme.

Peter estaba disparando las flechas, me percaté de que su piel estaba cubierta de barro para que la luz en su cuerpo no lo delatara.

— ¡Ivonne, gracias a los dioses! — Violet estaba allí, agachada junto a Peter — ¡Te creíamos muerta!

No me dejaron hablar cuando dispararon sus ballestas hacia los demonios que se aproximaban.

Otro rugido proveniente de Ezra y los demonios cayendo me indicaron que había lanzado otra onda de poder.

— ¿Por qué ese demonio pelea con los otros? ¿Por qué ellos lo atacan? — Preguntó Marvel.

— ¡No lo sé y no pienso averiguarlo, encontramos a Ivonne, es hora de retirarnos! — Ordenó Peter, separándose.

Todos se levantaron para correr hacia la oscuridad.

— ¡No, esperen! — Grité, pero Marvel tiró de mi brazo.

Empezamos a correr antes de que pudiera explicarles.

Nos alejamos de la batalla, pero me zafé del agarre de Marvel.

— Ivonne ¿Qué haces? No podemos arriesgarnos, debemos volver ahora — Dijo él y los demás se detuvieron al escucharlo.

— Chicos, hay algo...

Peter se aproximó, con su ballesta sobre su espalda.

— Ivonne... Por favor... Estos días fueron angustiantes, te hemos estado buscando hasta debajo de las piedras... Sufrí demasiado... Imaginando cualquier desgracia... — Tocó mis mejillas, manchando de barro mi piel.

¿Cómo iba a mirarlo a los ojos? Si supiera lo que estaba haciendo hace solo unos minutos y todo lo que sucedió. No me merecía su preocupación, hubiera preferido que me olvidaran y que me dieran por muerta, pero resulta que todo ese tiempo me estuvieron buscando, arriesgando sus propias vidas para encontrarme, mientras que yo estaba deseando al mismísimo Rey Demonio, pensando solo en él, olvidando sus sufrimientos.

Les pagué de la peor forma.

— Peter — Derramé lágrimas, hasta hace nada lo quería a él, lo deseaba y anhelaba, ahora su toque me desagradaba, parecía tan extraño y no era su culpa, sino mía.

— Ivonne, volvamos al refugio — Me tomó la mano, pero no me moví — Esto es una suerte, volviste por tu cuenta, si nos quedamos más tiempo, esa suerte terminará, ya habrá tiempo para explicaciones...

Ahogué un grito cuando unas garras lo sujetaron del cuello.

Violet y Marvel sacaron sus armas, aterrorizados.

Ezra elevó a Peter del suelo, rugiendo.

— ¡No la toques, maldito infeliz!

— ¡Ezra, no, suéltalo! — Tiré de su brazo.

Peter se sacudió, buscando aire cuando él lo fulminó con la mirada.

— ¡Suéltalo ya! — Demandé, golpeando su pecho — ¡No lo mates! ¡Suelta a Peter, por favor! — Mi voz se desgarró.

Ezra me observó, con furia en su mirada lobuna.

Lo dejó caer al suelo.

Peter tosió, sosteniendo su garganta, el brillo en esa zona empezó a notarse cuando el barro se quitó.

Mis amigos se desconcertaron al ver que aquella bestia me obedecía y que estaba de su lado.

Me acerqué a Peter para ayudarlo a levantarse, después de darle una mirada fulminante a Ezra.

Se colocó de pie.

— ¿Estás bien?

— ¿Qué significa esto? — Demandó Peter, observando de mí hacia el demonio.

Ezra resopló, enseñando sus colmillos.

Volví a su lado antes de que volviera a atacar a mi amigo, recibí miradas de desaprobación.

— Dejen que les explique...

— ¿Estás con éste demonio? — Peter lo señaló, indignado — ¿Qué es esto?

Ezra empezó a transformarse, volviendo a su forma de semi dios y todos se sobresaltaron.

— Cuida tu tono, mocoso.

— Ezra, basta — Ordené y él apretó su mandíbula.

Peter cada vez parecía más indignado.

— No comprendo nada.

— Volvamos al refugio, les contaré todo cuando estemos bajo tierra.

— ¿Planeas meter eso a nuestra refugio? — Gruñó Marvel, aterrado.

— Si no quieres terminar como una pila de ramas rotas, te sugiero que cierres la boca — Ezra le lanzó otra mirada de amenaza.

— ¿Qué sucedió? — Jadeó Peter, me evaluó con desconfianza y eso que no sabía lo demás.

— Hice un trato con él, tiene la cura a sus maldiciones y se las dará.