Un Viaje A Lo Desconocido

El ruido excesivo de las tres cabezas, ladrando arriba, era aterrador, los chicos olvidaban el dolor, les causó el golpe al caer, ocultándose más en algo que no varían absolutamente nada.

—¿Están bien chicos?, ¿Bebé?— pregunto Winder, tanteando el lugar.

—Si amor, solo me duele un poco el brazo— respondió Renata, tallándose.

—Lo bueno es que estamos a salvo, somos los favoritos de Dios— afirmó Alicia, no pensó salir ilesa en ese momento.

—Sin duda, ¿pero como saldremos de aquí?— pregunto Gabriel, viendo lo que no podía ver. Por más que buscara algo, todo estaba oscuro.

—¡Aaaahhh!— grito Renata al tocar algo.

Su grito despertó miles de murciélagos, que volaban enciman de ellos, haciéndolos correr sin rumbo fijo, sin darse cuenta habían descubierto una entrada, una especie de cueva oscura.

Cansados de correr se detuvieron dándose de cuenta que ya no eran perseguidos, en realidad en ningún momento los persiguieron los murciélagos, solo escapaban de lo que pensaron eran enemigos.

—¿Ya no están?— preguntó Renata buscando entre la oscuridad.

—Creo que los asustaste, bebé, aunque valió la pena— recalcó Winder.

—Aja, ¿ahora que hacemos? No veo nada.— interrogó Gabriel de brazos cruzados, solo hubo un silencio, nadie sabía qué responder.

Su silencio dio la entrada de miles de luciérnagas que alumbraban el lugar, dejándolos totalmente sorprendidos, estaban en una cueva con varias entradas.

—¿Estamos adentro?— pregunto Renata con emoción.

—Parece que sí, bebé— respondió Winder con una sonrisa, más cerca de obtener la victoria.

—Sigamos las luciérnagas— propuso Alicia, nadie negó, caminando a la velocidad de los alumbrados insectos, mientras más se adentraban, más seguros estaban de que era el lugar donde encontrarían el portal.

Las luciérnagas se levantaron, salieron de la cueva, dejándolos nuevamente en la oscuridad.

—Luciérnagas traicioneras— susurró Gabriel, casi haciendo reír a todos, quedando a ciegas nuevamente, pero con dos opciones de seguir.

—Hay dos entradas, ¿derecha o izquierda?— Pregunto Winder.

—Me la pones difícil— hablo Gabriel.

—Vamos por la derecha, mi instinto me dice que por ahí— declaró Alicia, sin miedo al fracaso, ya eso no era opción.

—Si no es, nadie la culpe, regresamos e intentamos por la izquierda— dejo claro Winder, debían estar unidos en el último momento, en la recta final.

—Estoy de acuerdo— dijo Renata.

—Por supuesto que yo también, ahora vamos— Hablo Gabriel.

—Con cuidado, puede haber piedras— Les advirtió Winder, caminando adelante como todo un líder.

La emoción los invadió al ver cómo el sol entraba por un hueco, apresurando sus pasos, sin pensar en que una criatura estaría frente a ellos, durmiendo tranquilamente.

—Ssshh— susurró Winder.

—¡Ay, Dios mío!— susurró Renata asustada.

—Caminen hacia atrás, lentamente— hablo Winder lo más bajito posible.

Gabriel ayudó a Alicia, pero justo cuando estaba por ayudar a Renata, tropezó con una piedra.

—¡Ay, duele!— exclamó.

Todos quedaron inmóvil, viendo cómo el dragón abría sus rojos ojos frente a ellos.

—¡Oh, no!— Dijo Gabriel asustado.

—SSH— repitió Winder, al ver que el dragón estaba desorientado.

Lentamente, retrocedían, pero ya el dragón se había dado cuenta de la presencia de ellos. Se levantó y humo empezaba a salir por sus fosas nasales, preparándose para lanzar llamas por su boca.

—¿Para dónde corremos?— interrogó Gabriel, sabiendo que eso era lo que debían hacer.

—Debemos pasar sobre él, si corremos adelante de él, nos quemará.— aseguro Winder, dejándolos más locos que asustados.

—¡Yaaa!— Grito Winder, casi arrastrando a Renata. Gabriel también hacía lo mismo con Alicia, logrando pasar por debajo de ese gran dragón, sin perder tiempo seguían corriendo, era muy seguro que el dragón se diera vuelta y los persiguiera.

A ciegas corrían por esa cueva, hasta volver a ver el resplandor del sol, que los guío hasta un lugar sin salida.

—¡NOOOO, MALDICIÓN, NO PUEDE SER ESTE EL FINAL!— grito Winder, sorprendiendo a todos, era la primera vez que entraba en un grado de frustración extrema. Renata se sentó a su lado, viéndolo llorar.

Mientras Alicia no se daba por vencida, buscando en todos el lugar alguna salida, caminaba y tocaba la pared rústica, la poca luz no daba la suficiente visibilidad para ver bien el lugar.

Hasta que el dragón llegó y lanzó gran llamarada de fuego que alumbró todo el lugar.

Cómo pudieron se ocultaron entre una piedra lo suficientemente grande para estar los cuatro.

Otra llamarada de fuego alumbró el lugar, dando visión de una pared con dibujos, similares a los que tocaron al principio.

—¡Chicos, es aquí!— exclamó Winder, señalando la pared con los dibujos.

—¿¡Cómo hacemos con ese curioso animal!?— interrogó Gabriel casi gritando, el ruido del dragón lanzando fuego, no lo dejaba hablar bajito.

Pensando en que hacer con el dragón para que los dejara abrir el portal y poder salir de ahí.

—¿Y si Gabriel y yo corremos a otra dirección que el dragón nos persiga, mientras ustedes buscan la manera de abrir el portal?— Propuso Alicia, cosa que no le agrado a Gabriel.

—¿Qué opinas Gabriel?— pregunto Winder.

—Si me niego, quedaré como un cobarde ante mi nena— murmuro Gabriel.

Alicia se asomó para ver mejor el lugar más adecuado en la cual correr y que el dragón quedara atrapado por un buen tiempo.

—Amor, correros a la derecha, al final el dragón meterá su cabeza y no podrá salir, nosotros correremos por debajo como ya lo hicimos— explicó Alicia.

—En ese tiempo ya nosotros tendremos el portal listo, bien planeado eso, Alicia.— Winder le hizo un cumplido chocando las manos.

Preparados todos, con los nervios a mil, Alicia y Gabriel salieron corriendo llamando la atención del dragón, que sin pensarlo los siguió, lanzando fuego a todos lados, sin lograr quemarlos.

—ALI, TE AMO, QUIERO HACER EL AMOR CONTIGO— Grito Gabriel, la adrenalina de sentir la muerte encima, le hacía confesar sus más anhelados deseos.

Mientras Alicia sonreía y corría de manos agarradas de Gabriel, Winder buscaba desesperadamente algo que activara el portal.

—Amor, busquemos las imágenes que estaban en el mundo real— propuso Renata.

—¡Te amo, bebé!— exclamó feliz Winder.

—Alicia toco el perro de tres cabezas, yo toqué las plantas carnívoras— hablaba Renata mientras buscaban en la pared.

—Gabriel tocó los insectos y yo las estatuas, no puede ser, no había entrado en cuenta de eso, todo lo que había en la pared afuera, los vimos en vida aquí— hablaba Winder sorprendido de todo.

Ellos ya estaban terminando de encontrar las imágenes, mientras Alicia y Gabriel corrían de regreso, tenían poco tiempo para salir, antes que el dragón se librará.

—¿YA?, NO TENEMOS MUCHO TIEMPO— Grito Gabriel.

—¡Sii, rápido!— respondió Renata.

—Gabriel toca esa imagen y tú Alicia aquí— señaló Winder, ambos agitados tocaron las imágenes, sus manos temblaban y sus pechos subían y bajaban de la carrera que acababan de hacer.

Todos cerraron los ojos, el ruido de sus corazones acelerados por el miedo de que el dragón llegase a ellos y el portal no apareciera. Se escuchaba claramente cuando el dragón se había liberado y se dirigía a ellos muy molesto.

Al tocar las imágenes, frente a ellos se desvanecía la pared, tal como sucedió al principio, sus ojos se llenaron de lágrimas, no podían creer que, por fin, saldrían de ese lugar, el portal brillo frente a ellos. Esta vez no estaban para pensarlo en tocarlo.

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