Laura, una mujer de 30 años, lucha contra una enfermedad terminal. Su mayor preocupación es el futuro de su hermana menor, Alma, de 15 años, y su pequeña hija, Sofía. Laura decide que su esposo, Máximo, debe hacerse cargo de Alma y Sofía para garantizar su bienestar. En sus últimos días, le pide a Máximo que se case con Alma cuando ella cumpla la mayoría de edad y que adopte legalmente a Sofía para cuidarla como si fuera su propia hija.
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Capítulo 22: A la playa
**Capítulo 22: A la playa**
Llegó el viernes y Konstantin nos invitó a pasar el fin de semana en la playa. La idea de escapar de la rutina y disfrutar del sol, la arena y el mar me pareció irresistible. Decidí aceptar la invitación, pensando que sería una buena oportunidad para Sofía de disfrutar de un entorno diferente y relajado.
Antes de salir, llamé a Máximo para informarle de nuestros planes. Andrés, su secretario, contestó la llamada.
—Hola, Andrés. Soy Alma. Solo quería avisarle a Máximo que Sofía y yo pasaremos el fin de semana en la playa con Konstantin y Susan. Volveremos el lunes por la noche, así que no se preocupe —le dije, tratando de sonar despreocupada.
—Entiendo, Alma. Le pasaré el mensaje a Máximo. Que disfruten su fin de semana —respondió Andrés con cortesía.
Agradecí a Andrés y colgué. Rápidamente, empacamos nuestras cosas y nos dirigimos al punto de encuentro con Konstantin y Susan. El viaje hacia la playa fue lleno de risas y conversaciones animadas, especialmente entre Susan y Sofía, quienes parecían más unidas que nunca.
Al llegar a la casa de playa, nos quedamos sin aliento por la belleza del lugar. La casa era moderna y espaciosa, con una vista espectacular del océano. Konstantin había pensado en todo para que nuestra estancia fuera perfecta.
—Bienvenidas a mi refugio junto al mar —dijo Konstantin con una sonrisa mientras abría la puerta principal.
Sofía corrió inmediatamente hacia la terraza, maravillada por la vista del mar.
—¡Mamá, mamá! ¡Mira, el mar es tan grande! —gritó emocionada.
—Sí, Sofi. Es hermoso, ¿verdad? Vamos a pasar un tiempo increíble aquí —le respondí, sintiéndome feliz al verla tan contenta.
El primer día en la playa fue simplemente perfecto. Pasamos horas construyendo castillos de arena, nadando y jugando a la pelota. Por la tarde, Susan y yo tomamos un descanso para relajarnos bajo el sol mientras Konstantin y Sofía seguían jugando cerca del agua.
Esa noche, Konstantin preparó una deliciosa cena a la parrilla. Nos sentamos en la terraza, disfrutando de la brisa marina y la compañía mutua. A medida que la noche avanzaba, las conversaciones se tornaron más profundas.
—Alma, quiero agradecerte por aceptar la invitación. Realmente significa mucho para mí pasar tiempo con ustedes —dijo Konstantin, mirándome con sinceridad.
—Gracias a ti, Konstantin. Este lugar es maravilloso, y Sofía se está divirtiendo muchísimo. Creo que todos necesitábamos esto —le respondí, sonriendo.
Susan, que estaba a mi lado, asintió enérgicamente.
—Es cierto. Este fin de semana es justo lo que necesitábamos. ¡Y aún queda mucho por disfrutar! —añadió.
Después de la cena, llevamos a Sofía a la cama. Estaba tan agotada por toda la diversión del día que se quedó dormida al instante. Una vez que estuvo profundamente dormida, los adultos nos sentamos en la sala de estar, con una copa de vino en la mano.
—Alma, quiero hablar contigo sobre algo —dijo Konstantin de repente, rompiendo el silencio.
—Claro, Konstantin. ¿Qué sucede? —le respondí, sintiéndome un poco nerviosa.
—Quería que supieras que realmente valoro nuestra amistad. Y aunque sé que las cosas entre tú y Máximo son complicadas, quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti y para Sofía —dijo, mirándome a los ojos.
—Gracias, Konstantin. Eso significa mucho para mí. Realmente aprecio tu apoyo —le respondí, sinceramente.
La noche continuó tranquila y relajada. Nos acostamos tarde, agotados pero felices. Al día siguiente, disfrutamos de más tiempo en la playa, explorando la zona y simplemente relajándonos.
El domingo por la noche, mientras preparábamos nuestras cosas para regresar, me di cuenta de cuánto había significado este fin de semana para nosotros. Sofía estaba radiante de felicidad, y yo me sentía más tranquila y renovada.
El lunes por la tarde, antes de partir, Konstantin nos reunió a todos en la terraza.
—Espero que hayan disfrutado este fin de semana tanto como yo. Estoy muy feliz de haber compartido este tiempo con ustedes —dijo, con una sonrisa cálida.
—Nosotros también, Konstantin. Gracias por todo. Ha sido un fin de semana inolvidable —le respondí, con gratitud.
Subimos al auto y emprendimos el viaje de regreso a casa. Mientras conducíamos, sentí una mezcla de emociones: gratitud por el maravilloso tiempo pasado en la playa y una creciente determinación de enfrentar lo que sea que el futuro nos trajera, sabiendo que teníamos amigos en los que podíamos confiar.