Esta es la historia de una joven enfermera, que tuvo que pasar por muchas adversidades, pero eso no la llevo a rendirse y lucho por lograr su sueño.
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— Los vecinos fueron llegando al ver tanta gente y preguntaban. Mi mamá sintió mucho la pérdida de un ser tan humilde y maravilloso como era Manuel de Jesús.
— Una de las vecinas me trajo la hoja del periódico y sí era verdad. Salía Manuel de Jesús en una mesa con un tiro en la boca y su sangre regada.
— Una semana después, hoy fui al cementerio. Tiene las flores del día que lo sepultaron, estaba sucia. Le pedí el favor a un muchacho que la limpiara y le compré flores nuevas.
— Me quedé dos horas con él y nadie lo visitó, ni su primo querido.
06 de septiembre
— Me tocó trabajar desde anoche, este barco va a durar tres días, y me vine pendiente porque María está con los dolores de parto. Quería estar allí para ser la primera que viera al bebé.
— Uno de los ingenieros de la empresa se llama Germán y es muy amable conmigo. Pasó por la casa y cuando llegó al muelle me dijo: ya María está en la clínica.
— Le dije: "Oye Germán, llévame para allá, por favor. Yo te pago estas horas después".
— Me dijo: "No señorita, toca chequear esta carga, ojo, y ya miramos mañana por la mañana".
— No dije nada más, me tocaba trabajar para poder llevar la comida a casa.
— El amanecer fue uno de los más hermosos que he visto. El mar se veía cómo cambiaba su color, y el frío que hacía. Había otro de los ingenieros que era una bella persona.
— Me dijo: "Juanita, tienes frío".
— Yo temblaba, le contesté: "Sí".
— Se quitó una chaqueta que traía puesta y me la colocó, y me trajo un café.
— Me dijo: "Cuidado, te quemas".
— Le respondí: "Gracias Joaquín". Se quedó sentado junto a mí, comenzaron a bajar la tripulación, eran puros gringos y filipinos, los cuales no hablaban español y yo no era amiga del inglés.
— Le preguntaron a Joaquín por la trabajadora nueva, que si era soltera, que la presentara.
— Él les respondió: "Señorita, se llama Juanita".
— Algunos se despedían y se iban a buscar mujeres para pasar el día.
Hubo uno, un chico de Filipinas, moreno, cabellos largos negros, ojos rasgados negros.
— Le dijo a Joaquín: "Yo querer conocer a señorita, querer conocer a su familia y pedir su mano, casarme con ella".
— Los ingenieros se rieron, y él regresó al barco y trajo manzanas, uvas, chocolates y unas gafas.
— Le dijo: "Para la señorita".
— También salí, pero no demoré, fui a comprar a San Andrés. Al regresar, le dije a Joaquín que me llevara a almorzar, que él cocinaría para mí.
— Joaquín aceptó. Joaquín era un hombre de un metro noventa, moreno, grueso pero muy amable, era de Ciénaga, Magdalena.
12: M
— Por primera vez subí a un barco. Es bonito, pero no me gusta. Me siento encerrada. Llegamos al comedor, Joaquín nunca me dejó sola. Me dijo: "Toca estar pendiente, porque ellos no, los otros, son atrevidos, les gusta faltarle a las mujeres".
— Sentía miedo. Almorzamos y bajamos.
— Después se despidieron y el barco zarpó. Me llevó Germán a la casa, y aún no había nacido el bebé, pero María continuaba en la clínica, adonde daría mis primeros pasos de enfermería en un futuro.
— Me bañé y fuimos a la clínica, pero no me dejaron verla.
— Nos vinimos a medianoche. Ya no aguantaba, necesitaba dormir.
8 de septiembre
— Nació el bebé, es hermoso. Tiene unos ojazos azules, pero es llorón.
— Como costumbre, todos los domingos voy a visitar a Manuel de Jesús. Todavía guardo luto, hoy decidí ir de tarde.
— Compré unas rosas para él, le mandé a limpiar su tumba y a arreglarla.
— Cerca de las cinco y media, ya se estaba quedando solo el cementerio. Salí a la parada de bus a esperar el bus para irme para la casa.
— Y la buseta que me paró fue el Divino Niño. Me monté y extendí la mano para pasar mi pasaje, y Octavio no me recibía el pago.
— "¡Señor, mire!", le dije.
— Él no respondió y me empujó la mano para que guardara el dinero.
— Yo dejé caer el dinero a su lado y me senté detrás de su puesto. Me miraba por el espejo, pero no me habló en todo el camino.
— Al llegar al frente de la casa, sin que yo le pidiera la parada, paró, y esperó que cruzara la calle.
— Jamás supe qué pensaba ese día.
— Hoy llegó a la casa Julián Cortez. Era aquel joven que me gustaba, pero no me gustaba su modo de vida, era como muy libertino, fumaba.
— Yo quería un padre responsable, un esposo cariñoso.
— "Hola, mi vida, ¿cómo estás?", me dijo.
— Respondí: "Hola, bien, gracias a Dios. ¿Y tú?".
— Me dijo: "Bien, gracias a Dios. Podemos hablar".
— Respondí: "Claro, ven, siéntate".
— Comenzó a hablar: "Mira, lo que pasa es que tú me gustas mucho. Yo quiero salir contigo, no sé si se puede".
— La verdad, sí me gustaba, y mucho, pero: "Bueno, si vamos a salir, dime cuándo y adónde para pedir permiso".
— Me dijo: "Primero salimos y conversamos. Si nos gusta, yo pido tu mano. Yo voy a estar aquí todo el fin de semana, no sé, dime tú".
— Respondí: "Bueno, ¿adónde te espero?".
— Me dijo: "En la cuarta, en toda la es
quina, en la frutera, a las seis".
— Contesté: "Bueno".
— Me bañé y cambié para ir a mi cita, pero no le dije a nadie.
— Cuando llegué a la cita, estaba Julián de espaldas. Me acerqué y le toqué el hombro.
— Dije: "Hola".
— Julián volteó a mirarme: "Hola, mi amor, ¿cómo estás?".
— Me dijo: "Vamos", y me extendió la mano. Me miró sonriendo, le di la mano y salimos hacia la playa.
— Caminamos por la orilla de la playa. Había varias parejas, él me miraba y sonreía. Nos sentamos debajo de una palmera a ver la playa y a hablar.
— Me dijo: "¿Estás nerviosa?".
— Respondí: "Sí".
— Me abrazó y me dio mi primer beso. Hablamos de todo, nos reímos también de todo y de todos.
— Luego de un rato me dijo: "Vamos".
— Cerca de la playa había un kiosco, y me dijo: "Ven, vamos a tomar gaseosa".
— Llegamos al kiosco, buenas noches, ¿me da una gaseosa y un cigarrillo?
— No dije nada, pero bajó puntos.
— Se tomó un trago de la gaseosa y me pasó el resto, él prendió su cigarrillo y salimos caminando. Me llevó hasta cerca de la casa.
— Nos despedimos.
— La gran amiga de mi mamá y su marido nos hicieron un escándalo, él le iba a pegar a mi mamá. La casa no quedaba a nivel de la carretera, había que bajar.
— Ese día estaba el marido de una de las hermanas de mi mamá en la casa, y él me agarró, se me fue el cuerpo y me rasguñé la pierna. Llegó la policía, pero nadie hacía nada.
— Han pasado meses y todavía trabajo en el muelle. Allá conocí a Jazmín, es una muchacha joven, tal vez con mi edad, también muy risueña.
— Uno de los ingenieros más jóvenes se llama Carlos, es antioqueño, muy simpático. Es quien me trae y lleva a la casa, y cuando estamos libres también salimos. Él está separado de la mujer y tienen una niña pequeña.
— Carlos le ha dicho a todo el mundo que yo le gusto, porque no hablo con nadie, soy muy seria.
— Pero a Jazmín también le gusta Carlos, y ella comenzó a salir con él.