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Amatista

Amatista

Status: Terminada
Genre:Completas / Elección equivocada / Pareja destinada / Viaje a un mundo de fantasía / Edad media / Polos opuestos enfrentados / Bestia
Popularitas:178.6k
Nilai: 5
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Segundo libro de la saga colores.

Prisionero de los campos de sal de Hilaria, O'Brian Adaleón es liberado por un hombre de negocios antes de cumplir su condena, con el fin de ofrecer trabajo como escolta de su revoltosa hija. Lo que al principio le parecerá una auténtica molestia, se convertirá en el comienzo de una hermosa historia de amor.

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HUYENDO CON EL VILLANO

...ROGUINA:...

Tomaría la palabra de Daila e iría a refugiarme en su casa. A mi padre no le había temblado la mano para decidirse por sus riquezas, por encima de su hija, así que no tendría miramientos en abandonarlo y dejar que solucionara sus problemas con el vizconde, sin mí. Yo no era un objeto, no era un montón de piezas, ni mucho menos un juguete para venderse.

Me marcharía, pero esperaría a que mi padre saliera, sabía que él no permanecía una semana entera en la mansión, siempre salía a tratar sus malditos negocios.

Aprovecharía el instante para ir con Daila.

Una semana era lo que tenía para huir, contaba con el apoyo y la protección de Alfred. Toda mi vida estaría agradecida por como me había defendido y por ofrecerme su ayuda.

 Había logrado mantener de rodillas al asqueroso vizconde, sin inmutarse ante sus amenazas, a diferencia de mi padre. Tal vez era porque él había salido de un campo de explotación, no tenía ni riquezas, menos una reputación que proteger y podía arriesgarse a enfrentar a un aristócrata. Eso no quitaba el hecho de que a mi padre le había importado más proteger su fortuna que su única hija y eso no se lo perdonaría.

En cambio, Alfred me demostraba que le importaba, que me iba a defender con uñas y dientes, a pesar de que arriesgaría su trabajo en el proceso.

Con él me sentía a salvo y su presencia me daba seguridad.

Ardía en sus brazos, a pesar de que la lluvia heló nuestros cuerpos, por dentro estaba quemando.

Me siguió besando, atrapando mi cuerpo contra el tronco, mientras tocaba con intensidad mis senos aún expuestos para él, pero necesitaba más atención en mi centro.

Podía sentir lo mucho que me deseaba tanto como yo, endurecido contra mi abdomen y lo necesitaba dentro a mí.

Bajé mi mano y la posé allí, era muy duro, grande y largo. Lo recorrí con mi mano sobre la tela de sus pantalones.

Soltó un gemido y se alejó de mi boca.

Se veía muy hermoso con las gotas deslizándose por su cabello y su rostro, parecían diamantes contra sus rasgos helados.

Cerró sus ojos cuando acaricié suavemente, pero me tomó su mano y la besó mi palma.

Al abrir sus párpados, me observó como si quisiera devorarme entera.

— Ya basta o voy a tomarla ahora — Jadeó, besando cariñosamente mis mejillas — Se que me dejaría hacerlo, pero no es una forma cómoda de desflorar — Repartió besos por mis hombros y tiró del escote para cubrir mi desnudes.

Por más quisiéramos quedarnos, la lluvia estaba empezando a hacer estragos, estaba temblando del frío, con la nariz helada y la ropa demasiado empapada.

Me tendió su mano para ayudarme a caminar, la falda no me dejaba moverme con libertad. La tomé, entrelazando mi mano con la suya y no pude evitar observar nuestras manos unidas.

Sentí una emoción muy fuerte, indescifrable que no quería sobre pensar demasiado. Era cierto que él era el primer hombre me gustaba, al principio creí que no sería tan fuerte y ahora estaba empezando a sentir otras cosas más allá de lo físico. Ni siquiera sabía que nombre darle a lo que estaba surgiendo entre nosotros.

Tal vez a él no le sucedía lo mismo y era solo deseo, por eso no debía decirlo hasta que estuviera segura de que también le sucedía.

Se detuvo un instante y me observó por encima de su hombro.

— ¿Qué haremos ahora, Señorita Roguina? — Preguntó y no supe a que se refería ¿Estaría pensando lo mismo que yo?

— Dejarnos...

— Me refiero a lo del compromiso que planea anunciar el vizconde en una semana — Aclaró.

— Ya había pensado en ello — Dije, levantando mi pesada falda para detenerme a su lado.

— Yo tengo mis mañas, pero no sé si sea lo apropiado — Su expresión severa me hizo tragar con fuerza.

— ¿Qué planea?

— Secuestrar al viejo, darle tortura y luego desaparecer sus restos — Gruñó y me estremecí, la verdad es que también deseaba la muerte de ese infeliz.

— Eso sería una buena solución, pero le traería muchos problemas, incluso mi padre y yo saldríamos salpicados... Iríamos a pagar nuestro crimen en uno de esos campos de sal, con todos los ojos que tiene, vigilando, no me sorprendería si nos descubren — Sopesé y apretó su mandíbula, al mencionar los campos se tensó.

— Si, eso lo tomé en cuenta.

— Me iré a casa de Daila, ella me ofreció refugio por si a mi padre se le ocurría entregarme al vizconde y lamentablemente acertó.

— Pero con todo esa influencia que tiene el vizconde, ese sería el primer lugar donde la buscaría... No se quedará de brazos cruzados cuando sepa que ha huido, si fue capaz de usar sus artimañas para atacar a su padre, entonces una simple búsqueda será pan comido para él — Gruñó y suspiré frustrada.

— Lo sé, pero no tengo a donde ir.

—Otro detalle, si se marcha, como haré yo para mantenerla vigilada, debo estar cerca para poder alejar y estar alerta ante cualquier chivo espiratorio que trabaje para ese desgraciado.

— Lo sé, si nos marchamos juntos sería mucho más fácil — Sugerí y se frotó la nuca.

Era una locura, pero no había de otra.

— Ah ¿Si le pedimos al padre de Daila que le dé trabajo?

— Es una buena idea, pero con mi aspecto no creo que sea tan sencillo.

— Tal vez de escolta, el padre de Daila es una persona importante y tiene muchos hombres fuertes y temerarios trabajando para él.

— Pensaré en un último recurso por si no acepta — Sopesó y asentí con la cabeza — ¿Cuándo nos marcharemos?

— Cuando mi padre este fuera de casa.

— Esto es una locura y él me odiará por raptar a su hija.

— No me está raptando, mi padre lo tiene merecido, eligió su maldito oro antes que a mí — Volvió a tomar su mano y emprendimos la marcha de regreso.

Al llegar a la mansión, el carruaje del vizconde no se hallaba y Alfred dejó que me adelantara.

Subí las escaleras y entré a la mansión.

— ¿Dónde estabas? — Preguntó mi padre, en el vestíbulo, con tanta angustia, pero no le creí en absoluto.

No respondí y subí las escaleras hacia mi habitación.

— ¡Roguina, te estoy hablando, sigo siendo tu padre y merezco respeto!

Resoplé, sin detenerme.

— ¡Ya no eres mi padre! — Gruñí lo suficientemente alto para que escuchara.

Al llegar a la habitación, me quité la ropa mojada y me di un largo baño.

Se me deslizaron algunas lágrimas, lo que vendría sería muy duro y tal vez difícil. Me iba a marchar de la mansión para nunca volver, desaparecería de la vida de mi padre, como lo hizo mi madre.

Tal vez ella también sufrió un horrible disgusto y se marchó por voluntad propia.

Al salir, cerré la puerta con llave y busqué una valija en el fondo de mi armario.

Llevaría solo lo necesario para que nadie sospechara. Abrí la valija y metí mi ropa, luego la escondí debajo de la cama.

...****************...

Tres días pasaron para que mi padre al fin se resignara a salir de la mansión. Estaba apoyada del muro, observando hacia el vestíbulo desde el segundo piso, como le ordenaba a Alfred cuidar de mí y de que no cometiera ninguna locura como escapar. Pensaba que iba a retractarse o tratar de deshacer aquel trato con el vizconde, pero no hizo nada. Intentó hablar conmigo en muchas ocasiones, no lo dejé, tampoco salí de la habitación en todos esos días.

Al menos la sirvienta me llevó de comer y no hizo preguntas, no era necesario, todos en la mansión sabían lo que había sucedido y sentían lástima en silencio.

Cuando mi padre se marchó, bajé rápidamente, observando a todas partes para cerciorarme de que estábamos solos.

— Ya es hora — Susurré y asintió con la cabeza — Nos iremos a caballo ¿Ya tiene su valija lista?

— Si, solo me falta echarme la capa encima.

Asentí con la cabeza y volví a subir para tomar mi valija. Llevaba mis pantalones, mi camisa y mis botas trenzadas. Me cubrí la cabeza con el sombrero y volví al vestíbulo.

Alfred ya estaba allí, con su capa sobre los hombros como había dicho y una valija un poco más grande que la mía, también estaba armado.

— Vamos — Me apresuré.

— ¿A dónde va? — Preguntó una voz detrás de nosotros, el mayordomo y la sirvienta que me había advertido sobre Alfred estaban de pie con expresiones de escándalo al percatarse de que llevábamos equipaje.

No me inmuté — Díganle a mi padre que me marcho, así como él eligió las riquezas antes que ha su hija, yo elijo mi libertad antes que su compañía y un matrimonio con el mismísimo demonio.

La sirvienta se cubrió la boca.

— Señorita Roguina, no puede marcharse y menos con este hombre — Gruñó ella, asqueada.

— Si puedo, así que no se entrometan, esto no es asunto suyo.

— ¡Sabía que no era fiar este hombre, es un abusivo que solo quiere aprovecharse de usted, así que tenga cuidado con lo que está a punto de hacer! — El mayordomo señaló despectivamente a Alfred, pero él solo alzó una ceja.

— La Señorita Roguina es una mujer, lo suficientemente madura para tomar decisiones.

— Asqueroso, podría ser su hija — Escupió la sirvienta y Alfred frunció el ceño.

Abrí la puerta.

— Denle mi recado a Robert y no se les ocurra mandar a alguien a seguirme, porque el Señor Alfred lo matará sin dudar — Advertí y salimos de la mansión.

Esperé a Alfred en las rejas, mientras se dirigía a los establos a buscar nuestras monturas.

Los sirvientes de afuera estaban atónitos por lo que veían. A los ojos de ellos estaba huyendo con el empleado de mi padre, más preciso era que me estaba raptando a la fuerza. Eso es lo que le dirían a mi padre cuando volviera.

Alfred volvió y con una mirada hizo que los sirvientes retrocedieran.

Abrí la reja y nos montamos cada uno en su montura.

...****************...

Entramos en las propiedades del conde, una extensa tierra a cinco horas de viaje de mi antigua casa.

Al llegar a la mansión bajamos de nuestros caballos, pero los escoltas en las puertas se alarmaron al ver a Alfred. Eran hombres temerarios y musculosos, pero parecían mansos corderos debiluchos al lado de él. Su aspecto no había pasado desapercibido y me percaté de que posaron sus manos en las fundas de sus espaldas.

— ¿Quiénes son ustedes? — Preguntó uno de ellos.

— Soy Roguina Leian, amiga de lady Daila, he venido a visitarla.

— ¿Y ese hombre quién es? — Señaló el otro a Alfred, unos pasos más atrás, de pie en uno de los escalones sin intimidarse.

— Es mi escolta... ¿La Señorita Daila está, puedo pasar a verla? — Usé mi encanto dulce.

— Si se encuentra.

— Si puede pasar, pero el escolta se queda aquí — Gruñó el otro malhumorado.

Observé a Alfred.

— Descuide, yo la espero aquí — Dijo, lo hombres abrieron las puertas y uno de ellos me escoltó al interior de la mansión.

Me guiaron hacia el salón y me anunciaron.

Daila se lanzó en mis brazos al verme.

— Roguina, me alegra verte... — Observó la valija que llevaba con — ¿Y eso? ¿No me digas que...

— Así es, amiga, vine a tomar tu ofrecimiento de darme refugio...

— ¿Refugio? — Gruñó alguien sentado en uno de los sillones, Daila tragó con fuerza al ver a su padre aproximándose.

Me incliné en una reverencia — Mi lord, es gusto verlo.

— ¿Qué es eso de refugio? — Exigió el padre de Daila, ignorando mi saludo y centrándose en mi amiga.

Algo me decía que mi amiga no había aprovechado de pedirle la aprobación a su padre para que me dejara quedarme. Debí avisar con tiempo para que ella tuviera tiempo de hablar con él antes de presentarme con aquella valija en mano.

— Padre, calma, Roguina necesita nuestra ayuda.

— ¿Ayuda para qué? — El conde no estaba de buen humor, casi nunca, pero hoy precisamente parecía más alterado, me percaté de que había venido en un mal momento.

— Mi lord, lo siento por venir de imprevisto, pero mi padre pretende comprometerme con el Vizconde Marck Stevens y he venido a aceptar la ayuda que me ofreció Daila para quedarme aquí a refugiarme...

El conde se sobresaltó.

— Daila no es la dueña de la mansión para decidir eso ¿A caso esto es un convento u orfanato para que venga aquí a buscar techo? — Gruñó y me estremecí.

— Padre, escucha, ese vizconde tiene como ochenta años, mi amiga no puede casarse con ese asqueroso, debemos ayudarla — Suplicó Daila y el conde se llenó de más cólera.

— ¿Cómo puedes ser la tapadera de semejante desfachatez? ¡Lo siento, pero no voy a permitir que tu amiga se quede aquí para huir de sus responsabilidades! — Demandó y Daila negó varias veces con la cabeza.

— ¡El vizconde es un cerdo, no puedo permitir que se case...

— ¡Esto no es asunto tuyo, para que te metas! — Gritó y me observó — ¡Largo de aquí!

— ¿Qué está pasando? — Entró la condesa, lo que faltaba, no sabía quien era peor, su padre o su madre.

— ¡A tu hija se le ocurrió la brillante idea de ser la tapadera de una mocosa que no quiere asumir sus responsabilidades, está huyendo de un compromiso!

La condesa me observó de arriba hacia abajo.

— ¿De qué familia eres tú, jovencita?

— Soy Roguina Leian, hija del empresario... Robert Leian.

Pegó un gemido de indignación.

— ¡La hija de ese sangre corriente, te dijimos claramente que no te queríamos cerca de ella! — La reprendió su madre y mi amiga enrojeció de la ira.

— ¡Es mi amiga, tengo que ayudarla, para eso están las amistades! — Se colocó a mi lado y abrazó mis hombros.

— ¡No, Señorita, usted no va a meter a ésta mujercita corriente y menos en la situación en la que está, arruinaría nuestra reputación tenerla aquí! — Hizo gesto despectivo y me sentí tan humillada.

Pensé que los padres de Daila serían más comprensivos, pero me percaté de que no aprobaban nuestra amistad y que para ellos era poca cosa.

— ¡Se casará con el vizconde! — El padre hizo un gesto como si fuese una ofensa rechazar aquella propuesta.

— ¡Ese hombre es todo un caballero! ¿Cómo osa ésta jovencita rechazarlo y huir de él?

— ¡Tiene como cien años, padres, podría ser su abuelo! — Se quejó Daila.

— ¡No, nos interesa, no la queremos aquí!

Los nobles era una porquería, todos pensaban y actuaban igual, la única era Daila, pero ella no podía hacer nada para ayudarme.

— ¡No voy a...

— Daila, me iré — Dije, pero negó con la cabeza y se le aflojaron las lágrimas.

Salí del salón y ella me siguió.

— No voy a dejarte sola.

— No, no te causaré problemas con tus padres, es evidente que no soy bienvenida — Me detuve en el pasillo.

— Pero... Yo te ofrecí mi ayuda.

— Y lo agradezco tanto, no sabes cuanto lo aprecio, pero es mejor marcharme.

Soltó un gruñido de frustración — Odio a mis padres.

— Creo que todos se han confabulado para tratarnos como títeres — Me reí de forma amarga, tratando de darle un poco de humor.

— Pensé que lo entenderían... Roguina ¿A dónde irás ahora? En la casa de Marta puede que te vaya peor, se que te quieren, pero no es un buen sitio para esconderse.

No, allí ni asomaba mi nariz respingona. Los padres de Marta eran amigos de mi padre, sería el primer lugar donde irían a buscarme.

— Ya pensaré en algo.

— No quiero dejarte sola con esto.

— No te preocupes, Alfred está conmigo, cuidándome.

Su expresión cambió por completo.

— Ay, si ya lo llamas por su nombre de pila entonces es que se han hecho mucho más íntimo, me deja más tranquila que estés con él, espero que su amor supere todo esto — Sonrió y negué con la cabeza.

¿Amor? Daila era toda una imaginativa.

— Él solo me está cuidando las espaldas.

— Si fue capaz de darle la espalda a su amigo y socio, huyendo con su hija, eso definitivamente es amor.

— Debo irme, Daila — Le avisé y me abrazó.

— Espero saber de ti pronto y disculpa no poder ayudarte, escríbeme cuando puedas.

— Lo haré, te extrañaré tanto, cuéntale todo a Marta.

— Por supuesto.

Salí de la mansión, Alfred estaba sentado sobre el muro de las escaleras cuando el escolta me dejó salir.

El otro parecía pasmado, como si algo hubiese pasado mientras estaba adentro lidiando con los condes.

Alfred saltó del muro y su expresión se solidificó cuando comprendió lo que había pasado sin yo decir una palabra.

Nos alejamos lo suficiente con nuestras monturas y decidimos detenernos para conversar.

— No, no me aceptaron, los condes no quieren lidiar con una señorita que supuestamente está huyendo de sus responsabilidades — Gruñí, tan frustrada que solté unas cuantas lágrimas — Daila quiso ayudarme, pero los padres no lo permitieron.

— ¡Maldición! — Soltó Alfred, preocupado — ¿Qué hay de la Señorita Marta?

— Su padre es amigo y socio del mío, estoy segura de que allí si seré recibida, pero sería el primer lugar en el que buscarían.

— ¿Algún otro lugar?

— Podemos huir a unas de las ciudades, traje algunos ahorros y también joyas, las traje como último recurso, pero veo que las necesitaremos.

— También traje algunas piezas que me pagó el Señor Robert... Pero... — No se veía muy convencido — ¿Está seguro de esto?

— Tengo un poco de miedo, pero lo estoy.

— No quiero que se arrepienta de haber tomado la decisión de huir con un asesino — Confesó, con expresión nerviosa — Estoy raptando prácticamente a la hija de mi ex patrón.

— Es mejor que estar casada con el vizconde — Dije, limpiando mis lágrimas — Galintia, Ergalia o Villaoro.

Sopesé, la más lejana era Ergalia.

— Si Galintia es muy nombrada es el primer lugar donde la buscarán, debemos ir al sitio menos pensado... Maldición, como me hacen faltan esas clases de geografía e historia que usted iba a darme — Bromeó con seriedad.

— Ergalia, iremos allí... Es una ciudad modesta y no muy frecuentada por los estirados.

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Veronica Caglia
O'brian guau a mi me gustan mayores esos que se dicen señores 🎶🎶
H.M.R
Me encanto
Lizzie Cedeño
me quedé con la boca abierta al leer está línea
Lizzie Cedeño
jajaja me muero de la risa 🤣🤣
Jackeline Gaido
Son 16 años de diferencia, el tiene 35 y ella 19.
Yesenia Ortega
Escritora sensacional sin palabras que Dios te siga bendiciendo y sigas escribiendo tan bonito como siempre voy por la próxima.
BAE :) Mage
;)
Flavia Claramunt
ame las 4 historias,tanta creatividad para crear los personajes,la narración impecable y tan descriptiva,los detalles en los paisajes,vestuario,maquillaje,casas y paisajes,y siempre las historias de amor tan hermosas,una fan más de tu forma de escribir fue un placer de principio a fin,y voy a releerlas más de una vez porque sin dudas valen la pena 👏👏👏👏👏👏👏,
Flavia Claramunt
una obra maestra como todo está saga
L34578
Muy bonita
Ely Moreno
una bella historia, que nos recuerda que siempre tenemos una 2da oportunidad
María sarmiento
hermosa historia quiero leer la tercera historia. tienes esa habilidad de adentrarnos y vivir tus historias. felicidades
Eleonor Baker
Maravillosa historia llena de valentía y amor, me ha gustado sus dos gemelas genial una como cada uno de ellos
Eleonor Baker
Este par es genial, luchando y comentando cómo en fiesta del té...jijiji
Eleonor Baker
Exacto, se vio super genial porque no la amarraron, pero amarrada el cuento cambia?
Eleonor Baker
Ah caray, osea que le hubieras permitido casarse con O'Brian si pedía permiso? Ay ajaaaaaa
Ara
Claro el tener albinismo no tiene nada de malo
Ara
Felizmente que ella no se aminala
Ara
Le toca aceptar la situación al papá
Ara
Lindoooooo
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