TERCER LIBRO DE LA SAGA: "PASIONES PELIGROSAS".
Un asesinato es capaz de convertir un corazón lleno de pureza en uno de maldad.
Zafira Petrov quiere vengarse de quienes mataron al amor de su vida.
Massimo Lombardo quiere destruir a quienes violaron y mataron a su hermana.
Dos almas gemelas con sed de venganza se alían para acabar con aquellos que los vigilan desde las sombras, sin tomar las suficientes medidas para no caer en las irresistibles redes del deseo, o más bien del amor.
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Estoy enferma.
...MASSIMO...
Me sería de mucha ayuda saber si Zafira ha perdido la cordura o si solo está jugando. Me opongo a que se encuentre con Ulises, a que ese hombre le haga algo similar a lo que le hicieron a Ruth. Y por más que calcule Zafira sus planes, no me fío, no tiene mucho en el negocio por lo que no confío en sus verdaderas capacidad aunque las demuestre. Pueden lastimarla y me niego a perderla por un maldito plan que puede costar su vida. Pero, ¿cómo convenzo a la terca de mi novia?
La traición de Kiran ha sido un golpe duro y devastador para Zafira que puso buena parte de sus negocios en las manos de su "mejor amigo", toda una ratita traidora y sucia que aparentaba una angelical carita. Razón tenía en sospechar siempre de él, aunque cabe aclarar que siempre fue por celos, su interés en Zafira lo noté desde que los vi juntos.
—Tú no verás a Ulises, Zafira. El muy hijo de puta nunca está solo, sus perros siempre están tras él. Mi deber es protegerte, soy tu novio. No dejaré que vayas al encuentro con ese hombre...
—En momentos como estos no me hace falta un novio, sino un hombre de confianza, Massimo —sin tantas expresiones y de manera tan fría se digna a contestarme la rubia que no ha dejado de revisar todas las armas que llegaron de Rusia—. Con o sin tu aprobación tendré a Ulises frente a mí. Un maldito virus se elimina para que no siga jodiendo y contaminando nuestro alrededor. Si te apetece ayudarme ve y reúne a algunos hombres, y el resto ya lo sabes, pero si solo estarás para decirme que me quede como niña bonita esperando a que un enfermo como lo es Ulises siga siendo un fastidio, te equivocaste con esta muñequita. Yo soy de las que persiguen, y no de las que huyen por miedo. ¿Qué puede salir mal? La idea solo es que una bala llegue al cráneo de Ulises —sonríe.
—No me parece —digo.
—No pedí tu opinión —lame la esquina de mis labios—. Me voy a practicar una perfecta puntería en casa.
—Quédate, quiero tenerte aquí conmigo.
—¿Para convencerme? —ríe—. ¿No has aprendido que sacarme algo de la cabeza es tan imposible como pedirle al diablo que sea bueno?
Dos días después...
En la mañana me la pasé más de media hora llamando al celular de Zafira, y la niña no me ha devuelto la llamada tras ignorarme. Paciencia no tengo, y menos con ella. Los juegos de Zafira no me gustan, es que ella es muy... impulsiva, no calcula fríamente todo. Pero no puedo dejarla sola en esto, que me vi en obligación de echarle una mano en el plan. La ubicación de Ulises ha sido rastreada, nuestros hombres han ido entrenando y mejorando para el próximo ataque que se viene, pero no me confío en que siempre tendremos suerte.
—¿Qué se siente estar con una gatita rabiosa a la que sigues en todas sus locuras? —me pregunta Marcel, encajando un cigarrillo en su boca.
—No deseo que estés en mi lugar. Hay veces en las que quiero llevármela lejos y darle una mejor vida a Zafira, pero se ve que es imposible sabiendo que su familia está dentro del negocio, y que enemigos hay por todos lados —guardo silencio al ver a Isabella entrando al jardín, luciendo esta vez más apagado que días anteriores—. Marcel...
—Lo sé, tu amiguita llegó. Los dejo solos.
Cuando Marcel nos dejó solos Isabella se puso delante de mí, sonriéndome aunque las ganas de hacerlo no se notaron.
—¿Qué te trae por aquí, Isa...?
—Me regreso a Italia —me informa, desapareciendo mi sonrisa.
—Pero... ¿y los negocios que aún no acaban?
—Mi padre dejará a alguien para que converse contigo personalmente sobre eso, y llegar a un punto. Pero yo no puedo seguir más aquí.
—¿Y eso?
—Ya tienes problemas como para que te monte los míos...
—¿Te sucede algo? ¿Por eso te irás?
—Yo... tengo cáncer, Massimo. Es un tema delicado del que no quería hablarte porque no quiero tu lástima. Pero sí, estoy enferma. ¿Cuánto tiempo me queda de vida? Eso no lo sé, pero tomaré un tratamiento con un procedimiento no tan fácil. En fin, el avión de mi padre me espera en una hora en su aeropuerto, y quise antes venir a despedirme de un gran amigo; tú.
—Me has dejado sin palabras, Isabella. Cuentas con mi apoyo, ¿lo sabes? Te deseo mucho éxito y una larga vida. Eres muy fuerte, sé que lograrás vencer esa enfermedad.
Antes de que sus ojos derramen una lágrima me abraza, descansando su cabeza en mi hombro. Se me hace difícil no corresponderle con afecto a alguien tan dulce como lo es ella, por lo que la tengo abrazada por unos dos, tres, cuatro... los segundos que bastan para que Zafira entre en este preciso momento y encontrarnos abrazados. En estos meses aprendí con Zafira que un gesto dice más que mil palabras, y sé que lo que siente ella ahora son celos... malditos celos.