𝙱𝚒𝚎𝚗𝚟𝚎𝚗𝚒𝚍𝚘 𝚊𝚕 𝙰𝚛𝚎𝚊 𝚁𝚘𝚓𝚊, 𝚍𝚘𝚗𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚕𝚘𝚌𝚞𝚛𝚊 𝚗𝚘 𝚎𝚜 𝚞𝚗 𝚍𝚒𝚊𝚐𝚗𝚘𝚜𝚝𝚒𝚌𝚘... 𝚂𝚒𝚗𝚘 𝚞𝚗𝚊 𝚜𝚒𝚗𝚏𝚘𝚗𝚒𝚊.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚙𝚊𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎𝚜.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚒𝚗𝚏𝚒𝚎𝚛𝚗𝚘𝚜.
𝚄𝚗𝚊 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚎𝚛𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚖𝚊𝚗𝚘𝚜 𝚜𝚞𝚊𝚟𝚎𝚜.
𝚈 𝚞𝚗 𝚑𝚘𝚜𝚙𝚒𝚝𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚌𝚞𝚛𝚊, 𝚜𝚒𝚗𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚞𝚖𝚎.
¡𝙲𝚄𝙸𝙳𝙰𝙳𝙾!
𝙰𝚚𝚞𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘𝚜 𝚐𝚛𝚒𝚝𝚊𝚗 𝚎𝚗 𝚜𝚒𝚕𝚎𝚗𝚌𝚒𝚘 𝚢 𝚕𝚘𝚜 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚘𝚜 𝚋𝚎𝚜𝚊𝚗 𝚌𝚘𝚗 𝚌𝚞𝚌𝚑𝚒𝚕𝚕𝚘𝚜.
¿𝚀𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚜 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚕𝚘𝚜, 𝙺𝚊𝚗𝚐? 𝙴𝚕𝚕𝚘𝚜 𝚝𝚊𝚖𝚋𝚒é𝚗 𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚗 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚝𝚎... 𝙰 𝚜𝚞 𝚖𝚊𝚗𝚎𝚛𝚊.
𝙳𝚒𝚜𝚏𝚛𝚞𝚝𝚊 𝚕𝚊 𝚕𝚎𝚌𝚝𝚞𝚛𝚊... 𝙳𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚘 𝚝𝚎𝚛𝚖𝚒𝚗𝚊𝚛𝚊𝚜 𝚒𝚐𝚞𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚕𝚕𝚘𝚜.
NovelToon tiene autorización de ItZunarxy para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 21
—¿Sólo una? —la voz de Ash sonó dudosa.
Sonreí y asentí, sentada pacientemente a su lado en la cama.
—Si, sólo una.
Ash observó la pastilla en su mano, confundido.
—¿Por qué? —alzó la vista.
—¿No me dijiste que las dosis altas te desconectaban?
El rubio asintió con la cabeza.
—Entonces bajé la dosis —ladee la cabeza — estarás relajado pero no embobado.
Ash mantuvo fija su mirada en mí unos instantes antes de meterse la píldora a la boca y pasarla con el agua, luego me mostró voluntariamente que no trataba de engañarme.
Le sonreí y me puse de pie.
—Nunca nos habían bajado la dosis... —murmuró lo suficientemente alto cómo para que lo escuche.
—Y yo jamás había visto dosis tan altas de Quetiapina en un paciente con depresión —lo miré a los ojos — supongo que hay una primera vez para todo.
Terminé de organizar el carrito vacío de la medicación antes de irme.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó.
—Porque sedados cómo si fueran bestias no llegarán a ningún lado, ¿te asusta el hecho de tener que experimentar una dosis más baja?
No dijo nada, pero supe que era así, lo vi en sus ojos cristalinos cuando se posaron inquietos sobre los míos, en la manera en la que infló su pecho cómo si le faltara el aire.
Caminé unos pasos hacia él y me agaché a su altura.
—Ash... —pronuncio su nombre suave, maternal — son unos pocos miligramos, estarás bien... Te sentirás menos pesado, menos agitado.
Asintió con cierta duda.
—¿Hoy también te quedarás?
...«También... ¿Adrian se lo dijo? ¿En qué momento?»...
—Si, hoy también me quedaré —sonreí sin denotar mi extrañeza — si te sientes diferente o algo ocurre, puedes llamarme.
—De acuerdo...
Antes de salir, le regalé una última mirada.
—Descansa Ash.
Cerré la puerta tras mí espalda, dejando a un lado el carrito vacío.
—Se ven mejor —dijo Chris, el guardia nocturno.
—¿Eso crees?
—Llevo trabajando aquí varios años, Jisu no les caía bien —confesó.
—¿Por qué? —fruncí el ceño.
—Demasiado pesada y estructurada, hasta a mí me cansaba —hizo una mueca — jamás vi un avance cuándo ella trabajaba aquí.
...«Es la tercera persona que me lo dice...»...
—¿De casualidad sabes algo sobre el merodeo nocturno de los pacientes? —pregunté al fin.
Chris me echó una mirada de soslayo.
—Tengo entendido que se les permite salir de sus habitaciones media hora por la noche hasta las doce, y cuándo el personal psiquiátrico hace guardia —era el sereno, obviamente tenía que saberlo — el poco movimiento del hospital por la noche evita cualquier tipo de alteración o crisis, además a ésa hora ya están medicados.
Asentí tomando una nota mental, tuve una idea.
—Pero desde que ellos están aquí, nunca han salido de sus habitaciones por la noche —continuó — ¿por qué lo preguntas?
...«Tanta seguridad... ¿¡Y no estás enterado de que Adrian salió de su habitación ayer!? Carajo ¿qué clase de guardia eres, Chris?»...
—Curiosidad, quizás se me ocurra alguna terapia con respecto a ello —mantuve la compostura.
—¿Cómo es que aún no has salido corriendo? —Chris me sonrió cómo si no me entendiera.
—Perseverancia tal vez —me encogí de hombros — cuándo tienes un hermano trece años menor, entiendes el verdadero significado de la paciencia.
—Ni que lo digas —negó con la cabeza.
Le sonreí y caminé hacia el despacho.
—Que tengas una linda noche —dijo — aunque no lo creas, la tranquilidad aquí es realmente agradable.
—Claro, gracias igualmente.
Me encerré en la oficina, acurrucándome en el sillón de escritorio con una manta fina y un libro en manos, uno que me había servido de mucho con mi residencia en el hospital pediátrico.
Pasó un buen rato, quizás una hora, analizando a la perfección cada párrafo notando un vacío auditivo cómo si el tiempo se hubiera detenido.
Entonces lo vi, la luz número 6 del panel de emergencias que colgaba junto a la puerta del despacho, encenderse.
El botón que solo los pacientes del Área Roja podían presionar si necesitaban ayuda. Alcé la vista con una ligera sensación de inquietud, permitiendo que la luz se filtrara en mi mente.
Ash me estaba llamando, no era extraño, a veces tenía problemas para dormir.
Quizás solo quería conversar, o quizás... No quería estar solo.
Me levanté lentamente, tomando aire antes de abrir la puerta. El pasillo estaba en completo silencio, la penumbra recorta las esquinas de las paredes.
Avancé a paso seguro por el pasillo, intentando ignorar la extraña sensación de déjà vu que recorría mi piel.
Esta vez era Ash, no Adrian.
Era diferente.
Golpee tres veces antes de girar la perilla y entrar en la habitación de Vane
—¿Ash?
La habitación estaba sumida en sombras, el rubio sentado en su cama, con las rodillas dobladas y el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante.
No se veía alterado, no se veía ansioso.
Solo estaba despierto, observándome.
—Perdón... No podía dormir —dijo finalmente, con una voz que sonaba más ligera de lo normal.
Cerré la puerta detrás de mí.
Me apoyé contra el marco.
—Está bien —dije comprensiva — ¿tuviste pesadillas?
Él negó con la cabeza.
—No... Solo no quiero estar solo esta noche —su tono fué suave, casi infantil.
Era extraño verlo así. A pesar de su diagnóstico, Ash solía ser el que sonreía más, el que aligeraba el ambiente con comentarios sarcásticos.
Pero aquella noche, su sonrisa no estaba allí.
Lo observé un momento antes de avanzar.
—¿Quieres que me quede un rato?
Él no respondió de inmediato, pero cuando me senté en la silla junto a su cama, Ash se movió un poco, como si se sintiera más cómodo.
—¿Sabes qué es lo curioso? —dijo después de unos segundos.
Ladee la cabeza, invitándolo a continuar.
Ash entrelazó sus manos sobre las sábanas y exhaló lentamente.
—Cuando era niño, tenía un truco para dormir —murmuró — me imaginaba que alguien estaba a mi lado, susurrándome cosas buenas. Como si hubiera alguien allí... Aunque no fuera así.
Sentí un leve nudo formarse en mi garganta.
—¿Funcionaba?
Giró la cabeza, me miró.
—A veces...
Hubo un silencio breve antes de que él hablara de nuevo.
—Dime algo bueno, Aerin.
Su petición me tomó desprevenida.
—¿Algo bueno?
—Sí... Algo bonito, algo que me haga olvidar que estoy aquí.
Bajé la mirada, pensando. Después de un segundo, tomé aire y deje que mi voz se suavizara un poco.
—Cuando era niña, me gustaba dormir con el ruido de la lluvia —confesé — ponía mi almohada junto a la ventana y cerraba los ojos con el sonido de las gotas golpeando el vidrio. Siempre me hacía sentir segura.
Ash me escuchó en silencio.
—Suena lindo —murmuró.
—Lo era.
El silencio entre nosotros se sintió más cómodo esta vez. El rubio se recostó un poco más en la cama, girando la cabeza hacia el techo.
—Aerin...
—¿Sí?
—¿Alguna vez te has sentido realmente sola?
Había algo en su tono, algo que sonaba más real de lo normal.
Como si esta vez, de verdad estuviera preguntando.
—Sí... —admití con suavidad — muchas veces.
Ash asintió levemente.
—Entonces sabes cómo se siente.
Entrecerré los ojos, analizando su expresión.
—¿Te sientes solo ahora?
Ladeó la cabeza en mi dirección y sonrió un poco.
—No.
Me miró fijamente por unos segundos con ése destello celeste y melancólico de sus ojos, como si estuviera grabando mi imagen en su mente.
Como si quisiera asegurarse de que realmente estaba allí.
Después de un momento, exhaló lentamente.
—Creo que ahora sí podré dormir.
Sentí un extraño peso en el pecho. Me quedé sentada allí un rato más, observándolo mientras su respiración se volvía más lenta.
No me moví hasta que estuve segura de que Ash estaba dormido y solo entonces, me permití sentir la incomodidad en la piel.
Porque aunque él no había dicho nada extraño, aunque no había hecho nada fuera de lo normal... Algo en esa conversación me había dejado con un escalofrío en la espalda.
Ash no estaba solo en la habitación antes de que llegara.
No lo sabía con certeza, pero lo sentí.
Algo en el aire cuándo entré, algo en la forma en que la habitación parecía más oscura de lo habitual.
Aunque no hubo ningún movimiento en las esquinas, ninguna sombra fuera de lugar.
Aun así... El escalofrío en mi piel persistía.
Ash no pareció notarlo, o si lo hizo, no lo mencionó. Se acostó como si nada estuviera fuera de lo normal.
Pero entonces, cuando me levanté para irme... Lo escuché.
Un crujido del suelo detrás de mí.
Un sonido leve, casi imperceptible, pero lo suficiente para hacer que me detuviera.
...«Mierda...»...
No me moví.
No quería ver.
No quería comprobar si mi intuición era real.
Pero el silencio... El silencio era demasiado denso.
Lentamente, exhalé y giré un poco el rostro, solo lo suficiente para mirar de reojo, y en la oscuridad, entre la puerta del baño entreabierta, lo vi.
Una silueta.
Un par de ojos, brillando a la tenue luz del pasillo.
Mirándome.
Observando.
Esperando.
Con una sonrisa más amplia de lo normal... Macabra.
Deformada.
Mi estómago se encogió de inmediato. No reaccioné.
No dije nada, solo salí de la habitación caminando con calma, como si no hubiera visto nada. Como si no hubiera sentido la presencia en la oscuridad.
Pero cuándo estuve de vuelta en el despacho, lo suficientemente lejos.
Cuándo finalmente pude respirar de nuevo... Me apoyé contra la puerta y sentí mi corazón golpeándome dolorosamente el pecho.
Alguien estuvo allí.
Alguien me observó.
Alguien esperó en la oscuridad sin hacer ruido.
Y lo peor de todo... Ash sabía que estaba allí.