MI VECINA, MI OBSESIÓN

La tenue luz que se cuela por la ventana me despierta, siento una pierna enredada con las mías y un brazo que descansa en mi pecho. Giro mi cabeza para encontrarme con el espectáculo matutino más hermoso. Amanda duerme plácidamente, su cabello esparcido por la almohada, su espalda desnuda y perfecta como un lienzo listo para ser marcado por el arte, la sábana cubriendo solo su trasero, respira suavemente y sus pestañas revolotean con delicadeza, acompañando seguramente algún placentero sueño.

Tenerla así, en mi cama, tan tranquila, es un sueño. No quiero ni siquiera respirar para no perturbarla y poder seguir contemplándola a mi antojo. Si alguien alguna vez me pregunta qué es la perfección podría describir con lujo de detalles la forma de su rostro. ¡Mierda! Me parece que esto es demasiado, he despertado con otras mujeres antes, pero jamás había sentido esto que me está pasando justo ahora. Quisiera explicarlo, pero creo que las palabras no abarcarían el sinfín de emociones que tengo en el pecho.

Esta mujer me fascina, toda ella, completa, no solo su cuerpo, que dicho sea de paso, parece una diosa griega, sino también su mente y su espíritu. Es tan decidida, tan valiente, para mí es la definición perfecta de mujer empoderada.

Es cierto que llegué a pensar que jugaba conmigo y que no sabía lo que quería de mí, pero su explicación de lo que ha estado ocurriendo en su vida ha hecho que vea las cosas desde otro ángulo, bajo otra luz.

Sin embargo, ahora me pregunto qué viene después, si por mí fuera la mantendría a cada segundo conmigo, no obstante, con lo poco que la conozco sé que no aceptaría bajo ningún concepto depender de un hombre ni de nadie, ya que aprecia su independencia. Quizás me estoy adelantando demasiado y ya flasheo una relación cuando ni siquiera sé lo que ella quiere.

Desestimo esos pensamientos, que por ahora no me llevan a nada, y me concentro en ella. Me muevo lentamente, para no despertarla, me coloco un pantalón y voy a la cocina a preparar algo de desayuno. No tengo mucho en la nevera, pero unos huevos con tostadas, aguacate, café y jugo pueden servir. Me concentro en la simple preparación, no soy para nada bueno en la cocina y casi nunca lo hago, pero amerita brindarle el desayuno a la persona que me dio la mejor noche de mi vida.

— Buenos días — la dulce voz a mis espaldas me arranca una sonrisa bobalicona, miro sobre mi hombro, está sentada frente a la mesa solo con mi remera puesta y no puedo evitar que la boca se me haga agua.

— Buenos días, preciosa ¿Dormiste bien?

— Muy bien, gracias ¿tú? — desvía la mirada y se centra en la ventana, eso me alerta un poco.

— Dormí estupendamente. — digo sin poder borrar la sonrisa de mi rostro — ¿Café?

— Sí, por favor.

Es todo lo que dice mientras sigue perdida mirando por la ventana, le acerco una taza de café y sirvo en platos lo que preparé, pongo todo sobre la mesa y me siento frente a ella a compartir el desayuno.

Debo admitir que este silencio es bastante incómodo, no es que esperaba un beso de buenos días, aunque me hubiera encantado, pero por lo menos algo un poco más relajado, después de todo lo que compartimos anoche. Esto se está poniendo raro y me molesta.

— Amanda ¿Estás bien? — lanza un suspiro y mira fijamente la taza entre sus manos. Mierda, ese simple gesto me anticipa que lo que vaya a decir no me va a gustar.

— Chris... Yo... Lo lamento — ni siquiera me lo dice mirándome a los ojos. Puta suerte. — Lo de anoche...

Agacho también mi mirada, me siento decepcionado, hasta casi utilizado. Mi mandíbula de tensa, lo que ella intenta decirme es lo mismo que muchas veces yo dije a otras mujeres cuando fueron la distracción de una noche. Literalmente, como dicen, una cucharada de mi propia medicina y sabe horrible.

Decido adelantarme, para no seguir quedando como un idiota.

— Amanda, no digas nada por favor, lo de anoche fue solo sexo, uno muy bueno, por cierto, pero no es mi intención complicarte nada. — trato de hablar con seguridad, sin permitir que la desilusión se cuele en mi tono.

— Christian, no quiero que tengas una idea equivocada de mí, lo de anoche fue genial, solo que ahora... como están las cosas en mi vida...

— Lo entiendo — la interrumpo para evitar que siga lastimándome — No tienes que explicar nada. Estamos bien, todo bien entre nosotros.

— ¿De verdad lo dice? — pregunta incrédula y fuerzo la mejor sonrisa que tengo para asentir.

— Sí, de verdad, lo que pasó anoche no tiene por qué ser relevante, no pienso mal de ti ni nada por el estilo. Somos dos adultos que sintieron un fuerte deseo sexual, pero nada más.

— Dos adultos que sintieron un fuerte deseo sexual... — repite mis palabras como si quisiera convencerse a sí misma. — No me gustaría que las cosas se pongan raras entre nosotros.

— No te preocupes, no va a pasar. — me está costando mucho mantener mi fachada por lo que opto por la salida más rápida — Voy a tomar una ducha, si quieres después puedes ducharte tú. Tengo que salir en una hora.

Simplemente asiente y me voy al baño, dejándola sola con sus pensamientos. ¿Qué siento? Me pregunto mirándome al espejo, pues siento una gran desilusión, un vacío se instaló en mi pecho y un nudo en mi garganta. Vuelven a mi mente las palabras que pronunció anoche "Podría acostumbrarme fácilmente a esto", qué poco duró la burbuja donde me metí.

Me obligo a tomar esa ducha y me visto con la intención de que crea que tengo que salir, aunque la realidad es que no me apetece ir a ningún sitio. Salgo de la habitación y Amanda ya ha limpiado las cosas de la cocina.

— No tenías que hacer eso — mi tono sale más áspero de lo que quería.

— Bueno, tú hiciste el desayuno, lo justo era que por lo menos lavara lo que ocupamos. — fuerza una sonrisa — No quisiera abusar, pero necesito también una ducha ¿puedo?

— Sí claro, adelante.

Pasa por mi lado, todavía usando mi remera y tengo que respirar profundamente para no arrancarla de su cuerpo y tomarla en mi cocina para ver si así se le olvidan esas idioteces de que lo que pasó fue un error porque, en simples y llanas palabras, eso fue lo que quiso decir antes.

La espero en la sala, fingiendo que preparo papeles y cosas para la "reunión" ficticia que me inventé. Aparece por el pasillo con su propia ropa puesta, la misma que anoche se regó en mi habitación.

— Ya estoy lista, ¿salimos juntos? — Debería decir que no pero tampoco quiero ser tan descortés.

— Sí, busco algo en mi estudio y nos vamos.

Sigo con el show, voy al estudio y vuelvo con algo que no necesito en la mano, lo meto a la maleta y salimos de mi departamento. El ambiente sigue siendo raro, incómodo y tenso.

— Por favor, no comentes con nadie lo que te conté de Santiago ayer, se supone que no debía decirle a nadie — la miro sorprendido.

— No te preocupes, no se lo diré a nadie. — digo secamente.

— Gracias.

El resto del tiempo que demora en bajar el elevador lo hacemos en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Al llegar a la planta baja salimos a la calle y decido tomar el camino opuesto a su Torre. Chequeo mi reloj.

— Debo irme, me esperan.

— Está bien entiendo — mira sus manos y suspira — Nos vemos, Chris.

— Adiós Amanda — me despido y me voy, a dónde, no sé, pero necesito alejarme lo que más pueda de esta mujer que fue mía solo por unas horas.