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El Diablo que Me Ama

El Diablo que Me Ama

Status: Terminada
Genre:Yaoi / Mafia / Doctor / Maltrato Emocional / Malentendidos / Reencuentro / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:346
Nilai: 5
nombre de autor: Belly fla

Josh es un joven psicólogo que comienza su carrera en una prisión de máxima seguridad.
¿Su nuevo paciente? Murilo Lorenzo, el temido líder de la mafia italiana… y su primer amor de adolescencia.
Entre sesiones de terapia peligrosas, rosas dejadas misteriosamente en su habitación y un juego de obsesión y deseo, Josh descubre que Murilo nunca lo ha olvidado… y que esta vez no piensa dejarlo escapar.

NovelToon tiene autorización de Belly fla para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 14

El sofá aún guardaba el calor del cuerpo de Murilo cuando Josh se desplomó sobre él, con las piernas débiles, las manos temblorosas. Su cuello aún ardía donde los labios de Murilo lo habían tocado – un beso que no debería haberle parecido tan *bueno*.

*"Aún no recuerdas quién soy."*

Aquella frase martilleaba en su cráneo mientras Josh intentaba racionalizar:

*Él es un criminal. Un psicópata. Está jugando contigo.*

Pero otra voz, más profunda, susurraba:

*¿Y si no lo está?*

Josh cerró los ojos, forzando la mente a retroceder en el tiempo. Antes del instituto. Antes de la facultad. Antes de todo.

años atrás

El colegio estatal olía a pintura fresca y ansiedad adolescente. Josh – aún no "doctor Josh", solo el chico larguirucho de gafas al que le gustaban los libros – se escondía tras las páginas de *El Señor de los Anillos* durante el recreo.

Hasta que *él* apareció.

Carlos Vitelli.

Aún no "Murilo". Solo el chico nuevo, el rebelde con tatuajes precoces en las muñecas y una sonrisa que hacía suspirar a las chicas (y a algunos chicos).

— **¿De verdad lees esas mierdas o solo posas?** — Carlos arrancó el libro de las manos de Josh, hojeando las páginas con desdén.

— **¡Dámelo!** — Josh saltó para recuperarlo, pero Carlos era más alto, más fuerte.

— **Solo si me pruebas que no es solo adorno.**

Y entonces, sin saber por qué, Josh recitó de memoria:

*"Todas las personas grandes fueron niños un día (pero pocos lo recuerdan)."*

Carlos se congeló. Después, devolvió el libro con una sonrisa *diferente*.

— **Me caes bien, nerd.**

**Presente**

Josh abrió los ojos de repente, el corazón latiendo como si quisiera escapar del pecho.

— **No puede ser él...** — susurró al apartamento vacío.

Pero las piezas encajaban:

La forma en que Murilo lo miraba desde la primera sesión, como si *reconociera* algo.

La obsesión repentina.

La fuga arriesgada.

Y lo más importante:

*Nadie sabía que Josh había crecido en otra ciudad. Nadie sabía sobre Carlos.*

A menos que...

A menos que Murilo *fuera* Carlos.

El chico del que Josh se había enamorado a los 16 años.

El mismo chico que desapareció sin explicación después de que se besaran por primera vez detrás de los vestuarios.

Josh se levantó de repente, con las manos sudadas.

Si Murilo era realmente Carlos, entonces esto no era solo un juego.

Era una *venganza*.

Porque Josh había huido.

Había cambiado de ciudad.

Lo había *abandonado*.

Y ahora, después de años, Murilo había vuelto para cobrar su deuda.

El teléfono vibró. Josh casi saltó.

Un mensaje de un número desconocido:

**"¿Ya te acordaste, mi amor?"**

Segundo archivo adjunto: una foto antigua.

Dos chicos sentados en el tejado de la escuela.

Uno de ellos era Josh, con sus gafas grandes y su sonrisa tímida.

El otro...

Era *él*.

Carlos.

Murilo.

La misma sonrisa.

Los mismos ojos.

El mismo tatuaje de rosa comenzando en la muñeca.

Josh dejó caer el teléfono al suelo.

Josh, pero apenas podía moverse. Las palabras de Murilo resonaban en su mente como un mantra peligroso:

*"Mi amor... sé que lo que dices es mentira."*

¿Y lo peor?

**Tenía razón.**

Josh cerró los ojos, dejándose hundir en el pasado que tanto intentó enterrar.

El tejado de la escuela. El viento cálido del final de la tarde. El olor a cemento y cigarrillo barato.

Carlos — no, *Murilo* — sostenía su rostro con las manos calientes, los dedos ásperos de tanto entrenar boxeo después de clase.

— **Nunca has besado a nadie, ¿verdad?** — rió, el aliento cálido contra los labios de Josh.

— **¡Claro que sí!** — Josh mintió, los dedos temblando al sujetar la barra de la sudadera de Murilo.

— **Mentiroso.**

El beso fue todo menos gentil. Dientes chocando, lengua dominadora, las manos de Murilo tirando de su cabello como si quisiera poseerlo allí mismo.

Josh debería haber sentido miedo.

En cambio, se sintió **vivo** por primera vez.

**Presente**

Josh abrió los ojos, el cuerpo caliente como si hubiera revivido cada segundo.

*Mierda.*

Aún le gustaba.

Después de años, después de todo, después de convertirse en un psicópata, un líder de la mafia, un fugitivo...

Josh aún sentía el corazón acelerarse solo de recordar.

El teléfono sonó de nuevo.

— **Mierda.**

Josh dudó, pero atendió.

— **Murilo...**

— **¿Te gustaron los recuerdos, mi amor?** — la voz de Murilo era un puré, derramándose en su oído como miel envenenada.

— **Yo no... ya no siento nada por ti.**

Murilo rió, bajo, íntimo.

— **Entonces, ¿por qué tu voz tiembla cuando hablas? ¿Por qué no llamaste a la policía? ¿Por qué aún guardas la foto nuestra en el cajón?**

Josh se congeló.

— **¿Cómo tú...**

— **Te conozco, Josh. Siempre te he conocido.** Una pausa. **Fuiste el único que me hizo sentir algo real. Y yo fui el único que consiguió hacerte olvidar tus miedos.**

Josh quiso negar. Quiso gritar. Quiso *mentir*.

Pero la verdad era un cuchillo clavado en su pecho:

**Él nunca superó a Murilo.**

— **¿Qué quieres de mí?** — la voz de Josh salió quebrada.

Murilo respondió con otra pregunta:

— **¿Recuerdas nuestro último beso?**

¿Cómo podría olvidarlo? Fue el mismo día que Josh descubrió que el "Carlos" que amaba ya se llamaba Murilo. Ya cargaba un cuchillo. Ya tenía *sangre* en las manos.

— **Huí porque tuve miedo** — Josh admitió, por primera vez.

— **Lo sé.** Murilo bajó la voz. **Pero ahora ya no eres aquel chico asustado. Y yo... bueno, yo nunca cambié. Siempre te he querido.**

Josh sintió el cuerpo temblar.

— **Eres un criminal.**

— **Y tú eres un terapeuta que se enamora de pacientes.** — Murilo rió. **Combinamos, ¿no crees?**

Josh no respondió. Porque una parte de él — la parte que aún soñaba con aquel chico del tejado — *estaba de acuerdo*.

— **Si quieres verme...** — Murilo susurró, **...solo tienes que venir al Casino El Diablo. Medianoche.**

La llamada se cortó.

Josh se quedó parado, mirando al teléfono, a las paredes, a la vida que construyó con tanto cuidado.

Y entonces miró al cajón.

Donde, de hecho, guardaba una foto arrugada de dos chicos riendo en el tejado.

*Medianoche.*

Sabía que iría.

Sabía que era un error.

Sabía que podía morir.

Pero después de años...

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