Para Todos Yo Soy La Villana

Después de semanas de arduas reuniones, negociaciones interminables y múltiples estrategias, Ian y Kiara finalmente lograron llegar a un acuerdo con el rey de Liu. Las tensiones que habían surgido tras la llegada de ambos al reino se habían desvanecido poco a poco, y su presencia en la corte había dejado claro que no estaban allí para simples juegos de poder, sino para consolidar algo mucho más grande.

El rey de Liu, aunque receloso al principio, terminó aceptando las condiciones propuestas por Ian y Kiara. Los beneficios económicos y militares que traería la alianza con el Imperio de Xek eran demasiado valiosos para ignorarlos.

Durante la última reunión, el rey anunció, con cierto tono formal, el acuerdo alcanzado:

—En reconocimiento de la diplomacia y los esfuerzos del emperador Ian y su emperatriz Kiara, nuestro reino de Liu acepta los términos propuestos. Esta alianza será el inicio de una nueva era para ambas naciones.

Kiara se mantuvo firme y serena, como siempre, pero por dentro no podía evitar sentir satisfacción. Habían logrado lo que muchos consideraban imposible.

Esa noche, el rey organizó un banquete para celebrar el acuerdo. Marionela y el príncipe Alber, quienes habían mantenido su distancia durante todo el proceso, se vieron obligados a asistir.

Kiara, como siempre, lucía impecable. Su vestido negro con bordados dorados y su porte regio robaban las miradas de todos en la sala. Ian, a su lado, con su cabello blanco y ojos rojos, irradiaba un poder que nadie podía ignorar.

Marionela, quien no había dejado de observar a Ian desde su llegada, se sintió eclipsada por la presencia de Kiara. La envidia y el resentimiento eran evidentes en su rostro, pero Kiara apenas le dedicó una mirada.

Cuando terminó el banquete, Kiara e Ian regresaron a sus aposentos. Allí, mientras revisaban los detalles finales de su partida, Ian notó que Kiara parecía pensativa.

— ¿Qué te preocupa? —preguntó él, dejando los documentos a un lado.

Kiara lo miró por un momento antes de responder.

—Dentro de dos años, mi exilio terminará oficialmente. Esa fue la razón por la que vine antes de tiempo, para demostrar que puedo moverme por encima de las reglas que intentaron imponerme. Pero cuando vuelva, no será como la hija exiliada de los Lombardini. Quiero regresar como alguien que ellos no puedan ignorar.

Ian la observó en silencio, admirando su determinación.

—Cuando vuelvas, lo harás como mi emperatriz. No habrá nadie que pueda cuestionarte, Kiara.

Ella sonrió levemente.

—Eso es lo que espero. Pero no puedo negar que estoy deseando ver sus caras cuando regrese. Sobre todo la de Marionela y Alber.

La partida hacia Xek

El día de la partida llegó rápidamente. En la entrada del palacio, el carruaje imperial esperaba a Ian y Kiara. El rey de Liu, junto con algunos nobles, había salido a despedirlos, cumpliendo con el protocolo.

Marionela y Alber también estaban allí. El príncipe mantenía una expresión neutral, pero su incomodidad era evidente. Marionela, por su parte, apenas podía ocultar su resentimiento.

Antes de subir al carruaje, Kiara se volvió hacia el rey y se inclinó levemente.

—Agradezco su hospitalidad, su majestad. Espero que nuestra alianza sea próspera para ambos reinos.

El rey ascendió, pero antes de que pudiera responder, Marionela dio un paso al frente.

—Espero que vuelva pronto, señorita Lombardini. Sería una pena no tener la oportunidad de volver a cruzarnos.

La sonrisa de Kiara era tan afilada como una espada.

—No te preocupes, Marionela. Dentro de dos años volveré, pero no como una simple Lombardini. Y cuando lo haga, espero que esté preparado.

Marionela pareció palidecer ligeramente, pero no respondió. Kiara subió al carruaje, donde Ian ya la esperaba.

Mientras el carruaje comenzaba a alejarse, Kiara miró por la ventana, observando cómo el palacio de Liu se hacía cada vez más pequeño en la distancia.

Ian, sentado frente a ella, rompió el silencio.

—¿Ansiosa por regresar?

Kiara desvió la mirada de la ventana y lo miró directamente.

—Ansiosa por lo que vendrá. Dos años son tiempo suficiente para prepararme. Y cuando regrese, nadie podrá detenerme.

Ian decepcionado, satisfecho con su respuesta.

—Eso es lo que me gusta de ti, Kiara. Nunca retrocede.

Al llegar al Imperio de Xek, Kiara se dedicó a fortalecer su posición como emperatriz. Con Ian a su lado, trabajaron juntos para consolidar el poder del imperio, mientras Kiara afinaba cada aspecto de su estrategia para el futuro.

Pero en el fondo, ambos sabían que esos dos años no solo eran tiempo para Kiara. También eran tiempo para que la relación entre ellos evolucionara aún más.

El regreso a Liu no sería solo un acto político. Sería el inicio de una nueva era, y Kiara estaba lista para reclamar lo que le pertenecía.