Cumpliendo Mi Deseo De Navidad.

Al pasar de los días, tanto Eliza como Eduardo siguieron al pie de la letra las indicaciones de la especialista. No solo porque querían que su hijo o hija naciera con bien, sino por la salud de la propia Eliza. Si algo sucedia de imprevisto que adelantara de alguna forma el parto a la joven mujer, era probable que quedara imposibilitada para un nuevo embarazo, o peor aun, que quedaran secuelas de algún tipo en su salud.

Asi que hacían lo posible para que todo estuviera bien, siguiendo las indicaciones médicas.

El pequeño Miguel, colaboraba con su mami, con respecto a su cuidado y alimentación. Intentaba ayudarla a cocinar, asi como portarse bien para no generarle estrés. Hasta había logrado que Anita, su compañera de clases, dejará de molestarlo, por las buenas. Tuvo que negociar con ella. Llegó a un acuerdo de no acusarla con el director del colegio, lo cual llevaría a que citaran a su mamá nuevamente, está vez con el director, y su madre volviera a llamarle la atención. Algo que quería evitar Anita, ya que la última vez, no le fue bien con su mamá al llegar a su casa.

Y Eduardo había pedido unos días de permiso en el trabajo, y estaba colaborando en todas las tareas del hogar con su esposa.

Con respecto al trabajo de medio tiempo de Eliza, ya la señora le había insistido varias veces en días pasados que dejará de trabajar y descansará, pero la mujer era terca y no había hecho caso. Ahora sí se quedaba a descansar en casa, dejando su trabajo de medio tiempo.

En esos días, tanto la señora Jimena como su nieta, la visitaban en las tardes al cerrar el negocio, y eso le había alegrado mucho a Eliza. Las mujeres estaban muy contentas con Miguel, ya que les parecía un niño alegre y de lo más tierno, asi como muy amable y cariñoso con su madre adoptiva. Cuando otros niños presentan celos de sus herman@s no nacidos, con Miguel no era así. Él esperaba ansioso la llegada del bebé para ser el hermano mayor ☺️

La señora Jimena les dijo que contarán con ellas, en todo lo que necesitarán, y sobre todo para cuidar a Miguel cuando llegará el día de realizar el procedimiento de cesárea a Eliza.

Todos estaban a la expectativa de lo que sucedería.

Hoy, faltaba un dia para la consulta con la especialista. Eliza, Eduardo y Miguel, reian felices, sentados en la pequeña sala de su apartamento.  Mientras Miguel jugaba sentado en el suelo del apartamento, Eliza y Eduardo conversaban seriamente.

-¿Estás segura de lo que dices? –

-Si. Si llega a suceder algo que amerite que decidas entre la vida de los dos, por favor, por favor, salva a nuestro hijo. Te lo pido. – suplicaba Eliza, tomando las manos de su amado esposo.

Este tenía los ojos llenos de lágrimas, de vez en cuando miraba de reojo a Miguel, preguntándose si este escuchaba lo que ambos hablaban.

-¿Me quieres dejar solo? ¿Eso es? – preguntó, desconcertado a su esposa – pues no, no te dejaré. Pediré que los salven a los dos, y si tengo que dar mi vida a cambio de las suyas, lo haré. –

-No, amor. Es solo prevención. No quiere dejarte solo. Pero sabes que existe esa posibilidad. Por favor, salva a nuestro hijo… - volvió a pedir la mujer, en un susurro, mirando a su esposo con ojos de suplica.

Él molestó, la miró , la abrazó, y la besó en la frente.

-Esta bien, princesa. Pero quiero que sepas que no estoy de acuerdo. Y que antes de tomar una decisión pediré que los salven a ambos. – concluyó él apretando ligeramente el cuerpo de su mujer en un abrazo, y acariciando el gran vientre de su esposa.

-Gracias amor. – agradeció en un sollozo Eliza.

Mi esposo siempre ha demostrado ser el mejor hombre de todos, piensa Eliza. Por eso lo amaba, de forma infinita. Lo amaba con intensidad. Y si hubiera otra vida después de esta, en esa vida lo seguiría amando, aún cuando no supiera quién es él, seguía pensando Eliza mientras correspondía al abrazo de su amado.

Eduardo esperaba que no fuera necesario tomar una decisión de vida o muerte. No quería elegir entre uno de los dos. Esperaba que todo saliera bien para ambos, su mujer y su hijo por nacer, para que asi se cumpliera su milagro de navidad ... en su totalidad.

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Ya en horas de la tarde, Eliza comenzó a sentir una presión e incomodidad en su vientre bajo.

- Eduardo, creo que es hora de llamar a la doctora. - indico ella acomodándose en la cama, buscando una posición más cómoda sin encontrarla.

- Amor, de verdad que estoy cansado. Mañana le llamamos. A la final mañana temprano toca la cita con la doctora.

Y en eso, Eliza que iba a replicar, sonó el timbre del apartamento.

Ya eran casi las nueve de la noche.

Hasta el pequeño Miguel se había dormido hace poco . Ellos estaban despiertos porque se acababan de desocupar y apenas se acostaban a descansar. Y estaba hablando de lo que harían mañana y pensando en si tenían todas las cosas del bebé a mano. Cuando la puerta sonó

-¿Quién será a esta hora? - preguntó Eliza olvidando por un momento la presión en la parte baja de su vientre.

Cuando ya se disponía a levantarse para abrir la puerta, intervino su esposo.

- Yo voy amor. Tranquila. Descansa. - dijo él colocándose una franela mientras caminaba hacia la puerta, saliendo del cuarto, pasando por el centro de la sala, y dispuesto a abrir la puerta, miró primero por la mirilla.

- Oh, no. - dijo Eduardo en voz baja, y Eliza lo escucho, poniéndose alerta a los sonidos de la sala.

Eduardo respiro profundo y abrió la puerta.

- Buenas noches, cuñada. Cuñado. ¿Cómo están? ¿Qué se les ofrece a esta hora? - pregunto Eduardo con una sonrisa falsa.

Él sabía que si estaban por allí a esa hora era porque necesitaban dinero.

- Venimos a saludar, claro. Y a ver a mi hermana. - dijo la mujer.

-Claro, cuñado. Solo venimos a ofrecernos para cuidar al pequeño Miguel cuando le estén haciendo la cesárea a mi cuñadita. - dijo el hombre como si no supiera que en realidad iban a pedirles otra cosa.

Eliza se levantó y se puso un bata de mangas largas encima de su pijama.

¿A qué habrán ido su hermana y cuñado a su casa a esas horas? Pensó.

Al salir del cuarto los vio. Se acercó.

- Hola, hermana. Cuñado. ¿Y los niños como están? - preguntó al no ver a los pequeños. Aunque imagino que estaban con la abuela paterna.

- Con mi madre. Ella adora a los pequeños. - dijo el hombre serio.

-Que bueno, me los saludan. Gracias por el ofrecimiento, pero ya tenemos una niñera. - agradeció Eliza, al ver qué no se iban preguntó. - Diganme. ¿Sucede algo más? -

La hermana de Eliza tenía una expresión preocupada y hasta el momento solo había saludado. El esposo de esta, la empujó un poco, como para que hablará. Elena lo miró con aprehensión. Y de pronto, comenzó a llorar.

- Hermana, necesitamos dinero. Mis hijos están internados en una clínica y no podemos cubrir los gastos. Ayúdanos, por favor. - dijo la mujer.

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