En un reino maldito donde las personas se convierten en bestias al caer la noche, Aria, una joven cazadora, es enviada para eliminar a la Bestia maldita. Pero al llegar descubre que todo lo que decían, era falso y la Bestia de la que tanto temían, la arrastraría a sus más profundos, oscuros y lujuriosos deseos. ¿Podrá Aria acabar con la Bestia maldita o el deseo acabará con ella?
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El príncipe bestia
El castillo cobra vida lentamente con los primeros rayos del sol. Las sombras de la noche retroceden, y Kael, vuelve a su forma humana, observando el amanecer desde una ventana en lo alto de la torre. Aria, tras una noche de pesadillas llenas de visiones inquietantes, despierta con preguntas y una sensación de urgencia.
Aria abre los ojos, inquieta tras una noche de pesadillas. Fragmentos de imágenes pasan por su mente: una mujer encapuchada, una corona rota, y una figura encadenada entre llamas.
“¿Qué significaba todo eso...?”
Mientras se viste y guarda su daga, escucha un ruido en el pasillo. Cuando baja al salón principal, encuentra un hombre sentado a la mesa, siendo percibida, el contacto visual produce escalofríos, la bestia ahora humana estaba esperándola con una expresión neutral.
-Buenos días, cazadora. Espero que hayas dormido bien.- pronuncia con voz grave
Aria con sarcasmo responde -Si ignoramos las pesadillas y este lugar lúgubre, diría que fue una noche perfecta. Así que está es realmente tu cara…-
Kael esbozando una sonrisa cansada se pone de pie y la ayuda a sentarse a la mesa -El castillo tiende a afectar los sueños de quienes se quedan aquí. Pero no son meras ilusiones; quizás sean recuerdos... o advertencias.-
Kael hace un gesto hacia el desayuno que sus sirvientes monstruosos han dispuesto pan rancio, frutas silvestres y algo de carne curada.
-Come. Necesitarás fuerzas para lo que viene.-
Aria se cruzándose de brazos -No estoy aquí para disfrutar de banquetes. Habla. ¿Qué más debo saber sobre esta maldición?- evidentemente no comería esa espantosa comida pero no quería parecer quisquillosa
-Directa como siempre. Muy bien.-
Kael toma una manzana, girándola en sus manos mientras habla. Su tono es grave y pausado
-La maldición fue creada por Morganna, una poderosa hechicera. Ella tenía un profundo rencor contra mi familia... uno que nunca entendí del todo.-
-¿Qué hicieron tus padres para ganarse su ira?-
-Morganna ofreció su poder a cambio de un lugar en la corte y la cama de mi padre, pero él la humilló públicamente. Su orgullo herido fue suficiente para sellar nuestro destino.
-¿Y tú? ¿Eras sólo un niño en ese entonces? Estamos hablando de hace cuantos años específicamente…
Kael respondió apartando la mirada -Tenía 02 años cuando lanzó la maldición. Mi madre murió a mis 16 años, mi padre desapareció, y yo... bueno, ya ves en lo que me he convertido.-
Sus ojos se fijan en Kael con intensidad. Mordía la manzana tranquilamente mientras observaba por la ventana, piel blanca, ojos dorados, cabellos negros como la obsidiana y un cuerpo grande y masculino. Aria jamás había visto un hombre tan apuesto y salvaje, despertaba en ella una ansiosa curiosidad
-Entonces- carraspeó- ¿Cómo se rompe?"
-Debemos encontrar tres objetos mágicos que Morganna utilizó para sellar su poder en la maldición. Cada uno está escondido en un reino diferente, protegido por barreras mágicas y guardianes que la hechicera creó… no estoy seguro, me rendí hace mucho tiempo cuando no logré conseguirlos-
Aria arqueando una ceja pronuncia con gracia -Tres objetos, tres reinos, y un príncipe maldito que necesita mi ayuda. Suena como una de esas viejas historias que se cuentan junto al fuego.-
Kael le muestra una suave sonrisa -¿Y no es eso lo que somos ahora? Una historia que aún no tiene final.- aquellas palabras hicieron ruborizar las mejillas de Aria por alguna razón
-No te emociones. Sólo estoy aquí porque tú me necesitas, y yo quiero salir viva de este lugar.-
-No me hago ilusiones, Aria. Pero si no trabajamos juntos, esta maldición nunca se romperá, y ninguno de los dos obtendrá lo que busca.-
-Dime tu nombre, porque estamos en desigualdad-
-Soy Kael… suficiente con eso, llámame así-
Aria asintió sin más, observandole detenidamente, intentando discernir si hay algo más que no le está contando. Finalmente, se inclina hacia él, apoyando los codos en la mesa.*
-Uhmm… Hay algo que no cuadra. Si tienes tanta información, ¿por qué no has roto la maldición por tu cuenta?-
-Porque no puedo salir del Bosque de las Sombras. La maldición me ata aquí. Y hay otra cosa…-
-¿Qué cosa?-
-Cada noche, me convierto en algo peor. Una bestia que apenas puede controlar sus impulsos. Si me alejo demasiado del castillo, pierdo completamente el control. Así que por eso no he logrado romper la maldición-
-¿Por qué debería arriesgar mi vida por alguien que podría matarme en cualquier momento? Garantizame que en una de tus disfrazadas nocturnas no me matarás-
-Porque yo no te traje aquí para que mueras. Y porque... creo que Morganna dejó algo más detrás de esta maldición. Y… los sirvientes tienen indicaciones precisas de atarme, igual no dejes tu puerta abierta- Pronunció las últimas palabras mirando las piernas de su acompañante
-¿Qué estás insinuando?- Aria se levanta abruptamente, empujando la silla hacia atrás.- controla tus instintos de bestia, no me cojo animales-
El silencio entre ellos es pesado. Aria aprieta los puños, mirando fijamente a Kael antes de girarse hacia la puerta. Sin embargo, Kael asoma los dientes en una sonrisa apenas perceptible
Aria antes de atravesar la puerta se gira- Si vamos a hacer esto, será bajo mis condiciones. No soy tu sirvienta, ni tu aliada. Sólo soy una cazadora que quiere terminar con esto lo antes posible.-
-Lo que digas, cazadora. Pero recuerda: esta maldición no se romperá sólo con fuerza. Y mientras te recuperas, pueden pasar cosas… divertidas-
Aria sale de la habitación, azotando la puerta y dejando a Kael solo. Él observa su sombra desaparecer, mientras sus ojos vuelven a adquirir un brillo leve y salvaje.
-Maldita mujer cazadora- tragó la copa de vino que yacía en la mesa, su garganta se sentía seca al verla- Ha pasado demasiado tiempo sin ver a una mujer, es mejor que no se me cruce cuando se oculte el sol.
Los sirvientes en silencio recogían la mesa, un viejo canoso, encorvado y de rostro amable se acercó a él- Mi señor ¿cree que está vez podamos escapar de esta maldición?-
-Espero que si Guill, sé que todos necesitamos descansar en paz al fin-
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