La historia más cliché del año", así la describiría Carla... pero, ¿qué pasa cuando los villanos cuentan su versión?
pero ¿qué pasa cuando se ve desde los ojos de Kiara? Una joven obligada a comprometerse con el príncipe a los 15 años por decisión de su padre, quien en secreto ama al hombre con el que está destinada a casarse. Todo cambia cuando Marionela entra en escena. Su aparente dulzura esconde un lado oscuro que Kiara conoce de primera mano, pues es ella quien comienza a manipular al príncipe y convertir la vida de Kiara en un caos.
La gota que colma el vaso llega cuando Marionela, en un acto calculado, se envenena para culpar a Kiara. La supuesta villana es acusada injustamente, encarcelada y casi ejecutada, pero logra reducir su sentencia. Allí, en el calabozo, un golpe la despierta a su vida pasada y con ello, un propósito claro: cambiar su destino .
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capitulo 17_ El Banquete en Honor al Emperador Ian
La noticia de la llegada del emperador Ian sacudió al reino de Liu. Nadie esperaba que un hombre de su poder e influencia sucediera una aparición en persona. A pesar de los rumores sobre la creciente relación entre Kiara y el emperador, su presencia junto a ella confirmó lo que todos temían: los lazos entre el imperio de Xek y la antigua hija de los Lombardini eran más fuertes de lo que imaginaban.
El banquete, celebrado en el gran salón del palacio real, estaba decorado con un esplendor sin precedentes. Los nobles y aristócratas habían acudido con sus mejores galas, todos ansiosos por impresionar al joven emperador, quien ya era conocido por su dominio en la política y su presencia imponente.
Cuando Ian entró al salón, acompañado de Kiara, las conversaciones se apagaron al instante. Su cabello blanco como la nieve y sus ojos rojos ardientes capturaron las miradas de todos los presentes. Era la imagen misma de la realeza, pero lo que realmente destacaba era su porte: cada paso que parecía una declaración de su dominio absoluto.
Kiara, a su lado, lucía igual de majestuosa. Vestía un elegante vestido negro con bordados dorados que resaltaban su figura y sus ojos penetrantes. La forma en que Ian permanecía a su lado, sin separarse de ella, dejaba claro para todos que Kiara no era simplemente una aliada política: ella era su igual, su emperatriz.
La impresión de Marionela
Marionela, sentada junto al príncipe Alber, observaba con asombro al recién llegado. Nunca había visto a alguien como Ian: su puerta, su apariencia y la manera en que dominaba la atención del salón eran simplemente hipnotizantes. Aunque Alber intentaba captar su atención con comentarios, ella apenas lo escuchaba, completamente enfocada en el emperador.
—Es… impresionante —susurró, casi sin darse cuenta.
Alber frunció el ceño, sintiendo la admiración en la voz de Marionela.
—Es solo un hombre, Marionela —respondió, intentando ocultar su descontento.
—Un hombre que parece más un dios —murmuró ella, antes de darse cuenta de que había hablado en voz alta.
Alber apretó los dientes, sintiendo que su orgullo se desmoronaba aún más Las miradas en el salón
Aunque muchas mujeres en el salón quedaban deslumbradas por Ian, ninguna se atrevía a acercarse. Cada vez que lo intentaban, sus ojos se encontraban con los de Kiara, cuya presencia era suficiente para detenerlas. Ian no necesitaba palabras para demostrar su conexión con Kiara; su postura, las miradas pequeñas que intercambiaban y la forma en que ella caminaba a su lado decían todo lo necesario.
Un noble joven, tal vez más imprudente que los demás, intentó acercarse para hablar con Kiara. Antes de que pudiera decir algo, Ian se giró ligeramente hacia él, con una mirada que parecía atravesarlo. El noble retrocedió de inmediato, murmurando una disculpa.
—Pareces disfrutar esto —le susurró Kiara a Ian, con una sonrisa apenas perceptible.
— ¿No deberías hacerlo? —respondió Ian, inclinándose levemente hacia ella—. Ver cómo tiemblan solo por estar cerca de ti también es entretenido.
Kiara no respondió, pero su sonrisa se ensanchó ligeramente. Ambos sabían que su unión era una fuerza que pocos podían igualar.
Cerca del final del banquete, Marionela decidió acercarse a Ian, aprovechando un momento en que Kiara estaba conversando con un grupo de nobles.
—Su Majestad el Emperador —dijo Marionela, inclinándose ligeramente—, es un honor tenerlo en nuestro reino.
Ian la miró con curiosidad, pero mantuvo su expresión neutral.
—Gracias por sus palabras, señorita…
—Marionela Mecher Lombar —se apresuró a decir, sonriendo con dulzura—. Soy… una amiga cercana del príncipe Alber.
Ian se acercó levemente, pero su interés no parecía ser más que cortesía.
—Es un placer conocerla —respondió, con un tono distante.
Marionela, sin embargo, no se dio por vencida.
—Debe ser difícil manejar un imperio tan grande. Debes necesitar a alguien especial a su lado para apoyarlo.
Antes de que Ian pudiera responder, Kiara apareció junto a él, colocando una mano ligera en su brazo.
—No se preocupe, Marionela, él ya tiene a alguien —dijo Kiara, su tono amable pero cargado de significado.
Marionela palideció, pero intentó mantener la compostura.
—Por supuesto. Qué afortunado es, Su Majestad.
Ian levemente y miró a Kiara con algo que parecía complicidad.
—Más de lo que las palabras pueden expresar.
Marionela se retiró, claramente desconcertada por la interacción. Alber, que había observado todo desde la distancia, estaba furioso. Su orgullo había sido pisoteado no solo por Ian, sino también por la mujer que una vez había considerado inferior a él.
Cuando terminó el banquete, Kiara e Ian se retiraron a sus aposentos privados.
—Creo que el impacto fue suficiente por esta noche —dijo Ian mientras se quitaba la capa.
—Más que suficiente —respondió Kiara, sirviendo una copa de vino—. Aunque Marionela parece tener cierto interés en ti.
Ian levantó una ceja, divertido.
—¿Celosa, Kiara?
Ella soltó una risa suave.
—Por supuesto que no. Pero me divierte verla intentando competir en un juego que ya perdío( o tal ves si estoy celoso, que estupidez obvio no, esto es solo una alianza) se dijo a si misma
Ian sonriendo, acercándose a ella.
—Entonces sigamos jugando, pero a nuestra manera. Juntos, Kiara, nadie podrá detenernos.
Ella alzó su copa, chocándola suavemente contra la de Ian.
—Por un futuro donde todos se arrodillen ante nosotros.
Y con esa promesa, el poder de ambos seguía consolidándose, mientras sus enemigos no podían hacer más que mirar con resentimiento.