Para Emma Blake, una joven decidida y de fuertes convicciones, casarse con un hombre como Nicholas Marshall, el imponente magnate empresarial, jamás estuvo en sus planes. Sin embargo, el destino y una jugada cruel del poder los ha unido en un acuerdo imposible de rechazar: un matrimonio por conveniencia que podría salvar la vida de su familia y las finanzas del imperio Marshall.
Nicholas es frío, calculador y tiene una reputación impecable en los negocios, pero detrás de su fachada de acero esconde secretos oscuros y una necesidad insaciable de control. Para él, este matrimonio no es más que un trato, una forma de proteger su legado familiar
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Capitulo 21
La tensión en el aire era palpable, como una tormenta a punto de estallar. Emma se encontraba en el borde del abismo, sintiendo que algo oscuro y peligroso se cernía sobre ellos, algo que no podía ver, pero que sabía que estaba allí. Nicholas lo sabía también; su mirada fría y calculadora era prueba suficiente de que el peligro no era una fantasía en su mente. Pero lo que más la inquietaba no era el riesgo, sino la intensidad con la que Nicholas la miraba, como si cada segundo que pasaba la acercara más a él.
—No dejaré que te pase nada —dijo Nicholas con firmeza, acercándose a ella con una determinación que hacía vibrar cada fibra de su cuerpo.
—¿Y cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Emma, su voz apenas un susurro mientras lo observaba, su cuerpo tenso, preparado para lo que fuera que viniera.
Él no respondió con palabras, sino con acción. La tomó por la cintura, atrayéndola hacia él en un movimiento posesivo, su calor la envolvía mientras sus labios bajaban hacia los suyos, con una mezcla de desesperación y deseo. Era como si, en medio de la amenaza que los rodeaba, lo único que importara fuera asegurarla, hacerla sentir que estaba bajo su protección, bajo su dominio.
—Porque eres mía, Emma —susurró contra su boca antes de besarla, profundo y apasionado, como si ese beso pudiera ahuyentar cualquier peligro.
Emma tembló, no solo por el beso, sino por el poder detrás de esas palabras. No era solo un juramento; era una declaración. Nicholas estaba dispuesto a cualquier cosa por ella, incluso a sumergirse en la oscuridad más profunda para protegerla.
Pero en el fondo, Emma sabía que este peligro no solo amenazaba su seguridad, sino también lo que habían comenzado a construir entre ellos. Cada caricia de Nicholas, cada palabra susurrada con promesas de protección, encendía un fuego entre ellos que era tan seductor como peligroso.
Mientras sus labios seguían explorándola, Nicholas la empujó suavemente contra la pared, sus cuerpos ahora entrelazados en una mezcla de pasión y necesidad. El peligro parecía aún más cercano, pero en lugar de apartarla, la acercaba más a él, alimentando una pasión que amenazaba con consumirlos a ambos.
—Nadie va a tocarte —murmuró Nicholas, con voz ronca, sus ojos oscuros y llenos de promesas. —Y si alguien lo intenta, será lo último que haga.
Emma cerró los ojos, entregándose por completo al momento, sabiendo que, aunque el peligro acechaba, lo único que la mantenía anclada a la realidad era Nicholas.
Emma sintió el peso de las palabras de Nicholas, cada una cayendo como una promesa inquebrantable. Pero al mismo tiempo, un rastro de duda la invadía. ¿Era todo esto un reflejo del deseo de control de Nicholas? ¿O de un sentimiento más profundo que ni siquiera él estaba dispuesto a admitir?
—No puedes controlarlo todo, Nicholas —susurró ella, apartando apenas su rostro del suyo, lo suficiente para mirarlo a los ojos, esos ojos oscuros llenos de poder, pero también de algo más, algo que parecía querer permanecer oculto.
—No se trata de control, Emma —respondió él, su voz baja, casi en un gruñido. Sus manos aún la mantenían atrapada entre su cuerpo y la pared, su cercanía era sofocante, intensa, pero también reconfortante. —Se trata de mantenerte a salvo. De mantener lo que es mío.
—¿Y qué pasa con lo que yo quiero? —replicó ella, su voz temblando ligeramente, aunque no sabía si era por el miedo que sentía o por el deseo imparable que siempre la invadía cuando estaba cerca de él.
Nicholas se quedó en silencio por un instante, como si sus palabras lo hubieran golpeado más fuerte de lo que esperaba. La tensión creció entre ellos, densa, palpable. Emma podía sentir el latido de su corazón contra el pecho de él, como si ambos estuvieran sincronizados en una danza peligrosa.
—Lo que quieres —dijo él finalmente, en un tono más suave pero aún cargado de intensidad— es lo mismo que yo. Tal vez aún no lo sepas, pero lo sientes. Lo sé porque puedo verlo en tus ojos cada vez que me miras.
Sus dedos rozaron suavemente la línea de su mandíbula, y Emma cerró los ojos ante la caricia. Sabía que Nicholas tenía razón en parte, lo que sentía por él era algo más allá de cualquier contrato o trato que hubieran firmado. Pero el peligro que los rodeaba no era solo externo, estaba dentro de ellos, en la naturaleza volátil de su relación.