Una famosa Agente de las fuerzas especiales reencarna en un mundo lleno de magia, incertidumbre y tal vez un poco de romance... ¿Podrá adaptarse a su nuevo mundo? o ¿su nuevo mundo se adaptará a ella?...
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Capítulo 21
Capítulo 21
La tensión en el aire era palpable. Me sentía algo incómoda por la seriedad que emanaba del abuelo del Duque, quien había comenzado a contar algo importante, pero antes de que la atmósfera se volviera aún más densa, decidí ofrecerme a irme.
—Si lo prefieren, puedo irme... —dije, levantándome un poco de mi asiento, percibiendo que lo que iban a discutir podría no ser algo para mis oídos.
El Duque asintió sin pensarlo demasiado, pero el abuelo, con una mirada profunda, me detuvo.
—No te vayas. Lo que voy a contar les compete a ambos —dijo, mirando tanto al Duque como a mí.
Intrigada, me acomodé nuevamente en mi silla, sin saber exactamente qué esperar. El Duque, en un gesto que me pareció algo distante, comenzó a buscar una taza para servirle té a su abuelo, mientras Julio, sin decir una palabra más, nos dejaba a los tres solos en la sala.
—Bien, lo que voy a contar es un secreto —empezó el abuelo, con un tono grave que hizo que mi atención se centrara por completo en sus palabras—. El anterior emperador era mi mejor amigo. Tuvo dos hijos, el actual emperador y una princesa. Si bien ella nunca se preocupó demasiado por su estatus, ya que su intención no era el poder, sino ser feliz, lejos de todo este mundo, su hermano siempre fue distinto. Pero ambos se llevaban bien. —
Puedo notar que el Duque parecía ligeramente desconcertado por lo que escuchaba, pero su semblante se mantenía impasible. Yo, por otro lado, estaba completamente absorbida por lo que el abuelo decía.
—El emperador está a punto de ceder su puesto —continuó el hombre, ahora en voz más baja, como si se tratara de un asunto sumamente confidencial— No falta mucho para que eso suceda. Y el mismo le envió una carta a su hermana, advirtiéndole, pero ella pensó que no iba a pasar nada. —
Me quedé en silencio, esperando a que el abuelo continuara.
—Ella se casó con un hombre que no poseía mucho poder, un barón, pero su vida, al principio, fue feliz. Ambos vivieron tranquilos, tuvieron dos hijos, un varón y una niña. Sin embargo, hace poco, se corrió el rumor de que el emperador se retiraría, y este hombre, junto con su familia, pensaron que era su oportunidad de mover sus piezas. La princesa sufrió un accidente... aunque no murió, ahora está en la torre de magos, sumida en un sueño profundo, mantenida con vida por los magos y médicos que trabajan en conjunto para preservarla. —
El Duque la miró con una ceja levantada, claramente desconcertado.
—¿Y eso a mí qué me importa? —preguntó, con voz fría, sin mostrar mucha emoción.
El abuelo lo miró desafiante, sin dejar de sonreír.
—¿No ves lo triste que es? Al menos, termina de escuchar. —
La atmósfera se hacía cada vez más pesada, y mi curiosidad seguía en aumento. El abuelo, sin perder la calma, continuó con su relato.
—Lo que este hombre no sabía es que la princesa había dejado un testamento, un testamento que solo dos personas conocían. Uno era su hermano, el actual emperador, y el otro... era yo. —Hizo una pausa, como si esperara que asimiláramos sus palabras—. El testamento dice que si a la princesa le sucediera algo, sus hijos quedarían bajo la tutela del Ducado Ravenshade. Este acuerdo fue aprobado y firmado por el emperador. —
Me quedé completamente sorprendida. No podía creer lo que escuchaba.
—Y, ¿por qué no puso a su hermano como tutor de esos niños? Si se llevan bien —preguntó el Duque, ahora mirando a su abuelo con cierta desconfianza.
El abuelo lo miró, serio, y respondió
—Sabes que el único lugar neutral en medio de una disputa por el trono es este Ducado. ¿Quién se atrevería a tocar a esos niños si el mismo Duque Ravenshade los cuida? —
El Duque frunció el ceño, claramente incómodo con la situación.
—Pero, muchacho —dijo el abuelo, poniéndose más serio—, esto no tiene que ver con nadie más que con esos niños. Además, este acuerdo fue firmado mucho antes de que siquiera pensaras en hacerte cargo del Ducado, pues el acuerdo se hizo, antes que la princesa tenga hijos. Y, si me preguntas, es una forma de que puedas vengarte lentamente de esa familia que tanto odias, porque también están detrás de esos niños. Son un obstáculo para ellos. —
El Duque se quedó en silencio por unos segundos, pensativo, pero luego soltó un bufido.
—Tch, qué molestia... —murmuró, visiblemente irritado—. Bien, trae a esos mocosos, pero si hacen algún lío, te vienes tú mismo a cuidarlos. —
Yo me encontraba en una especie de trance, procesando toda la información, cuando escuché las últimas palabras del abuelo. Me ahogué con el té que había estado saboreando, casi dejándolo caer.
—De paso, si están bajo la tutela de ustedes dos, pueden practicar para cuando me den bisnietos... —dijo el abuelo, con una sonrisa pícara.
Mis ojos se agrandaron, y sentí que me ahogaba por un segundo. Miré al Duque, quien parecía estar igualmente molesto por la interrupción.
—¡Abuelo! ¡Deja de molestar! —Gritó el Duque, con una cara de desesperación—. ¡Ya basta! —
Yo, aunque también sorprendida, no pude evitar una risa nerviosa al ver la situación. No sabía si debía sentirme incómoda o divertida. ¡Todo era tan extraño! Al final, la conversación terminó con el Duque exasperado, mientras el abuelo, tan tranquilo, seguía disfrutando del té.