Su personalidad le permitió continuar con una vida que no recordaba.
Su fortaleza la ayudó a soportar situaciones que no comprendía.
Y su constante angustia la impulsó a afrontar lo desconocido; sobreviviendo entre una fina y delicada pared que separa lo inexplicable de lo racional.
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¿Otro extravagante?
^^^28 de diciembre, 2022^^^
^^^Residencia Cambrish^^^
^^^22: 48 pm^^^
— ¡¿Disolver el Anexo?! ¿Ha perdido la cabeza, jefe?
— Poco importa lo que suceda con esa mujer, ¡dejen que muera!
— ¡De todas formas esa tipa solo era un problema para el Anexo!
Puse la mano en el hombro de Dagan para detener cualquier pensamiento que invadiese su cabeza. Las probabilidades de que Uriel accediera a peticiones del "enemigo" eran bajas, especialmente porque tenían a Eliana de por medio; pero jamás creí posible que considerara la idea.
La reunión fue solo una junta de consejos, aunque era obvio que nadie accedería a liberar a Eliana bajo la disolución del Anexo. Además, la idea de "disolución" no recaía únicamente en Uriel ya que el gobierno y el Vaticano podrían revocarlo de su mandato para nombrar a alguien más.
Desde que entré a formar parte del Anexo, nunca ví al jefe dar tantos rodeos y ser aplastado por los reclamos de cualquier miembro. Erizza, la pelirroja impecable estaba acompañada de Roxan, casi como madre e hija. Ambas formaban parte de la directiva, pero ni una hacia el esfuerzo por apoyar a Uriel.
Fue entonces que tomé la palabra, tampoco me agradaba la idea de disolución en el Anexo, pero no era una opción dejar a Lia bajo manos de ese lunático.
— Escuchen todos con atención —mi presencia nunca pasaba desapercibida, por lo que conseguí silencio absoluto—. Eliana es el miembro más peligroso, su habilidad es un misterio y ni hablar de su capacidad de destrucción; no posee límites y nadie sería capaz de derrotarla. Ni siquiera la dama negra.
— ¡¿Lo ven?! ¡El prodigio del Anexo piensa lo mismo que nosotros!
Sentí un fuerte pellizco en mi hombro, cuando ví que se trataba de Dagan, sonreí adolorido.
— Es fuerte —continué—. Significa que quien posea el favor de Eliana, ganará.
La atmósfera cambió de la negatividad a la duda apenas terminé de hablar.
— Sentido común, público ¿Quién es tan imbécil para ganarse de rival a un ser invencible? Estamos en clara desventaja, el enemigo está aliado con la dama negra y ahora con Eliana.
— Félix, tienes razón —habló Erizza desde su asiento—. Pero ten en cuenta que disolver el Anexo es imposible.
— Y vencer a Eliana una vez decida trabajar con el desconocido, también —resalté el mismo punto de antes—. Ustedes son los jefes, deben hallar una solución para esto, ¿no? Aunque desde ya les digo que se preparen para lo que vendrá si deciden dejar a Eliana.
Reinó el silencio de incertidumbre. Al menos la situación parecía favorable para Lia, en especial con los miembros del Vaticano reconsiderando la propuesta de rescatarla. De no ser por la rata que seguía robando información del Anexo, Dagan y Erizza podrían sumarse a la búsqueda de Lia, lo cual también serviría para encontrar al maldito aliado de la dama negra.
— Los más jóvenes no lo saben, pero hay algunos presentes que sí recuerdan la época crisis del Anexo —habló Uriel—. Y para quienes sepan, entenderán el porqué de mi decisión.
Un mal presentimiento atravesó mi pecho erizando por completo mi piel. No conocía a Uriel como quién conoce la palma de su mano, pero sus ojos brillaban con extrañeza, tenía algo en mente y de haberlo dicho, nadie se lo permitiría. Era la mirada de alguien que deduce el final de una historia, más no lo contaría por el bien de la trama.
— Quiero hacer una propuesta —intervine sin nada en mente—. Uriel, reunamos a los miembros mayores en una sala pa–
La escena frente a mis ojos me recordó la última navidad que estuve con Ederne. Mi esposa insistió tanto en jugar con juegos artificiales, siendo sus favoritos los cohetes. Uriel los había prohibido rotundamente, pero cumplí los deseos de mi esposa saltando la autoridad de su padre. Sonreía mientras encendía el mechero y los cohetes dejaban destellos coloridos en líneas verticales, siempre apuntando al cielo.
— ¡U-Uriel!
El grito de Erizza fue la primera reacción ante el repentino disparo que soltó Uriel contra si mismo. La bala atravesó su estómago y su cuerpo se desplomó al instante dejando gran parte de su sangre en el acto.
Dirigí su salida junto a Erizza y Roxan, mientras tanto contacté al hospital para que tuvieran todo listo hasta su llegada. Aún con el alboroto nada pareció perturbar al Maestro del Vaticano y sus tres acompañantes, quedaron sentados en la distancia mirándome fijamente.
— Ya cerraron la residencia, Félix —apareció Dagan.
— Gracias.
Ambos intercambiamos miradas para después avanzar hacia nuestros superiores.
— Sin el jefe no tiene nada que hacer aquí, Maestro —hablé tranquilo.
— ¿Jefe dices? Lo que acabo de presenciar es suficiente para revocarlo de su mando, señor Félix. El caso de Eliana se suspende, tendremos una reunión con el gobierno y anunciaremos la vacante a presidente del Anexo.
Tenía razón al querer reemplazar a Uriel cuánto antes, la situación no ameritaba la espera a una agradable recuperación; sin embargo, me molestaba su tono de desprecio. Teniendo en cuenta la rapidez con la que los hechos se estaban dando, debía ser parte de algún plan enemigo.
— Deje que asuma el mando. Elegir a un presidente para el Anexo tardará más de lo previsto, Eliana tiene prioridad.
Pensé que tendría un carácter difícil, de esos que son irracionales e infantiles según su rango, pero marcó seriedad cuando aceptó luego de especificar que sería una medida temporal dado el incidente. Al desearnos buena suerte y su bendición, sentí una verdadera responsabilidad ya que liderar contra ese enemigo sería mi deber.
— ¿Qué harás ahora?
Sonreí dándole una respuesta obvia.
— Anunciaremos la disolución del Anexo.
Mis ansias por contarle mi lógica no fue necesaria ya que Dagan acertó rápidamente.
— Gracias al sacrificio de Uriel, el Anexo queda disuelto hasta el nombramiento de un nuevo jefe —se llevó la mano al mentón, no muy convencido—. No creo que eso baste.
— Para saber dónde tienen a Eliana, necesitamos saber quién la tiene, ¿verdad? Aprovecharemos esta oportunidad para que ese tipo tenga que contactarse conmigo.
El plan era claro, aunque no lo hacía invencible ni especial ya que el mentor tras este atentado debía ser más cauteloso.
— Hola, hola chicos, ¿cómo están? —el individuo se percató de la sangre por el pasillo hasta la salida—. Oh, qué loco ese tipo. JAJAJA Uriel, siempre haciendo cosas estúpidas, debo admitir que me ha sorprendido.
Reconocí la voz del hombre que paseaba por los pasillos con las manos tras la espalda. Durante mis años de vida había aprendido a lidiar con los miedos que el tipo sembró en mi durante mi infancia; podía ocultarlo, pero eso era todo.
A mí costado, Dagan lo veía con asco.
— ¿Tu tienes el mando ahora, Félix? —sonrió de lado—. Era predecible, el primogénito de la casa Royval nunca pasaría desapercibido en actividades tan importantes como éstas.
— El apellido Royval solo sirve en el área financiera. Mi nombre es lo que me da el reconocimiento dentro del Anexo —aclaré sereno.
Se echó a reír. De inmediato fijó su atención en Dagan.
— Cuánto tiempo, qué grande estás.
— Lo suficiente para aplastarte la cara si no te alejas —replicó con dureza, mirándolo fijamente a los ojos—. ¿Qué quieres aquí?
Quise suponer que no diría nada, que soltaría mil y un excusas acompañada de payasadas sin sentido. No obstante, la sonrisa tranquila y pacífica que decidió mostrar exponía claras intenciones de hablar sin rodeos.
Y por primera vez, el extravagante y extraño Isaiah Royval Ige, fue honesto.
— Vine a entregarles a Eliana.