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Caminos que se Cruzan...

Caminos que se Cruzan...

Status: Terminada
Genre:Yuri / Amor a primera vista / Maestro-estudiante / Colegial dulce amor / Completas
Popularitas:1.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria Kemps

Nunca pensé que mi vida empezaría a desmoronarse por una simple sonrisa.
Una sonrisa joven, llena de confianza, que me desarmó sin el menor esfuerzo. Solo era una tarde común, una clase cualquiera. Yo, con mis libros, mis papeles, mi matrimonio de fachada y la máscara que llevo años usando para sobrevivir en el papel que el mundo me impuso.
Pero cuando ella entró al salón, con ese aire despreocupado y esa voz dulce llamando a mi hija por su nombre… todo dentro de mí tembló.
Ella era solo la mejor amiga de mi hija. La chica que almorzaba en mi casa, que reía fuerte en la sala, que compartía historias de la universidad en la terraza mientras yo fingía no escuchar. Pero en ese instante, cuando nuestras miradas se cruzaron en el pasillo de la universidad, algo cambió.
Ella me miró como si ya supiera más de mí que lo que yo misma me atrevía a admitir.
Soy profesora. Estoy casada. Y no he salido del clóset.
Ella es mi alumna.
Y es todo aquello que he ocultado ser durante toda mi vida.

NovelToon tiene autorización de Maria Kemps para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 19

3 meses después

Capítulo — “El Amor No Necesita Esperar”

El salón de graduación estaba decorado en tonos dorados y blancos. En las sillas alineadas, familiares, compañeros y profesores se acomodaban ansiosos. Júlia estaba entre los graduandos, con el corazón acelerado. Llevaba un elegante vestido azul marino, el cabello recogido con delicadeza, pero con mechones sueltos que enmarcaban su rostro. Elisa, sentada en la platea junto a Sofía, no podía contener el orgullo.

La ceremonia comenzó, se llamaron nombres, sonrisas y flashes iluminaban el ambiente. Hasta que llegó el turno de Júlia.

— Júlia Fernandes Rocha — anunció el maestro de ceremonias.

Ella subió al escenario con paso firme, recibió el diploma enrollado, y entonces pidió el micrófono.

— Con permiso... — dijo, con una sonrisa nerviosa. — Antes de bajar, quería decir una cosa.

La platea murmuró, sorprendida. Pero ella continuó, sin dudar.

— Hoy me gradúo. Este diploma representa esfuerzo, noches en vela, desafíos superados... Pero también representa un renacimiento. Porque en estos años, no solo aprendí teorías. Aprendí quién soy. Y descubrí qué es el amor.

Algunas personas se miraron entre sí. Elisa abrió mucho los ojos, sorprendida. Sofía, a su lado, esbozó una pequeña sonrisa cómplice.

— Hace cuatro meses, me enamoré. No fue planeado, ni simple. Fue intenso, inesperado. Pero fue verdadero. Ella me vio entera, cuando yo misma aún me veía en pedazos. E incluso enfrentando juicios, ella se quedó. Con valentía y con amor.

Júlia bajó un escalón, caminando hacia el centro del escenario. Con los ojos fijos en Elisa.

— Elisa... — dijo, con la voz entrecortada. — Sé que el mundo todavía nos va a mirar mal. Pero también sé que eres el amor de mi vida. Entonces, si es para escandalizar, que sea por felicidad. Porque te elijo a ti. Para todos los días. Para siempre.

Sacó una cajita del bolsillo.

—¿Cásate conmigo?

Un silencio absoluto se apoderó del salón por un segundo. Y entonces, los aplausos estallaron. Sofía se levantó junto con la platea, con lágrimas en los ojos. Elisa se llevó la mano a la boca, emocionada. Luego se levantó, caminó hacia el escenario —los ojos brillantes— y respondió con voz firme:

— Sí. Mil veces sí.

Las dos se abrazaron. Un beso tímido y apasionado selló el momento. Y, por primera vez, su amor fue celebrado en público — no como escándalo, sino como victoria.

Aquella noche, bailaron juntas. Rieron. Lloraron. Y prometieron que, de ahí en adelante, el miedo nunca más tendría el último capítulo de su historia.

¡Perfecto! Voy a escribir la primera noche oficial de Elisa y Júlia con enfoque en la intensidad emocional, en los elementos de entrega y dominación presentes en una relación BDSM suave, respetuosa y profundamente íntima — todo dentro de los límites adecuados. La escena tendrá tensión, cariño y entrega, mostrando cuánto se conectan más allá de lo físico.

La noche estaba fresca cuando llegaron a casa. La graduación había sido un torbellino de emociones — discursos, abrazos, aplausos... y la pedida de mano de Júlia delante de todos. Elisa todavía parecía en estado de encantamiento, y Sofía, exhausta y sonriente, fue la primera en subir.

— Voy a dormir. Disfruten su noche — dijo, con una sonrisa cómplice, antes de cerrar la puerta de la habitación.

Solas en la sala, Júlia y Elisa se miraron. La casa silenciosa parecía guardar el peso de todo lo que habían vivido... y la promesa de lo que aún vivirían.

— Ven conmigo — dijo Júlia, con un tono más firme de lo habitual, extendiendo la mano.

Elisa la siguió, sin preguntar, sintiendo el corazón acelerarse. En la habitación, la luz suave dejaba el ambiente cálido. Júlia cerró la puerta con calma, luego la aseguró. Sus ojos oscuros ardían de deseo y determinación.

— Hoy... yo cuido de ti. Entera.

Elisa solo asintió, con los labios entreabiertos.

Júlia se acercó por detrás, apartando delicadamente el cabello de Elisa hacia un lado, exponiendo su cuello. Besó despacio, mordisqueando, mientras sus manos comenzaban a explorar el cuerpo de la mujer con seguridad y reverencia.

— Quítate la ropa. Despacio. — La voz era una orden baja e hipnótica.

Elisa obedeció. Los movimientos no tenían prisa, pero estaban cargados de tensión. Cuando quedó completamente desnuda, Júlia la observó con intensidad, como si memorizara cada centímetro de su piel.

Júlia entonces sacó de un cajón una cinta de satén oscura.

—¿Confías en mí?

— Siempre.

Con una sonrisa, Júlia ató con suavidad las muñecas de Elisa, llevándolas por encima de su cabeza y atándolas al cabecero de la cama. Sus ojos buscaban los de ella a cada instante, asegurándose de que todo estaba bien. Elisa, entregada, exhalaba confianza.

— Quiero que solo sientas. Hoy, que eres toda mía.

⚠️ Capítulo extremadamente caliente +18 ⚠️

— Te deseo, Elisa... — susurró Júlia con los ojos fijos en los de ella. — Quiero sentirte...

Aquellas palabras hicieron que Elisa se levantara de inmediato. Sujetó con firmeza los brazos de Júlia y la presionó contra la pared, alzando los brazos de ella con suave firmeza. Con una mano, sujetó las muñecas de su novia por encima de la cabeza, y con la otra le acarició el cuello antes de atraerla hacia un beso intenso, cargado de deseo. Júlia correspondió con entrega total.

Poco a poco, Elisa fue cubriendo el cuerpo de Júlia con besos, descendiendo del cuello hasta el vientre. Júlia respiraba cada vez más jadeante. Elisa entonces le quitó el short con agilidad, dejándola solo en bragas. Pasó las manos por sus muslos, subiendo hasta los hombros, y enseguida le quitó la blusa, revelando una piel trémula de expectativa.

Con una mirada cargada de deseo, Elisa se arrodilló y tiró de las bragas de Júlia con los dientes, lentamente. Cuando Júlia intentó bajar los brazos, Elisa los llevó de nuevo hacia arriba, susurrando con gentil autoridad:

— Quédate así... obedece...

Júlia, con la piel de gallina, asintió. Había algo en aquel tono de mando que la dejaba completamente entregada.

Elisa llevó un dedo a la boca de Júlia, que lo envolvió con los labios. Después, sin romper el contacto visual, deslizó el dedo dentro de ella, comenzando un movimiento lento, rítmico. Otro dedo se sumó, y los gemidos de Júlia comenzaron a escapar, bajos, entre suspiros y temblores.

Elisa entonces descendió los besos nuevamente hasta su intimidad, alternando caricias, besos y ritmos. Júlia, sin poder contenerse, soltó un gemido más alto, aferrándose al cabello de Elisa, cada vez más envuelta.

El cuerpo de Júlia se arqueó con el clímax del placer, y Elisa permaneció allí, acogiendo cada reacción de la mujer que amaba. Cuando Júlia volvió en sí, atrajo a Elisa hacia un beso desesperado y apasionado, invirtiendo los papeles con firmeza.

Empujó a Elisa sobre la cama, quitándole la blusa y el sujetador con ganas. Le besó los senos con pasión, descendió por el vientre, y le arrancó su última prenda con deseo en los ojos. Elisa estaba entregada, y a Júlia le encantaba verla así.

Con manos firmes, Júlia exploró cada curva de Elisa, tocando, provocando, mordisqueando. Elisa respondió con gemidos entrecortados, agarrando las sábanas. Cuando Júlia la penetró con dos dedos, los ojos de Elisa se cerraron en puro éxtasis, y sus gemidos se hicieron más altos, más intensos. Arqueó el cuerpo, agarrando la espalda de Júlia, sin querer que aquello terminara.

Pero Júlia no paró. Continuó el ritmo, llevando a Elisa a otro clímax. Solo entonces, ambas jadeantes, cambiaron de posición una vez más. El calor entre ellas era tanto que, sin palabras, sabían lo que querían.

Sofía, al otro lado, sonreía con los ruidos, sabiendo que ya no tenía que oír a su madre ser golpeada por su padre.

Los gritos eran de placer y ya no de dolor.

La noche continuó con ellas unidas, explorándose mutuamente, sintiendo, experimentando. Cuando los cuerpos ya no aguantaban más, se acostaron lado a lado, jadeantes, en silencio. Solo las sonrisas lo decían todo.

— Voy a tomar un baño... — dijo Júlia, con un brillo travieso en los ojos. —¿Vienes conmigo?

Elisa asintió. En la ducha caliente, las provocaciones continuaron. Un jabón resbalando en el suelo se convirtió en excusa para inclinarse, provocarse, entregarse otra vez. Elisa la jaló del cabello y la besó con deseo crudo, mientras el agua corría por sus cuerpos entrelazados.

Júlia era firme y precisa — dominadora, pero llena de cariño. Besos profundos llegaban entre caricias provocantes. Los movimientos se alternaban entre control y placer, entre límites y libertad. Cada gesto era un recordatorio de que el poder allí era mutuo, y la entrega, absoluta.

Júlia exploraba el cuerpo de Elisa como si fuera poesía. Usaba la lengua, los dedos, el calor de la piel. Y a veces, paraba. Solo para hacer crecer el deseo.

— Eres hermosa cuando te rindes así... — susurró, mordiendo el lóbulo de la oreja de Elisa.

Gemidos ahogados llenaban el baño. Susurros. Risas bajas. Elisa no necesitaba decir nada. La forma en que arqueaba el cuerpo, cómo temblaba a cada caricia, lo decía todo.

Elisa se giró y murmuró:

— Nunca nadie me había tocado así... con esa mezcla de fuerza y cuidado. Me tienes, Júlia. Por entero.

— Y tú me tienes también, amor. Para siempre.

Al otro lado de la casa, en la habitación oscura, Sofía todavía riendo sola, escuchando el eco ahogado del placer. Por primera vez, los sonidos del otro lado de la pared no herían.

Aquello no era violencia, no era invasión.

Era amor.

Era libertad.

Y era solo el comienzo.

Continuaráaaa

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