Devuélveme A Mi Hija.

Luisa, aprovechando la oscuridad, llegó a la casa de Yaqui, y como otras veces, entró por la ventana y vertió el líquido de un frasquito que tenía, en la jarra con agua que estaba en el buró junto a la cama.

Dejó la jarra al alcance de Yaqui, que dormía plácidamente, sin imaginar lo que se le venía encima. Así como entró volvió a salir.

No había sanado del todo, pero estaba estable.

Llevaba una semana fuera del hospital psiquiátrico y se veía bastante mejorada.

Juanita siempre estaba a su lado cuidándola.

No se dio cuenta de nada, Luisa procuró no hacer el menor ruido. El sendero fue un mudo testigo de quien había pasado por ahí.

Eran las 10 de la noche, pensó que a esa hora ya no estarían los policías y fue hasta su casa.

Error... Los policías aún estaban ahí, al verlos ella trató de huir pero fue en vano, lograron atraparla antes de que pudiera hacer cualquier cosa.

Por fin te tenemos, bruja maldita, dijo uno de los policías.

Ella no dijo nada.

¿Dónde está Alejandra?

Luisa permanecía callada... Sabía que si encontraban a Alejandra la iban a apartar para siempre de su lado y ella no estaba dispuesta a perderla.

Nunca les voy a decir dónde está ella, la prefiero muerta antes de que se vaya a vivir con otra familia.

Señora, díganos dónde está la niña.

No es una niña, tiene 15 años.

¡¿Dónde está?!

Ya les dije que no les voy a decir nada.

Los policías la subieron a la patrulla.

Ya veremos si no se lo dice al juez.

Luisa ya no habló, llegaron a la delegación, como no quiso hablar, la dejaron detenida...

Tienes una orden de aprehensión, no saldrás en mucho tiempo se aquí.

Me vale, no le tengo miedo a la cárcel, pero eso sí, jamás encontrarán a Alejandra.

Llévensela, dijo el oficial mayor.

.

.

Al día siguiente, Héctor recibió la llamada de la comisaría.

Dígame...

Por favor, es necesario que venga, encontramos a la señora Luisa.

Gracias a Dios, contestó Héctor, ¿y mi hija?

Mejor venga, acá hablamos.

¿Quién era mi amor?, dijo Sonia que estaba desayunando con él.

De la policía, encontraron a Luisa.

¡Oh Dios! ¡Qué felicidad!, y Alejandra, ¿cómo está?

No lo sé, el oficial me dijo que fuéramos. Vámonos inmediatamente. Carlota, te encargo a Simón, al rato regresamos.

Sí, señora.

Rato después, ¿dónde está mi hija?, Sonia se fue encima del oficial.

Héctor la atrajo hacia sí, tranquila, amor.

El oficial habló: la señora Luisa no quiere decir dónde está Alejandra, dice que la prefiere muerta antes que con otra familia.

¡Dios mío!, ¿es eso posible? Oficial, yo no quiero que le pase nada a mi hija. Necesito saber dónde está. ¿Podría hablar con ella a ver si a mí me quiere decir?

Está bien, pero no creo que logre nada, esa señora está empecinada en no decir la verdad.

Uno de los policías la guio hasta la celda donde estaba Luisa.

Luisa, por favor, dime dónde está mi hija.

¿Tu hija?, si en 8 años ni siquiera la has buscado.

Tú no te imaginas todo lo que yo he sufrido por no encontrar a mi hija. Claro que sí la hemos buscado por todos lados. Agotamos todos los recursos, pero ustedes se escondieron tan bien que nunca pudimos encontrarlas. Pero ahora, de madre a madre, te pido que me digas dónde está, por favor.

Escúchame bien, Sonia, porque esta es la única vez que voy a hablar contigo. Yo no sé dónde está Alejandra, desgraciadamente, se me perdió cuando salí buscar comida, la dejé sola, pero cuando regresé ella se había ido y la verdad no sé a dónde. Y es mejor así, y si yo voy a estar aquí encerrada, deseo con toda mi alma que nunca la encuentres.

Luisa, yo nunca te hice nada, al contrario, siempre confié en ti, ¿qué mal te he hecho?

Arrebatarme a mi hija, ¿se te hace poco?

Pero Luisa, yo ni siquiera sabía que era tu hija. Yo simplemente fui al orfanato, la madre superiora me mostró a la bebé. Desde que yo la vi quedé enamorada de ella, por eso decidí adoptarla. Pero en ningún momento pasó por mi mente que podría ser tu hija.

Claro, cómo ibas a pensar que sería hija de una bruja, ¿verdad? Porque tú también me consideras así, una bruja. Pues no, no soy una bruja, pero lo seré si no me dejan en paz.

Dios te perdone y te proteja, porque lo que soy yo jamás te perdonaré haberme arrebatado a mi hija; dijo Sonia resuelta y salió de ahí sin mirar hacia atrás.

"No tengo nada de que arrepentirme y te juro que jamás encontrarás a Alejandra", se dijo Luisa para sí misma. Y luego, lo más raro es que se echó a llorar amargamente. Era la primera vez en mucho tiempo que derramaba lágrimas.

A la vez, Sonia también estaba llorando abrazada de Héctor. La buscaremos amor, deja de llorar, por favor.

Ya estoy harta de que me digas que la vas a buscar, han pasado 8 años y ni siquiera has encontrado nuestra hija. Te odio Héctor, te odio.

Sonia se fue corriendo. Iba tan distraída llorando, que no se fijó que al cruzar la calle un coche venía y se la llevó de encuentro. Matándola en el acto.

¡Sonia, mi amor!

La ambulancia llegó y los paramédicos, inmediatamente, la checaron haciendo una seña negativa con la cabeza.

Lo sentimos, la señora está muerta.

¡No, Dios mío!

Así terminó la vida de una mujer atormentada por no encontrar a su hija, el que manejaba el auto salió angustiado... ¡Yo no tuve la culpa, ella salió de la nada!

Como estaban cerca de la delegación, y hubo muchos testigos, solo pagó una multa.

Héctor estaba devastado, no esperaba un final así para su esposa, ¿y ahora qué iba a hacer con Simón?, él no se sentía capacitado para criar a un niño. Lo había adoptado solo por no ver sufrir a su esposa.

También se preguntaba por Alejandra, ¿dónde andará?