La mujer con la que se iba a casar murió en el altar, pero Adiel Mohamed no podía superar es emomento, hasta que regresó a su pueblo, y unos ojos verdes los flecharon.
Se enamoró perdidamente de Kiara Salma, la sobrina del capataz de su hacienda, una chiquilla que su madre odiaba con toda el alma. Pero eso no impidió que Adiel la amara, y la convirtieran en su todo.
Lo único que logró apartarlo del lado de su amada, fue que era menor de edad, sobre todo, era su alumna, y estaba prohibida para él, en todos los sentidos.
Decidió marcharse, y regresar cuando ella fuera mayor de edad, pero antes de partir, la hizo suya, marcando la como suya, pensando en su regreso convertirla en su esposa. Pero cuando regresó, Kiara ya no estaba, ella había desaparecido. Y su padre habría muerto, lo que le dejó destrozado y desdichado por cinco años, hasta que la volvió a ver, con una niña en brazos, la cual supo inmediatamente que era su hija.
Pero resultaba que Kiara lo odiaba.
NovelToon tiene autorización de Miry - C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Están enamorados.
Mer y Gonza dirigen la mirada en la dirección donde se encuentra la mía, seguido vuelven a mirarme.
—¿No te llevas con Adiel, Kiara? —cuestiona Gonza.
—No quiero hablar del nuevo profesor...—Pronuncio al beber de mi refresco.
—Están enamorados —masculla Mer, provocando que me atragante con el refresco. Gonza se preocupa y me da pequeñas palmaditas en la espalda.
—¿Estás bien? —Inquiere y asiento. Cuando me compongo, miro a Mer con ojos iracundos.
—¿De dónde sacas esas cosas?
—Parece, amiga. Desde la noche en la fiesta de bienvenida que realizaron para Adiel, me di cuenta de que ustedes dos se gustan.
—¡Cállate! —rujo mirándola fijamente y atraigo miradas de todos, incluidos Adiel y Leila. Suelto un suspiro y vuelvo a mirar a Mer. Me levanto y le tomo de la mano hasta salir del comedor. Una vez alejada del antes nombrado, le reclamo su imprudencia.
—Eres mi mejor amiga y sabes perfectamente de quién estoy enamorada. No puedes decir que a mí me gusta el engreído de Adiel.
—Cálmate, Kia —pide Gonza.
—Disculpa, amiga, solo digo lo que veo...
—Tú siempre sacas conclusiones erróneas. Me molesta que digas cosas de las cuales no tienes la certeza de que sean reales —las lágrimas se desprenden de mis ojos y no sé por qué lloro, si de enojo por lo que Mer ha dicho, o porque me duele haber visto al idiota de Adiel con Leila pelos de lote entrando.
—Amiga, perdón. No pensé que dar mi punto de vista te pusiera así.
—Pues sí me pone mal, porque tú más que nadie sabes lo que hablan de mi madre en este pueblo, y si alguien te escucha diciendo tales cosas, puede regar un chisme que no es cierto —Replico con mi cabeza arrimada en la pared, llorando sin control alguno.
—Kiara, olvidaremos ese tema, ¿verdad, Mer? —cuestiona Gonza y ella asiente con un sí, y se acerca a abrazarme.
—Perdóname, prometo no decir bobadas que pasan por mi cabeza, y tienes razón, en este pueblo hay que pensar lo que decimos.
Mientras me consuelan suena la sirena, informando que el segundo recreo ha terminado. Limpio las lágrimas y nos dirigimos al aula. Hoy tenemos tres exámenes y esta es la última hora.
Una vez que la Teacher entrega la hoja, la resuelvo de prisa. Doy una última revisada y arreglo mi bolso. Guardo todos mis materiales y, una vez lista, camino hasta el escritorio, dejo la hoja y me retiro.
Con la mirada clavada en el suelo salgo de la institución, y una vez en la calle, vuelvo a dejar caer las lágrimas. Ruedan formando un río desde mi pupila hasta el mentón. Sollozo en silencio como si hubiera sido regañada, aunque viéndolo bien, sí fui regañada, y lo peor, fue por dos idiotas que se creen superiores a mí solo por tener dinero.
Presiento que mi vida en el instituto se convertirá en un infierno, con Adiel y Leila siendo mis profesores. Las notas empezarán a bajar y puede que termine expulsada de la institución. No sé qué mal hice si yo solo he tratado de ser una buena sobrina, aunque hay veces que desobedezco las reglas del tío, pero eso no me hace mala persona.
Quisiera irme lejos de este pueblo donde me señalan solo por ser la hija de nadie. Hay veces que siento que no puedo más. En cada esquina hablan de mi madre, la juzgan porque se enamoró de un millonario del cual no sé ni su nombre. Aunque pregunto cómo se llama, nadie dice nada, porque según ellos tampoco lo recuerdan.
Cuando llego a la Y me desvío por el camino más largo. No quiero pasar por el pueblo y que todos los chismosos me vean llorar.
El instituto está alejado del pueblo, aproximadamente a unos quince minutos. A unos metros se encuentra un desvío que forma una Y. El de mi mano derecha me lleva al pueblo y el otro se dirige a la hacienda Freeman. Por aquella vía también llego a casa y evito cruzar por el pueblo, aunque tardaré más, pero es preferible ir por ese camino a pasar por el centro de Valleral.
La hacienda Freeman pertenece a los Mohamed. Al pasar por ese lugar me quedo admirada con la enorme casa. Es aún más grande que la Mohamed, solo que esta está bastante destruida porque no tiene ningún cuidado. Unos metros después de pasar por la hacienda, escucho el galope de caballos. Giro mi rostro para ver quién es, y mi corazón se exalta.
—¿Qué haces por este lugar? —Cuestiona el tío al bajar del caballo. Me quedo en silencio mirando los fuertes brazos de Diego y la fuerte voz del tío me trae de vuelta. —Kiara, responde. ¿Qué haces por esta vía?
—Quise caminar un poco...
—¿Has estado llorando? —inquiere al ver mis lágrimas secas. Bajo la mirada sin poderle responder.
—Saqué un cero con Leila —excuso mis lágrimas con eso. Seguido escucho cómo suspira y verbaliza:
—Hablaremos en casa. Sube al caballo —ordena y obedezco. Antes miro a Diego y me sonríe de medio lado. A pesar de tener más de treinta años se ve joven y sobre todo guapo.
Una vez que llegamos a casa, saco mis zapatos y cuelgo el bolso para luego caminar hasta la cocina.
—Debemos hablar —pronuncia el tío—. Almuerza y después hablamos.
Asiento y rápidamente sirvo mi comida. Una vez que termino, me dirijo hasta el patio donde se encuentra mi tío.
—Siéntate —pronuncia serio. Suspiro y me mira—. Es tiempo de que conozcas la verdad. Hoy te contaré la verdadera historia de Kimberly, tu madre, y del maldito que la abandonó y la hundió en el sufrimiento.
Cada palabra que el tío dice son puñales clavados en mi pecho. El resentimiento crece dentro de mi corazón. Ahora entiendo todo, entiendo por qué la bruja Fanny me odia.