Nueva Zelanda

Ruud es un niño risueño, que pese a sus casi siete meses empezó a mostrar curiosidad por su entorno, en aquella época los niños no eran tan vivaces como los de ahora, todavía no se le daba comida, solo pecho y hasta el año y todavía no le salen sus dientes. Su madre ya no lo envuelve como momia, le deja estar libre para que mueva sus piernas y brazos.

A Ruud le gusta ir a la calle, ama los paseos, hoy está en el suelo rodeado de muñecos de trapo, alguien toca la puerta y ve a mamá que se acerca, él sonríe agita sus manos va a haber paseo, pero como mamá no salió sino para recoger un encargo, Ruud puso una cara muy triste, no hay calle, no hay paseo, quiere llamar la atención de mamá con su tristeza, pero nada, tuvo que llorar, el dolor de la indiferencia fue motivo suficiente para hacer que mamá acuda de inmediato a él.

Pounamu deja de hacer su labor para atender a su niño.

- ¿Qué pasó amorcito? – lo toma en brazos.

Ruud llora con más dolor por qué mamá no lo saca a pasear.

-Ya no llores, papá ya viene.

Ruud señala la puerta, mamá lo acerca a la ventana para que vea un poco el paisaje, la ventana está abierta, por lo tanto, se puede sentir el aire fresco, Ruud se va calmando, pero su expresión triste permanece, mira a su madre, mira la calle y así hasta que Pounamu entendió que su hijo quiere paseo.

-Ruud, tengo que preparar la comida de tu papá, en la tarde vamos a pasear, sí.

Lo regresa y lo deja sentado lo más cerca de sus juguetes. Ruud está extrañado, no hay paseo. Rompe en llanto y mamá ya no viene, llora más, grita más, pero nada. A los pocos minutos llegó papá y Ruud le estira los brazos.

- ¿Qué pasó Ruud? ¿Por qué tan triste?

Ruud mira la ventana.

- ¿Quieres ir a pasear? Después de comer. – le besa el cachete.

Pounamu toma al niño, es hora de su leche. Y Ruud sabe muy bien que la posición en que mamá lo pone es por qué llegó la hora de comer. El niño ya sabe dónde está la teta y de manera automática baja de la tela del vestido para dar inicio al almuerzo.

Para los Van der Vaart no es fácil criar un hijo, cada día es aprendizaje, conforme va creciendo, van conociendo el carácter del infante.

Después de que Ruud hubo comido, Pounamu le cambia pañal y lo deja con sus juguetes, ellos también deben almorzar ahora, pero con un ojo en el plato y el otro sobre el niño por si se mueve. En estos momentos Ruud solo da vuelta hacia la derecha o izquierda pero no vuelta completa, con el método de fajado a los bebés no les permite desarrollar su motricidad gruesa al completo.

En casa de los Malraux, Marama está aprendiendo a mamar, come poco y hay que alimentarla con frecuencia, Hoku está preocupada porque su hija está más flaca, pero tanto su madre como la partera le dicen que es normal, una vez que la bebé aprenda a mamar empezará a engordar, que Marama tiene buenos reflejos, pero le falta la maña.

La niña se parece mucho a su papá, Ismaël pasa las tardes cuidando de su paquetito, cuando duerme no la sostiene en sus brazos, la acuesta sobre su cama y vela su sueño y no se aburre de ver su bebé dormir, lo que le aburren a él son las colas y los viajes largos.

- Ismaël, hora de comer. – Hoku lo llama sin hacer ruido.

- Ya voy. – besa la frente de su bebé, sube la reja de la cama cuna.

Una vez sentado a la mesa, Hoku se aproxima con los platos.

- ¿Cómo te sientes? - Ismaël muestra su interés en ella.

- Estoy bien.

- Te veo cansada.

- Sí un poco, la preocupación de la bebé que come poco.

- Pero la vieja y tu mamá dicen que es normal, pronto subirá de peso y empezará a crecer.

- Igual tengo miedo.

- Cariño, es nuestro primer bebé.

- ¿Primer bebé? Yo no pienso tener otro, duele mucho.

- No se sabe cuándo llegará el otro.

- No, Ismaël, no. No más hijos.

- Ustedes son cuatro hijos. - se hace recordar

- Pobre de mi madre, sufrir cuatro veces.

- Nosotros somos mucho más. Somos once hermanos.

Hoku abre los ojos como dos lunas, no puede imaginar a su suegra pariendo once veces.

- No pongas esa cara. Yo soy el último, si mi madre no me hubiera hecho ¿Qué sería de ti?

- Nunca hubiera salido del burdel.

- Tener hermanos es bueno para crear lazos de amistad desde casa, tener quien cuide de los chicos, tener con quien jugar, los mayores aprenden hacer responsables.

- Yo cuidaba de los salvajes de mis hermanos.

- Yo tenía que soportar veintidós ojos encima de mí.

- Con Marama tenemos suficiente.

- Un hermano o hermana para Marama sería bueno, para que desarrolle su sentido de responsabilidad. Pero no por ahora, tenemos que formar a esta pequeña.

Ismaël piensa en darle a Marama un hermano o una hermana, el proviene de una familia grande, las comidas y paseos eran divertidos, extraña esa época de su niñez, tiene muy lindos recuerdos, le gustaría formar familia así de unida y bonita.

Por la tarde fue a recoger la ropa de su hija, Ismaël fue donde una señora especialista en bordado para que la ropa de Marama sea personalizada. La llegada de esa niña ha puesto el mundo de papá de cabeza. Ella derrite el corazón de papá con solo llorar, lo tiene a sus pies como un esclavo.

Papá trabaja por las mañanas, pero por las tardes termina temprano para consentir su princesa y cuidar que duerma bien, aunque no le gusta que ella despierte a toda la casa por comida en horas de la madrugada.

Una vez por semana Ruud hace visitas a Marama, el niño piensa que Marama es un juguete y para probar si ese juguete es divertido intenta poner un dedo en uno de los ojos, es tan rápido para hacer travesuras, pero lo han visto, es regañado por mamá y puso mala cara porque no le gusta que le regañen, en cambio Marama grita y llora por buen rato, le duele su ojo. Escuchar llorar la niña hizo llorar a Ruud. Ruud ya no quiso ver a la niña en el resto del tiempo que duró la visita.